Por Jorge Buxadé, eurodiputado de Vox.

El 12 de abril, Bill Gates, firmando como copresidente de la Fundación Bill & Melinda Gates, colocó un artículo en El País, a propósito del Coronavirus de Wuhan. A Bill Gates la inteligencia se le presume; y la astucia se le intuye. El artículo gira en torno a tres ideas que aparentan veracidad pero no son sino argumentaciones para persuadir de las bondades de su producto: la Gobernanza Mundial.

Primera idea, el coronavirus de Wuhan no discrimina fronteras y por eso la decisión de los Estados de cerrar fronteras es ridícula; un mantra que repite el pensamiento progre aun cuando se multiplicaban exponencialmente los casos de contagio y muerte, y es una falacia argumental en toda la regla.

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Lo que se dice del Coronavirus de Wuhan bien podría decirse de cualquier virus, y sin embargo, hemos llegado hasta este punto de la historia de la Humanidad y la civilización occidental gracias a las naciones; nunca sabremos qué hubiera sucedido si en la fase de propagación del virus las fronteras no hubiesen permanecido generosamente abiertas, incluso para quienes transitan ilegalmente entre países; y tampoco el Coronavirus discrimina por razón de los ingresos y no por ello la solución es que los multimillonarios globalistas donen todos sus bienes a los menos favorecidos. ¿O sí?

Más aún, el sentido común nos lleva a concluir que cualquiera que no hubiera perdido el juicio propondría que, en el futuro, los Estados sean más respetuosos consigo mismos, y los controles en fronteras a personas y bienes se reestablezcan o intensifiquen a fin de proteger la vida, la libertad o la seguridad de los propios, y de los ajenos.

La falacia máxima del argumento de Gates es la que contrapone fronteras cerradas a falta de protección. ¿Qué sentido sino tiene el confinamiento coactivo al que el Estado nos somete? Para Gates es bueno que las familias estén confinadas pero las fronteras deben estar abiertas. El mito de las sociedades abiertas es un artificio argumental para consolidar las ganancias de los vencedores de la globalización.

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Segunda idea, se hace precisa una Estrategia Mundial. Infalible lo de colocar una palabra fetiche: Estrategia. Si no tienes una Estrategia bien diseñada en una Agenda que quepa en una página con gráficos y colores, eres un pobre desgraciado.

En realidad, lo que quiere decir Gates es que nuestros Parlamentos soberanos deben someterse a las decisiones de la Organización Mundial de la Salud – en lo sanitario – ,o del Banco Mundial – en lo financiero –, o de la Organización Mundial del Comercio – en lo mercantil -; por nuestro propio bien, porque somos incapaces y no sabemos gobernarnos, y estos organismos de burócratas con el apoyo financiero de unos cuantos filántropos como él resolverán todos nuestros males y nos llevarán a ese magnífico paraíso del crecimiento constante, el desarrollo sostenible, la biotecnología, la rentabilidad y la productividad. Es la Gobernanza Mundial impuesta a golpe de pandemia.

Nada hay de lógico en lo que dice. Convendremos todos que es razonable que los Estados-Nación cooperen voluntariamente pero irrazonable que la Organización Mundial de la Salud, que ha demostrado una clamorosa y peligrosa connivencia con las autoridades comunistas chinas y una flagrante incapacidad para afrontar eficazmente el peligro, sea quien ahora vaya a liderar la solución mundial a la pandemia.

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Cierto que la obtención de una vacuna depende de los científicos y los laboratorios; frase digna de Pero Grullo. Pero nada más. Aún está por dilucidar la responsabilidad de China en este asunto, y el origen real del Coronavirus; y si su origen puede deberse a trabajos científicos de cualquier naturaleza. La ciencia no tiene infalibilidad divina, y al ser obra humana, debe quedar sujeta a principios morales innegociables.

Cuarta idea, y para Bill Gates la más importante. No hace falta que pensemos: la OMS, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, UNICEF, la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) que fundó él en 2017; y la Alianza Mundial para las Vacunas e Inmunización (GAVI), ya se encargan de todo, y sólo necesitan que les ingresemos casi 10.000 millones de dólares.

La Coalición para Innovaciones y la Alianza Mundial para las vacunas son organizaciones que desarrollan con ingentes cantidades de dinero (fondos privados pero también públicos) actividades loables como la investigación en vacunas, y la promoción de su uso pero ni son asépticas ideológicamente ni permeables a la democracia. GAVI está dirigida por un Consejo de 18 miembros, donde UNICEF, la OMS, el Banco Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates tienen asientos permanentes; y tiene como línea programática la ejecución de los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, así como la Estrategia Global para la salud de las mujeres, niños y adolescentes 2016-2030 que vincula la vacunación a implementar en los países de desarrollo políticas de planificación familiar, control de natalidad, y políticas de género. ¿Qué tiene que ver eso con combatir las pandemias infecciosas?

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Esto es, si los Estados en vía de desarrollo aceptan la agenda de la planificación familiar y el género, el control de natalidad y el feminismo radical, tienen vacunas. En otro caso, se ponen a la cola.

Planificación y eugenesia. La ciencia y la filantropía al servicio de la deconstrucción cultural, social y espiritual de las naciones. Eso es el mundialismo y la gobernanza mundial y no tiene nada que ver con la cooperación entre Estados y la investigación científica. En realidad, cuantos más proyectos de investigación haya mejor, y el problema es que en España, y en toda Europa, hemos subcontratado nuestra investigación y capacidad industrial a China y a estos conglomerados público-privados concentrando en ellos todo el poder.

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Termina Gates su artículo con una frase tan aterradora como ridícula: a los seres humanos no nos unen sólo unos valores y unos lazos sociales comunes; sino que estamos conectados biológicamente por una red de gérmenes microscópicos. Dos mil quinientos años de civilización no pueden acabar en una coalición de gérmenes microscópicos.

Tengo una firme creencia en la democracia parlamentaria, en las naciones, y en la dignidad del ser humano; y la gobernanza mundial me aterra porque quiere destruirlas. Y me aterra que izquierdistas y globalistas aprovechen la pandemia del Coronavirus para imponer sus Agendas.

Fuente: ABC

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