Por Andrés Villoto – Panam Post.

La historia está llena de hechos que han significado un punto de inflexión en el destino final de los más poderosos. Pasó en Waterloo con el Imperio Francés de Napoleón, pasó en Stalingrado con la Alemania nazi de Hitler. El accidente del COVID-19 tendrá el mismo impacto devastador sobre la China popular, al que tuvo el accidente nuclear de Chérnobil sobre la implosión de la Unión Soviética.

El accidente en la Central Nuclear Vladímir Ilich Lenin, ocurrido en 1986, generó una nube tóxica que afectó a casi el 40 % del territorio de Europa. La consecuencia inmediata fue una ola de reclamos y protestas en contra de Moscú por no haber previsto las graves consecuencias del manejo inadecuado de un procedimiento de alta complejidad.

La dictadura soviética trató de ocultar al mundo la ocurrencia de tan graves hechos, anticipándose a los reclamos que vinieron de todos los países afectados directamente y de la comunidad internacional en su conjunto, lo que impidió tomar medidas de prevención y mitigación frente a la grave amenaza de exposición a la radiación de los humanos, los animales y las tierras fértiles.

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Mostró el desgaste político de la dictadura, su debilidad económica y el deterioro en la línea de mando del Partido Comunista que, a pesar de controlarlo todo, se le salió de las manos la ocurrencia de un hecho poco probable pero de un impacto devastador. La caída del Muro de Berlín fue, al final, la consecuencia mediata de la tragedia nuclear de Chernobyl. Las consecuencias directas, aún las padece la Unión Europea con el enorme gasto que ha significado la recuperación de los efectos devastadores de la radiación.

Lo ocurrido con el COVID-19 en la China popular, independiente de las varias hipótesis que existen sobre el origen del accidente en el que fue creado el virus mortal, tiene varias similitudes con el caso de Chérnobil. Aparte de las obvias, por tratarse de regímenes totalitarios comunistas o de haber ocurrido a los 70 años de la llegada al poder de las dictaduras, existen elementos que pueden presagiar la implosión del régimen de Pekín.

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La dictadura comunista de la China popular guardo silencio y ocultó información sobre las primeras señales de alerta de la aparición del virus que, algunos expertos calculan, se dieron desde septiembre del 2019. La defensa del régimen autoritario chino frente a las graves acusaciones por haber creado el virus, propagarlo y, además, haberle exigido a la Organización Mundial de la Salud ocultar la información sobre la terrible enfermedad, se ha basado en la amenaza, la constricción y el lenguaje diplomático pendenciero, tan propio de la dictadura de Xi Jinping.

A las manifestaciones de repudio en contra del accionar de la China comunista, lideradas por potencias occidentales como Estados Unidos, Inglaterra y Francia, le han seguido exigencias de países como Australia, en el sentido de realizar una investigación independiente para determinar el origen del Virus Chino. Inicialmente el embajador de China en Australia, Cheng Jingye, amenazó con realizar un boicot a los productos australianos si prosperaba esa iniciativa, y a los pocos días, el vicecanciller del régimen chino, Ma Zhaoxu, rechazó de plano la propuesta de realizar las pesquisas.

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La pérdida del poder político de la China popular, en el mundo, se ha manifestado de varias formas durante la pandemia. La expedición del Taipei Act, en los Estados Unidos de América, es el revés político más grande que ha tenido la China comunista en los últimos 40 años. También, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu y el primer ministro checo, Andrej Babis, se han referido a los avances científicos y han ponderado la labor realizada por el Gobierno de Taiwán (ROC) en el tratamiento de la pandemia, lo que ha significado el reconocimiento de facto de la existencia de dos Chinas. La República de China (Taiwán) y la China popular, algo imposible en la diplomacia internacional, días antes de empezar la crisis sanitaria.

De igual manera, Holanda, elevó el nivel de su oficina de representación en Taipéi. El Ministro de Salud alemán hablo con su similar de Taiwán, en otro acto de reconocimiento. Un ejemplo significativo por tratarse de Venezuela, el proxy de la China Popular en América Latina, fue el reconocimiento que le hizo a Taiwán (ROC) la Asamblea Nacional de Venezuela de mayoría opositora, al aceptar recibir la ayuda humanitaria ofrecida desde Taipei.

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Lo que demuestra desde ya, el rápido debilitamiento de su poder de ascendencia en Latinoamérica. Al igual que crea enormes interrogantes sobre los métodos empleados en la República Dominicana, El Salvador y Panamá para propiciar la ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwán y el establecimiento de las mismas con la dictadura de Xi Jinping. Situación que puede traer consecuencias inesperadas en la política exterior de esos países frente a la Dictadura comunista china.

Al aislamiento político que vendrá, la China comunista también se va a enfrentar al aislamiento económico. Su economía era “prestada” por las democracias liberales de Asia, América y Europa. Producir en los regímenes totalitarios que violan los Derechos Humanos va en detrimento del capital reputacional de cualquier empresa y le cierra a las corporaciones, el acceso a los mercados financieros internacionales. Lo que fomentará el éxodo generalizado de las industrias multinacionales que migraran a países democráticos o a sus países de origen.

Si a esto le sumamos la imposibilidad física de producir en ciudades de la China popular, como es el caso de la compañía Tesla en Lingang, situación que ha sido denunciada por el mismo, Elon Musk. O la posición de países como Japón que ofrece ayudas a sus empresarios para salir de la China y establecerse en otros lugares. O las reclamaciones económicas de estados como Missouri, Estados Unidos que, demandó a la China popular por los daños causados por el virus chino. La suma de todos esos factores, replicados a escala global, significará la debacle económica de la China comunista en los próximos años.

El mejor librado al final de esta crisis, de nuevo, será los Estados Unidos de América que se convertirá en el gran líder de la reconstrucción global. La economía más fuerte del mundo, será la fuente de recursos para reactivar la economía de la Unión Europea y de América Latina. Guardadas las proporciones, los Estados Unidos liderará una suerte de Plan Marshall II por la tendencia natural que tienen los mercados financieros globales de fly to quality durante las coyunturas difíciles.

Lo anterior presagia que será mucho mejor para Colombia, estar alineado con los intereses de los Estados Unidos y de sus aliados en Asia. Sobre todo, de cara a lo que se viene con la reconstrucción de la economía del mundo y en particular con el enorme reto que significa reconstruir la economía de Venezuela ante la inminencia de la caída de la dictadura de Nicolás Maduro que se queda sin el único soporte que tenía en Pekín.

La pandemia del COVID-19 marca el punto de inflexión para la dictadura de Xi Jinping. Es el principio de su final. Su caída es inminente en los próximos años. Tal vez en tres años, el mismo tiempo que se demoró la caída de la Unión Soviética, después del accidente de Chérnobil.

Fuente: Panam Post.

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