Mientras hablamos de datos, 5G y aplicaciones de rastreo, un libro escrito por Kai Strittmatter sobre cómo el PCCh sueña con mantener al mundo entero bajo vigilancia puede sernos de gran ayuda.

Un libro oportuno

La pandemia de coronavirus ha cambiado la conversación internacional a temas tales como el 5G, las aplicaciones que rastrean dónde estamos y qué hacemos, y el almacenamiento de datos en China por parte de compañías occidentales. En lo que respecta a quienes toman decisiones en los países democráticos, sería una buena idea que leyeran un libro publicado en alemán en el año 2018 y en inglés en el 2019 por un periodista alemán que posee una extensa experiencia en lo relacionado a China, Kai Strittmatter.

Algunos lectores podrían desestimar el libro titulado Hemos sido armonizados: la vida en el Estado de vigilancia de China (We Have Been Harmonised: Life in China’s Surveillance State, Londres: editorial Old Street Publishing) debido a la abierta formulación de opiniones políticas partidistas sobre Occidente efectuada por Strittmatter. El mismo acusa al presidente Donald Trump y a varios otros líderes occidentales de utilizar la tecnología para difundir noticias falsas, al igual que sus homólogos chinos. Obviamente, la situación no es la misma. Sí, algunos políticos mienten en todas partes, pero en Estados Unidos o en Europa hay una prensa libre, vigorosa y ansiosa por contradecir cualquier declaración efectuada por quienes están en el poder. En China, quienes contradicen a Xi Jinping van a la cárcel o «desaparecen».

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No obstante, el libro es tan bueno en lo concerniente a China, que se les aconseja a los lectores que pasen por alto su posible desacuerdo sobre la política estadounidense o europea. Strittmatter describe a la China de Xi Jinping como la perfección del totalitarismo. Stalin y Mao soñaban con mantener a sus ciudadanos bajo vigilancia las 24 horas del día, los 7 días de la semana. No tuvieron éxito por la simple razón de que carecían de la tecnología necesaria para tal fin. Las posibilidades de Xi Jinping «son mucho mejores», y el mismo está construyendo «el Estado de vigilancia más perfecto que el mundo haya visto jamás. Idealmente, uno en el que ni siquiera puedas ver la vigilancia».

Vigilancia leninista

Al igual que otros libros recientemente publicados por académicos, Hemos sido armonizados comienza por desacreditar la idea de que Xi Jinping está organizando un Estado sobre la base de los valores chinos tradicionales: «estas normas y valores no son ‘chinos’, son las normas y valores de una dictadura leninista». También es falso que el pueblo chino no sea capaz de vivir en democracia debido a algo peculiar en su origen étnico e historia. Strittmatter les sugiere a aquellos que compran tal propaganda en Occidente que realicen un rápido viaje a Taiwán, donde descubrirán una vibrante democracia china.

Es así que el libro presenta una rica gama de hechos esenciales. Por primera vez en la historia de China, bajo el mandato de Xi Jinping, el presupuesto dedicado a la seguridad interna superó al presupuesto para la defensa nacional. Bajo el estandarte de la campaña anticorrupción, Xi primero creó un régimen de vigilancia y terror dirigido a los cuadros del Partido: según las propias estadísticas del Partido Comunista Chino (PCCh), 243 altos funcionarios del Partido se suicidaron en los últimos años. Posteriormente, la campaña se extendió a todo el pueblo chino. Xi revivió la práctica de la Revolución Cultural de autocrítica y confesión pública por parte de los acusados, pero esta vez, en directo, por Internet y televisión. Los que se resisten a confesar son persuadidos a través de «descargas eléctricas, quemaduras, daño a sus órganos sexuales y privación del sueño». Si continúan resistiéndose y prefieren ir a juicio, se enfrentarán a tribunales que tienen una tasa de condena del 99,9%. Los abogados que intenten defenderlos seriamente también serán encarcelados y torturados.

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Propaganda masiva

Todo esto está respaldado por una propaganda tan masiva que, según informa Strittmatter, un cierto porcentaje de la población termina creyendo las más absurdas noticias falsas. Bajo el mandato de Xi Jinping, no solo los medios de comunicación perdieron las pequeñas áreas de independencia que tenían antes de su llegada al poder, el PCCh también controla las películas, los videojuegos y la música popular. Los raperos populares se ven obligados a cantar canciones con letras tales como: «Todos conocemos la visión y misión originales del PCCh / El mismo trabaja incansablemente en pos de la felicidad del pueblo». Y una empresa líder en videojuegos tuvo que producir y promover un juego llamado «Excelente discurso: un aplauso para Xi Jinping», donde para poder ganar se debe aplaudir al líder con más entusiasmo que el otro competidor. La empresa afirma que en un plazo de solo 24 horas después de su lanzamiento, los jugadores ya le habían dado a Xi Jinping más de mil millones de aplausos.

Los predecesores de Xi Jinping le tenían miedo a Internet. Xi, según argumenta Strittmatter, la ama. Uno de sus títulos utilizados por la propaganda del PCCh es «el sabio de Internet», y en el año 2012 Xi lanzó la campaña para «recuperar las alturas de mando de Internet», no solo en China sino a nivel internacional. Se reclutó un ejército de millones de troles (popularmente llamados en China «cincuenta centavos», ya que se les solía pagar medio yuan por cada comentario en línea) para que accedieran a las redes sociales y a otros sitios web, incluidos los oficialmente prohibidos en China, y difundieran la propaganda de Xi en todos los idiomas. Solo en idioma chino, se calculó que, en el plazo de un año, los «cincuenta centavos» publicaron más de 448 millones de mensajes favorables al PCCh en las redes sociales. A los chinos se los anima a utilizar WeChat para sus conversaciones privadas, pero también se les dice que «el Estado lee sus mensajes», así que es mejor que tengan cuidado.

Inteligencia artificial

El verdadero «sueño chino» de Xi Jinping es lograr un perfecto control a través de la inteligencia artificial. El sistema chino de reconocimiento facial ya es mejor para reconocer rostros que incluso los seres humanos más inteligentes. En el momento en el que Strittmatter escribió su libro, China ya contaba con una base de datos de 1500 millones de rostros, incluidos no solo (casi) todos los ciudadanos chinos, sino también «todos los extranjeros que pasaron por la frontera de China». Una vez en el sistema, la tecnología puede reconocerte de por vida, y «las máscaras, sombreros, gafas de sol e incluso la cirugía plástica no representan ningún problema».

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Una gran cantidad de cámaras de vigilancia, las cuales se encuentran duplicadas en Sinkiang y en otras áreas «riesgosas», continuamente fotografían e identifican a través de reconocimiento facial a todos los ciudadanos chinos. Sus movimientos se coordinan con los registros de las tarjetas de crédito y de los bancos, con «historias clínicas, pedidos de comida para llevar, entregas por mensajería, números de tarjetas de fidelidad de supermercados, métodos de control de la natalidad, afiliaciones religiosas, comportamiento en línea, vuelos y viajes en tren, coordenadas de movimiento del GPS y datos biométricos». A principios de 2019, un experto holandés halló datos sobre Sinkiang inadvertidamente guardados en una nube desprotegida, y descubrió que en 24 horas se habían recopilado 6,7 millones de piezas de información sobre 2,5 millones de uigures.

Paradójicamente, el único camino de salvación para los chinos es la corrupción. El PCCh recopila los datos, pero un oficial corrupto puede borrarlos o alterarlos por dinero, lo cual explica por qué los miembros de movimientos religiosos perseguidos aún pueden obtener pasaportes y escapar al extranjero.

Crédito social

En China, estos datos son utilizados para impulsar el sistema de crédito social, una creación de la que Xi Jinping está particularmente orgulloso. En la edad adulta, cada ciudadano chino comienza con 1000 puntos, como ciudadano A. Con más de 1030 puntos, puede convertirse en ciudadano doble A, o incluso ascender al estado modelo de triple A si posee más de 1050. Pero también puede ser degradado a categoría B, C (menos de 849 puntos) o D (menos de 599). Una ley puesta en vigor en el año 2016 establece que los ciudadanos C y D (y, en cierta medida, los de categoría B) ya no pueden volar, abordar trenes de alta velocidad, conectarse a Internet de alta velocidad ni ingresar a los mejores hoteles y restaurantes. En el año 2018, a 17,5 millones de chinos se les denegó el acceso a los vuelos debido a su baja condición de crédito social. Si bien los vecinos pueden ser alertados sobre la presencia de un ciudadano de categoría B, los nombres e imágenes de los ciudadanos C y D «aparecen en grandes pantallas» en sus ciudades y aldeas, y los mismos son avergonzados públicamente.

Increíblemente, en Occidente, el sistema de crédito social chino ha sido defendido por algunas personas como una forma de garantizar un recurso necesario y escaso, la confianza, al permitir que la comunidad empresarial identifique de inmediato a quienes tienen un historial de fraude o prácticas deshonestas. No obstante, Strittmatter señala que la deducción máxima, de 100 puntos, es aplicada no solo a los condenados por delitos graves, sino también a aquellos que han llevado a cabo «actividades religiosas ilegales» o han efectuado algún comentario sobre Taiwán, Hong Kong, el Tíbet o Sinkiang de una manera considerada no compatible con los lineamientos del PCCh.

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De China al mundo

El «sueño chino» del que tanto habla Xi Jinping no se limita a la vigilancia perpetua de los ciudadanos de la República Popular. Xi sueña con una vigilancia extendida a todo el mundo.

El mismo ha comenzado con oponentes, reales o imaginarios. Strittmatter cuenta cómo se mantuvo bajo vigilancia al activista defensor de los derechos humanos británico Benedict Rogers; sus amigos, vecinos e incluso su madre en Dorset fueron identificados y recibieron cartas difamatorias contra el mismo. La sinóloga neozelandesa Anne-Marie Brady, quien había expuesto las actividades de propaganda del Frente Unido en el extranjero, recibió amenazas de muerte. «Su hogar y oficina en Christchurch fueron allanados varias veces», y «la misma descubrió que alguien había irrumpido en su garaje y que su automóvil había sido manipulado».

Cuando un ejecutivo del fabricante de automóviles alemán Daimler publicó en Instagram un pensamiento espiritual del dalái lama, totalmente ajeno a China, el Tíbet o a la política, el mismo fue inmediatamente identificado. Su empresa fue amenazada con la suspensión de relaciones comerciales con China, por lo que la misma tuvo que disculparse por lo que llamó el «extremo error» de su gerente. Editoriales tales como Cambridge University Press y Springer también aceptaron retirar del mercado textos críticos con respecto al PCCh a fin de no perder el acceso al lucrativo mercado chino de publicaciones académicas. Los académicos favorables al PCCh reciben generosas financiaciones, pero quienes critican al Partido no pueden recibir visas: «para muchos sinólogos, eso significaría el fin de sus carreras». Los Institutos Confucio existentes en algunas universidades también muestran su desavenencia contra los académicos percibidos como contrarios al PCCh.

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Xi Jinping te quiere

No obstante, Xi Jinping no está contento con vigilar fuera de China solo a sus oponentes. Idealmente, le gustaría recopilar datos sobre todo el mundo. El mismo le ofrece el «modelo chino» a todos los países, de dos maneras diferentes. En primer lugar, algunos Gobiernos acuerdan cooperar con China en la implementación de sistemas de vigilancia similares, e ​​incluso compartiendo datos. Strittmatter (y, curiosamente, la Iglesia ortodoxa rusa) mencionan a Rusia, así como también a Etiopía, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Zimbabue. Este último se convirtió en el primer país en almacenar los datos de todos sus ciudadanos en China. Otros países son cortejados. Un diplomático europeo le dijo a Strittmatter que, «gracias a países como Hungría y Grecia, China ahora está prácticamente sentada en la mesa redonda de Bruselas» en la Unión Europea —y (este es un comentario personal y no efectuado por Strittmatter) esto sucedió antes de que Italia firmara el acuerdo Iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda y de que políticos con fuertes puntos de vista prochinos pasaran a formar parte del Gobierno italiano—.

La segunda forma de recopilar datos es ofrecerles a las grandes empresas privadas servicios de almacenamiento en China, con el persuasivo argumento de que son mucho más baratos que en otros lugares. Algunas aceptan. Las mismas les aseguran a sus clientes no chinos que los acuerdos firmados con el Gobierno chino garantizan la seguridad de los datos. No es que el PCCh se sienta obligado a respetar sus propias leyes, objeta Strittmatter, pero en este caso, una ley puesta en vigor en el año 2017 obliga a todas las empresas que operan en China a compartir todos los datos que guardan allí con el servicio de inteligencia y con la policía, si se les pide que lo hagan.

El libro de Strittmatter es de lectura obligatoria para todos aquellos que tratan con China, aún más ahora durante la epidemia de COVID-19. La pandemia creó la necesidad de recopilar datos sobre casi todos los seres humanos existentes en el planeta: si dan positivo al virus, las autoridades quieren saber con quién estuvieron en contacto los días anteriores. China ofrece sus tecnologías, y Huawei sus redes 5G para transmitir datos velozmente. El libro no solo prueba que el «modelo chino» es una receta para el control totalitario, sino que también les advierte a los políticos de los países democráticos que se aseguren de que los datos recopilados en sus países, particularmente los re

Por Massimo Introvigne para Bitter Winter

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