Redacción Tierra Pura
El coronavirus ha permitido que muchos países entren en razón acerca de la mala calidad de los productos chinos y, en el caso de los artículos sanitarios, los peligrosos que pueden ser estos para la salud humana. Pero, ¿por qué mientras todas esas naciones le recriminan en la cara al régimen chino su irresponsabilidad por vender estos productos, otras, a pesar de haber sido estafadas, no realizan ningún tipo de reclamo y miran para otro lado?
“No se recomienda su uso”
El domingo pasado el diario La Nación reportó que 175.000 test rápidos chinos, que habían sido comprados por una empresa argentina y donados al Estado nacional, son defectuosos y no sirven para monitorear la circulación del coronavirus.
La conclusión se desprende de un ensayo realizado por la Unidad Covid-19, un equipo de trabajo integrado por especialistas que se encuentra bajo la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología y el CONICET.
Los test fabricados por la compañía china Livzon Diagnostic cuentan con dos tiras que deberían detectar los anticuerpos que desprende el organismo ante la presencia del coronavirus, también llamado Virus PCCh (en referencia al Partido Comunista Chino). Y aquí está el problema.
Por un lado, el ensayo de la Unidad Covid-19 determinó que la tira del test para detectar al anticuerpo llamado IgM (inmunoglobulina M) muestra una “débil detección”. Es decir tiene una sensibilidad tan baja que directamente no se puede usar. La conclusión acerca de la efectividad del test no deja lugar a dudas: “NO SE RECOMIENDA SU USO”.
La otra tira, diseñada para detectar el anticuerpo IgG, también presenta falencias.
Los ensayos demostraron que casos “positivos” podrían pasar desapercibidos ya que se manifiestan mediante “una banda de luz tenue” en la tira, difícil de detectar a simple vista.
Peor aún, esta tira, que logra detectar ese único anticuerpo, con esa banda de luz que no es muy visible, también presenta una sensibilidad que se encuentra por debajo de los parámetros normales. De hecho, en los países donde se ha probado arrojó entre un 20% y un 80% de sensibilidad. Es decir, que muchas de las personas testeadas pueden tener el anticuerpo IgG y, a pesar de ello, no ser detectadas por el test.
Tal falla podría hacer subestimar el alcance de la pandemia ya que muchas personas, a pesar de ser portadoras del Virus PCCh, podrían dar “negativo” en el test. ¿Qué impacto puede tener semejante negligencia en el diseño de las políticas sanitarias de Argentina?
Aunque es impactante, en realidad la noticia no sorprende: en abril, India declaró que dejaría de usar y devolvería los miles de test que había recibido de la empresa Livzon Diagnostic (sí, los mismos test que se usaron en Argentina).
Pero en Argentina no hubo una respuesta semejante. Más bien todo lo contrario, el gobierno de Argentina salió a defender los test.
Las autoridades argumentaron que, ante estos resultados, redefinirían la estrategia sanitaria y solo se enfocarían en detectar el anticuerpo IgG.
“El Ministerio de Salud resolvió que los tests no iban a ser utilizados para IgM (por su baja sensibilidad a la infección reciente) y solo se mediría por IgG para medir en sangre los anticuerpos”, apuntaron voces gubernamentales tras ser consultadas por La Nación.
Agregaron que, en efecto, ante la poca visibilidad de la marca que brinda esta tira cuando se encuentra ante un caso positivo, se debe mirar “con una luz especial para confirmar los positivos tenues como positivos y llegar al 80% de sensibilidad”.
Algo no cierra…
Ciertamente, el caso argentino presenta sospechas desde varios puntos de vista.
En primer lugar, es raro que los 175.000 test fueran comprados por la compañía Petrocuyo sin el “ok” de la ANMAT, el organismo que se encarga de autorizar el uso de este tipo de instrumentos en el territorio nacional. De hecho, la ANMAT recién aprobó su uso cuando el cargamento ya estaba en el país (luego de un viaje especial de Aerolíneas Argentinas).
¿Es normal que una empresa arriesgue gastar USD 700.000 en productos que no se sabe si se van a poder usar?
Según informó La Nación, fue la embajada argentina en Beijing la que recomendó comprar los test a la compañía china Livzon Diagnostic…
En este marco cabe resaltar que el cargamento llegó al país luego de que las autoridades indias señalaran que esos mismos test (misma empresa, mismo modelo) eran defectuosos y que por lo tanto no los iban a utilizar e iban a abrir una investigación para saber qué pasó. El anuncio lo hizo el Consejo Indio de Investigación Médica, la principal agencia que se ocupa del brote del coronavirus.
Es más, varios estados de India informaron que las pruebas con estos test chinos habían dado resultados que no tenían sentido. Por ejemplo, las autoridades del estado de Rajastán dijeron que, al comienzo, utilizaron los kits en pacientes que ya tenían una infección confirmada de coronavirus, sin embargo en algunas de estas personas las pruebas dieron “negativo”.
En Galicia, España, se realizó una muestra con los mismos test, de unos 50 mil casos, y los resultados también dejaron atónitas a las autoridades: detectaron menos de 50 positivos, lo cual expone la poca fiabilidad de estos productos.
¿Acaso Argentina no sabía esto?
Una vez en Argentina, los test fueron aplicados en las estaciones de trenes de Retiro, Once y Constitución, pero solo a una escala muy baja, unos 1200, y es ahí donde, una vez más, se comprobó la falencia de los productos: los casos positivos detectados fueron solo 8.
En efecto, fueron científicos del CONICET que integran la Unidad Covid-19 quienes días atrás notificaron que los test son defectuosos: uno ni siquiera se puede usar y el otro solo tiene una efectividad muy por debajo del 95%, que es el parámetro normal.
Entonces, se puede presumir que hay personas que tienen coronavirus y siguen circulando por toda la zona metropolitana porque el test le dio negativo. ¿A cuántos individuos más contagiarán? ¿Cuán grande es la responsabilidad de la empresa china y de las autoridades argentinas?
En el escenario más permisivo, se puede entender que en el apuro por el avance de la pandemia, y teniendo en cuenta que era una donación privada, las autoridades argentinas no siguieron los protocolos y priorizaron la llegada y puesta en aplicación inmediata de los test, pero, entonces, ¿qué dijeron las autoridades médicas cuando se enteraron de todas estas fallas?
A pesar de reconocer las irregularidades que sus propios especialistas detectaron, las autoridades defendieron el uso de los test. Los argumentos fueron que los productos funcionan bien, que no están hechos para diagnosticar y que los van a utilizar solamente para un “estudio epidemiológico”. ¿Es la realidad? ¿Cuáles son las verdaderas razones que llevan a exponer tan débiles argumentos ante semejantes evidencias?
¿Por qué Argentina no sigue el camino de India y realiza una investigación sobre estos test?
Ante este marco de irregularidades, la diputada nacional Graciela Ocaña, con el apoyo de otros legisladores, presentó un pedido de informes manifestando preocupación por “todos los materiales que están ingresando de China”.
Cabe mencionar que Ocaña ha desentrañado muchos nichos de corrupción en el mercado sanitario argentino cuando fue interventora del PAMI ―el seguro de salud pública de los jubilados argentinos.
“Muchos países han tenido problemas con esta marca de test chinos y los devolvieron, esto sucedió por ejemplo en India. Queremos saber la fiabilidad de los test que se hacen en nuestro país y conocer cómo los adquirió la empresa [Petrocuyo]”, indicó la ex Ministra de Salud de la Nación en una conferencia de prensa el 13 de mayo.
En efecto, las denuncias de Ocaña toman como referencia lo que hizo India. Aún más, según informan los periodistas Iván Ruiz y Fabiola Czubaj de La Nación, en la Casa Rosada reconocen que los test traídos de China “no son lo que esperaban”. Entonces, ¿por qué Argentina no adopta una postura firme y sigue el camino de India?
La respuesta más plausible (aunque no necesariamente la única) es que el gobierno argentino sigue con la premisa de que decirle algo a China podría hacer peligrar los acuerdos comerciales con el gigante asiático.
Pero, ¿es así? ¿Está China en condiciones de presionar a la comunidad internacional teniendo en cuenta su responsabilidad en la pandemia y su negligencia al vender productos defectuosos?
Cabe mencionar que India tiene estrechos vínculos comerciales con China: el año pasado el comercio entre ambos países fue de 95.000 millones de dólares. Además, Nueva Delhi tiene un enorme déficit comercial con Beijing, de alrededor de 53.000 millones de dólares.
Sin embargo, al igual que otros países, India priorizó la salud de su población ante cualquier intento del régimen chino de amenazar con represalias.
En este marco, cabe resaltar (lo que amerita un desarrollo aparte) la digna respuesta de una enorme cantidad de países ante las deficientes mascarillas chinas. De hecho, son los propios médicos y enfermeras de distintos lugares del mundo que han denunciado que las mascarillas N95 traídas de China no sirven.
Es más, el propio personal médico de diversos hospitales públicos apunta que inclusive prefiere sacar dinero de su propio bolsillo para comprar mascarillas que sirvan y no usar las que el Estado compra (o recibe en donación) del régimen chino. Peor aún, estos productos han sido denunciados por ciudadanos chinos en China por haber sido ya usados o haber sido producidos en campos de trabajo forzado en pésimas condiciones higiénicas.
Pero si la excusa es que India es un país “grande” que se le puede plantar a China, hay otros casos para rebatir tal falacia: Tanzania anunció que no usará ni un solo test proveniente de China luego de que estos productos dieran “positivo” en coronavirus… ¡Tras ser aplicados en una papaya y una cabra!
Los ejemplos son muchos. El mundo está despertando, levantando su cabeza ante la amenaza china y llamando a las cosas por su nombre.
Argentina debe poner en primer lugar su soberanía, defender a su población y señalar a los inconscientes foráneos -y locales- que buscan lucrar con esta emergencia sanitaria. De esta forma, demostrará que está a la altura de la circunstancias y se sacará de encima la marca de la bestia cuando llegue la hora de rendir cuentas.
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