Por Liwei Fu para Tierra Pura

En las últimas décadas, el Partido Comunista chino (PCCh) ha trabajado duramente para que el mundo lo siga como un perro fiel. De esta forma, el régimen chino ha prometido beneficiar a quien lo obedeciera y abasteciera, atendiendo y complaciendo su feroz apetito, que implica el saqueo de recursos naturales, ganancias exorbitantes en negociados, establecer condiciones “esclavas” en acuerdos bilaterales e imponer deudas impagables; en fin, sacar la mayor ventaja posible y arrasar con todo lo que pueda. Bajo esta situación, muchos jefes de Estado que se beneficiaron con dinero o promesas de más poder, han dejado a sus países, sin que el pueblo lo sepa, bajo las garras del PCCh.  

La experiencia demuestra que el PCCh ha moldeado las relaciones geopolíticas de esta manera, hasta llegar al punto de que el mundo libre terminó concluyendo –erróneamente- que no es posible desasociarse del PCCh porque, de hacerlo, tendría que aislarse de la riqueza y prosperidad que Beijing le ha prometido.

Sin embargo, al mismo tiempo, todo el mundo es consciente de los feroces abusos a los derechos humanos que ocurren en China. De vez en cuando, se alza tímidamente una débil voz crítica occidental proveniente de algún jefes de Estado, que rápidamente es acallada, de alguna manera, para seguir haciendo negocios con el PCCh. Lamentablemente, muchísimas naciones cedieron sus principios para encajar con la cultura comunista; se sumergieron en la falta de moralidad, la falta de honestidad y la falta de creencia en lo divino. Paso a paso, la moralidad fue decayendo y el mundo se fue deteriorando.

Al parecer, Dios ya no puede esperar más que el mundo se despierte por sí mismo, ¿o acaso alguien piensa que Dios no sabe que la humanidad está hundida y perdida entre la avaricia y el miedo a perder su riqueza, y ya no puede despertarse? En este momento crucial, cabe preguntarse: ¿La aparición del virus PCCh puede ser incluso una ayuda y el ultimátum para que el mundo se despierte antes de que aparezca una calamidad aun más desastrosa de la cual nadie podría escapar?

 El mundo finalmente reacciona

A pesar de que el PCCh ha aportado 2.000 millones de dólares para combatir la pandemia, durante la Asamblea Mundial de la Salud (AMS) de este mes, 122 países, entre ellos el Reino Unido, Rusia, Canadá, Nueva Zelanda, todos los Estados miembros de la Unión Europea en la OMS e incluso 50 países africanos (que solían ser “el gran depósito de votos” del PCCh), convocaron a una investigación sobre la responsabilidad del PCCh en la trasmisión del coronavirus. La condena mundial al PCCh fue mucho más allá del ámbito de la salud pública para incluir aspectos políticos, diplomáticos, económicos y culturales.

Hay un dicho que resume, al menos hasta ahora, las  relaciones bilaterales con China: “No hay amigos inalterables, solo hay intereses inalterables”. Este mandato ha permanecido como norma en muchos casos a lo largo de los años.

Sin embargo, ¿quién seguiría dando su vida para enriquecerse cuando la situación evolucionó de un clima eufórico por los negocios a un miedo nunca antes visto por la aparición de un virus? Se trata de una elección definitiva para la humanidad.

Ahora, el mundo está sufriendo los daños causados por el virus comunista chino: se han perdido cientos de miles de vidas, muchísimas personas han perdido sus trabajos, los gobiernos han invertido sumas millonarias en la lucha contra la pandemia y la economía es un desastre.

Los Estados Unidos han reconocido que el PCCh es el enemigo más peligroso. El 13 de mayo, el Presidente Trump tuiteó: “He estado diciendo durante mucho tiempo que tratar con China (Partido Comunista de China) es algo que lleva mucho esfuerzo y tiempo. Acabamos de hacer un gran acuerdo comercial, la tinta apenas se ha secado, y el mundo está siendo golpeado por un pandemia de China, y 100 acuerdos comerciales no compensarán la pérdida – ¡todas las vidas inocentes perdidas!”.

El error de EE. UU. radica en su anterior y equivocado juicio sobre del PCCh. Desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Washington y Beijing en la década del 70, desde la Casa Blanca se pensó que la apertura de las puertas de China y el desarrollo económico empujarían a la dictadura comunista hacia la democracia. Sin embargo, mientras las empresas estadounidenses aumentaron sus inversiones en China, el dinero que ingresó alimentó y engordó al Partido Comunista chino, que llevó al país asiático a un capitalismo burocrático. Pero bajo un totalitarismo.

El exdictador chino Jiang Zemin brindando con el entonces presidente estadounidense Bill Clinton. (Imagen de archivo)
El entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton (der.), brinda con Jiang Zemin, exjefe del Partido Comunista chino, el 29 de octubre de 1997, en Washington, Estados Unidos (Imagen de archivo)

Estados Unidos y las grandes naciones libres trataron al PCCh como un partido político común y corriente y vieron al régimen comunista como un socio comercial normal; no se dieron cuenta (o no quisieron ver) la naturaleza malvada del PCCh. Prueba de ello es que luego del 4 de junio de 1989, cuando ocurrió la masacre de los estudiantes en Tiananmen, los países occidentales siguieron comerciando con el PCCh. En 1999, la pandilla del exdictador chino Jiang Zemin comenzó a perseguir a los practicantes de la disciplina espiritual budista Falun Dafa, lo que provocó una ola de denuncias en el extranjero contra Jiang, que vio luz verde en tribunales federales de España y Argentina, mientras que en Estados Unidos, bajo la presión del PCCh, no se apoyó a ninguna de estas causas, con el argumento de que el jefe de Estado gozaba de inmunidad. El gobierno de los Estados Unidos tampoco adoptó una posición firme y clara sobre la sustracción forzada de órganos a la que son sometidos los practicantes de Falun Dafa. Solo un tribunal independiente de Gran Bretaña dictaminó en 2019 que la sustracción de órganos perpetrada por el PCCh contra los practicantes espirituales de Falun Dafa, sigue existiendo.

En cuanto llegó al poder, Trump adoptó una posición dura contra China en cuestiones económicas, pero recién el año pasado comenzó a sancionar a los abusadores de los derechos humanos chinos. Aún en la actualidad, existe un gran número de instituciones en los Estados Unidos que cooperan con el PCCh, y la gran propaganda del régimen comunista se ha infiltrado fuertemente en el país, envenenando a los chino-americanos.

Ante la trasmisión del virus comunista chino y el encubrimiento de la pandemia por parte de las autoridades del régimen comunista, el mundo se dio cuenta de la toxicidad del PCCh y entendió inequívocamente que debía mantenerse alejado del PCCh. La sociedad internacional, que paradójicamente fue despertada por la pesadilla del virus comunista chino, está cambiando silenciosamente.

Hace poco, nueve bancos centrales firmaron un acuerdo de intercambio de divisas, pero no incluyeron al banco central chino; y en la red de intercambio tampoco se encuentra el yuan. Al parecer, se está formando una alianza que rechaza al PCCh y al RMB.

El mundo se está alejando del PCCh.

Separando al Partido Comunista chino de China

El actual líder del Partido Comunista Chino, Xi Jinping. (Imagen de archivo)
El actual líder del Partido Comunista chino, Xi Jinping. (Imagen de archivo)

El PCCh es un maestro en mezclar la diplomacia con el comercio, usando los negocios para amenazar y presionar en asuntos que tocan sus intereses. Son moneda corriente las notas intimidatorias que envían las embajadas chinas a las autoridades locales cuando algo no le conviene al PCCh. Estas presiones aparecen en un amplio abanico de segmentos, tales como cuando por ejemplo hay juicios locales en su contra, como en Argentina, cuando un juez valiente pidió la captura internacional del exdictador Jiang Zemin por considerar que había pruebas suficientes para demostrar que es culpable de los crímenes de lesa humanidad cometidos en la cruel persecución que ordenó a los creyentes chinos que practican Falun Dafa (causa judicial Nro. 17.885/2005 «LUO GAN JIANG ZEMIN s/ imposición de torturas y genocidio»). Además, las amenazas del PCCh en las sociedades libres aparecen para imponer programas “culturales”, condicionar temas relacionados con Taiwán y el Tíbet, prohibir la difusión de persecuciones religiosas (como la mencionada a los practicantes de Falun Dafa), etc.; la lista es larga.

La comunidad internacional tiene que saber distinguir al Partido Comunista chino de China, de la misma manera que, décadas atrás, Occidente separó al Partido Comunista de la Unión Soviética de la Unión Soviética. En aquel entonces, el mundo libre reconoció que la raíz del mal era el Partido Comunista de la Unión Soviética y que el pueblo soviético era su víctima.

El Partido Comunista chino de hoy es como el Partido Comunista de la Unión Soviética de aquel entonces, reconocido por el mundo por sus características dañinas. La comunidad internacional tiene que separar al PCCh de China, y reconocer que el pueblo chino también es su víctima.

La pandemia, un espejo que revela la verdadera naturaleza del PCCh

El destino del PCCh fue trazado por él mismo. El coro de críticas de la comunidad internacional contra el PCCh se está oyendo al unísono y más fuerte que nunca. Siguiendo la lógica de las antiguas profecías chinas, la tendencia está revelando que el Cielo destruirá al PCCh.

Los chinos con sabiduría deben poder distinguir que la comunidad internacional apunta al PCCh y no al pueblo chino. El pueblo chino debería amar a la nación china, pero no al PCCh. ¡El resto del mundo tiene que mantenerse lejos del PCCh para asegurar su seguridad y su salud!

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