Artículo original publicado por Epoch Times (español) AQUÍ.

La humanidad está desconcertada y preocupada por lo que acontece en el mundo, pero, de hecho, este caos, aparentemente improvisado, fue planificado hace mucho tiempo.

Un confinamiento obligatorio y masivo, sin un fin determinado, con las calles y negocios vacíos, brindan un escenario ideal para que los “revolucionarios” saqueen y destruyan todo a su paso.

Las imágenes de los disturbios violentos que acontecen hoy en día recuerdan a la Revolución Francesa, la Comuna de París, la Revolución de Octubre y la usurpación del poder por parte del Partido Comunista chino cuando gobernaba el Partido Nacionalista.

Ahora en los EE. UU., se ven acciones idénticas a las de aquellos movimientos. El común denominador es que son las típicas acciones de los izquierdistas intentando derrocar a un gobierno.

La buena noticia es que la gente de bien puede hacer virar la situación, pero primero tiene que entender cuál es el trasfondo que permitió que se llegara a este paso. Por eso, TierraPura.Org, compartirá, en series, el libro Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo, para que cada uno pueda conocer al verdadero enemigo de la humanidad y pueda posicionarse frente a ello.

AnteriorCómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo – Capítulo 1: Las estrategias del espectro para destruir a la humanidad

Capítulo 2: Tabla de contenidos

Introducción
1. Las obras satánicas de Karl Marx
2. El contexto histórico del marxismo
3. La Revolución Francesa
4. El comunismo debuta en París
5. Primero Europa, luego el mundo

Introducción

Muchas de las profecías vaticinadas en las religiones ortodoxas se han vuelto realidad, como lo hicieron las predicciones de Nostradamus y las profecías transmitidas en culturas de todo el mundo, desde Perú hasta Corea. En la historia china, han habido textos proféticos sorprendentemente precisos, desde la Dinastía Han hasta la Ming. [1]

Estas profecías nos muestran la importante verdad de que la historia no es un proceso de coincidencias, sino una obra teatral en la que cada secuencia de grandes eventos ya ha sido preestablecida. Al final de los tiempos, que también podría anunciar el comienzo de un nuevo ciclo histórico, todas las religiones del mundo están esperando una cosa: la llegada del Creador al reino humano.

Todas las obras teatrales tienen un punto culminante. A pesar de que el diablo hizo sus planes para destruir a la humanidad, el Creador tiene Sus medios para despertar a la gente del mundo, ayudarlos a escapar de las ataduras del diablo y ofrecerles salvación.  La última batalla entre el bien y el mal se está librando en la actualidad.

Las religiones ortodoxas en todo el mundo han predicho que en la era del regreso del Creador, el mundo estaría repleto de demonios, abominaciones y eventos amenazantes, dado que la humanidad ha perdido sus restricciones morales. Esto es el mundo de hoy.

El estado de degeneración que enfrentamos hoy ha tardado mucho en producirse. Comenzó hace cientos de años, con el ascenso de su fuerza impulsora central: el ateísmo y el engaño de la humanidad. Fue Karl Marx el que creó una ideología para abarcar el engaño en todas sus formas y fue Vladimir Lenin el que puso la teoría en brutal práctica.

No obstante, Marx no era ateo. Era un satanista y se convirtió en el demonio cuya misión era evitar que el hombre reconociera a su Creador al final de los tiempos.

1. Las obras satánicas de Karl Marx

Karl Marx publicó muchos libros a lo largo de su vida, los más conocidos son “El Manifiesto Comunista” de 1848 y los tres volúmenes de “El Capital”, publicados entre 1867 y 1894. Estas obras forman la base teórica para el movimiento comunista.

Lo que no es tan ampliamente conocido es que durante el curso de su vida, Marx entregó su alma al diablo y se convirtió en su agente en el reino humano. En su juventud, Marx había sido un devoto cristiano. Era un entusiasta creyente en Dios antes de ser vencido por su transformación demoníaca. En su poema “Invocación de un desesperado”, Marx escribió sobre su intención de vengarse de Dios:

Pues un dios ha arrebatado de mí todo
En la maldición y tormento del destino,
Todos sus mundos se han ido irrevocablemente
Solamente me resta la venganza.

Construiré mi trono en las alturas,
En una cumbre inmensa y fría.
Por su baluarte – supersticioso espanto.
Por su alguacil – la más negra agonía.

En una carta a su padre, con fecha del 10 de noviembre de 1837, Marx describió los cambios que estaba experimentando: “Una cortina cayó, mi más sagrado de los sagrados quedó hecho pedazos y nuevos dioses tuvieron que ser puestos en su lugar. (…) Un verdadero malestar tomó el dominio de mí y no seré capaz de calmar los espíritus alborotados hasta que esté en su querida presencia”. [2]

En su poema “La doncella pálida”, la voz lírica es de una joven mujer que abandona su amor por Cristo y sufre un espantoso final. Marx escribió:

Por tanto, el Cielo he perdido, esto yo bien lo sé.
Mi alma, otrora fiel a Dios, seleccionada está para el infierno.  [3]

La familia de Marx notó claramente sus cambios. En una carta anterior, con fecha del 2 de marzo de 1837, su padre le escribió: “Tu progreso, la querida esperanza de algún día ver tu nombre con gran reputación y tu bienestar mundano no son los únicos deseos de mi corazón. Estas son ilusiones que he tenido por mucho tiempo, pero puedo asegurarte que su realización no me habría hecho feliz. Solo si tu corazón permanece puro y late humanamente y si ningún demonio es capaz de alienar tu corazón de mejores sentimientos, solo entonces seré feliz”. [4]

Una de las hijas de Marx escribió que, cuando era niña, Marx les contaba a ella y a sus hermanas muchos cuentos de hadas. Su favorito era la sinuosa historia de Hans Röckle, un mago que siempre tenía poco dinero y que no tuvo otra opción más que vender sus encantadoras marionetas al diablo. [5]. Lo que Marx vendió al diablo a cambio de su éxito fue su propia alma.

Como se ve en los ejemplos anteriores, abandonar a Dios y asociarse con Satán es un tema común en la poesía de Marx. En “El Violinista”, Marx se expresa de forma lírica:

¡Cómo así! Clavo, clavo sin fallar
Mi sable negro de sangre en tu alma
Ese arte, Dios ni quiere ni conoce,
salta al cerebro desde la negra niebla del Infierno.
Hasta embrujar el corazón,
hasta que los sentidos titubean:
Con Satán he hecho mi trato.
Para mí da las señales y marca el compás.
Rápido y libre toco la marcha de la muerte. [6]

En la biografía “Marx”, el autor Robert Payne escribió que las historias que Marx contaba pueden ser consideradas una alegoría de su propia vida y que él parecía ser consciente de que estaba actuando en nombre del diablo. [7]

El alma de Marx se volvió malvada. En su ira contra Dios, consideró a lo divino como algo a destruir. El filósofo político estadounidense Eric Voegelin escribió: “Marx sabía que él era un dios creando un mundo. Él no quería ser la criatura. Él no quería ver el mundo desde la perspectiva de la existencia como criatura. (…) Él quería ver el mundo desde el punto de la coincidencia de los opuestos, esto es, desde la posición de Dios”. [8]

En su poema “Orgullo Humano”, Marx expresó su voluntad de desvincularse de lo divino y de ubicarse con ellos en una posición de igualdad:

Con desdén arrojaré mi guante
En la misma cara del mundo,
Y veré el colapso de este pigmeo gigante, sollozante
Cuya caída no ahogará mi ardor.
Entonces vagaré victorioso como un dios
Entre las ruinas de ese reino
Cada palabra es Obra y Fuego
y mi pecho igual al del Creador. [9]

Marx se rebeló activamente contra lo divino. Escribió: “Anhelo vengarme de Aquél que rige desde arriba”. Y: “La idea de Dios es el fundamento de una civilización pervertida. Debe ser destruida”. [10]

Poco después de que Marx muriera, su criada Helene Demuth dijo que durante su enfermedad, lo había visto realizando una especie de ritual de plegaria ante una fila de velas. Marx claramente creía en lo sobrenatural. [11]

A lo largo de la historia humana, grandes sabios enseñaron a los seres conscientes el camino hacia la iluminación y sentaron los cimientos de las civilizaciones del mundo. Jesucristo estableció el fundamento de la civilización cristiana y la sabiduría de Lao Tse es la base del Taoísmo, un pilar central de la filosofía china. En la antigua India, las enseñanzas de Sakya Muni condujeron al Budismo. Los orígenes de su sabiduría son un prodigio, ellos obtuvieron sus entendimientos a través de la iluminación en la cultivación espiritual, no de estudios comunes.

Las teorías de Marx hacían referencia a las obras de intelectuales anteriores, pero en definitiva se originaban del espectro perverso. En el poema “Sobre Hegel”, escribió:

Desde que encontré lo más alto de las cosas y también las profundidades de ellas,
Grosero soy como un Dios, oculto en la oscuridad como un Dios. [12]

Siguiendo los planes del espectro perverso, Marx entró al mundo humano y estableció la secta del comunismo para corromper la moral humana, con la intención de que la humanidad se vuelque contra lo divino y se condene a un eterno tormento en el Infierno.

2. El contexto histórico del marxismo

A fin de propagar el marxismo, el espectro estableció varias bases intelectuales y sociales. Pasaremos a examinarlas como el contexto para el surgimiento del comunismo.

Los intelectuales creen que la teoría de Marx estaba profundamente influenciada por Hegel y Ludwig Feuerbach, que fue uno de los primeros en negar la existencia de Dios. Feuerbach creía que la religión no era más que percatarse de lo “infinito de la conciencia”, es decir, que la gente inventó a Dios al imaginar sus propias habilidades a una escala mayor.  [13]

La teoría de Feuerbach echa luz sobre cómo el comunismo emergió y se propagó. Avances en la ciencia, la mecanización, los bienes materiales, la medicina y el ocio crearon la impresión de que la felicidad es una función de la riqueza material. Por lo tanto, cualquier insatisfacción debe surgir de limitaciones sociales. Parecía que a través del progreso material y el cambio social, la gente tendría los medios para construir una utopía sin necesidad de lo divino. Esta visión es el medio principal por el cual las personas son atraídas, y luego iniciadas, en la secta del comunismo.

Feuerbach no fue el primero en rechazar al Cristianismo y a Dios. David Friedrich Strauss cuestionó la autenticidad de la Biblia y de la divinidad de Jesús en su libro de 1835 “La vida de Jesús, críticamente elaborada”. Podemos rastrear tales ideas ateas hasta el Iluminismo de los siglos XVII y XVIII o, si es necesario, a los tiempos de los antiguos griegos. Pero ese no es el propósito de este libro.

A pesar de que Marx escribió “El Manifiesto Comunista” más de una década antes que la publicación de “El origen de las especies” de Charles Darwin, la teoría de la evolución brindó a Marx aparentes bases científicas. Si todas las especies evolucionaban como resultado de una “selección natural” y los seres humanos son meramente los organismos más avanzados, entonces no hay lugar para lo divino. 

En diciembre de 1860, Marx escribió a su asociado Friedrich Engels sobre la teoría de Darwin, elogiando “El origen de las especies” como “el libro que contiene los fundamentos de historia natural para nuestro punto de vista [materialismo histórico]”.  En una carta dirigida al filósofo socialista Ferdinand Lassalle en enero de 1862, Marx dijo: “El libro de Darwin es muy importante y me sirve como base científica natural para la lucha de clases en la historia”. [14]

La teoría de la evolución en el campo de las ciencias naturales y el materialismo en el campo de la filosofía ofrecieron al marxismo dos poderosas herramientas para engañar y reclutar seguidores.

La sociedad pasó por profundos cambios durante la vida de Karl Marx. Durante la primera Revolución Industrial, las fabricación artesanal fue reemplazada con la producción en masa. Los avances tecnológicos en la agricultura desocuparon el sobrante de trabajadores para que se mudaran a la ciudades y trabajaran duro en las fábricas. El libre comercio creó innovaciones en las ventas y el marketing. La industrialización fomentó el crecimiento de ciudades y el flujo de gente, información e ideas.

Luego de su exilio de Alemania, Marx se mudó a Francia, Bélgica y luego a Inglaterra, donde se instaló en el ambiente dickensiano de los barrios bajos de Londres. La segunda Revolución Industrial comenzó en los años tardíos de Marx, y trajo la electrificación, el motor de combustión interna y la manufactura química. La invención del telégrafo y del teléfono revolucionaron las comunicaciones.

Cada cambio convulsionó a la sociedad a medida que la gente se esforzaba por adaptarse a la nueva realidad de cambios tecnológicos. Muchos no podían seguir el ritmo, lo que llevó a la polarización de los que tenían y de los que no, crisis económicas y demás. Estas convulsiones crearon las condiciones para que se difundiera la visión de Marx de que las normas sociales y las tradiciones eran reliquias opresivas que debían ser destruidas. Al mismo tiempo, a medida que la tecnología hizo posible transformar la naturaleza a gran escala, la arrogancia de la humanidad creció.

En vez de ver al marxismo como el resultado de tendencias intelectuales prevalecientes en tiempos de convulsión social, es más apropiado entenderlo como parte de los planes a largo plazo del diablo para desestabilizar a la humanidad y cortar las conexiones entre el hombre y lo divino.

3. La Revolución Francesa

El impacto de la Revolución Francesa de 1789 fue enorme y de amplio alcance. Destruyó la monarquía, revirtió el orden social tradicional y comenzó un sistema de gobierno del populacho.

Friedrich Engels dijo: “Una revolución ciertamente es la cosa más autoritaria que hay; es el acto mediante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte mediante rifles, bayonetas y cañones –medios autoritarios, si es que los hay; y si la parte victoriosa no quiere haber luchado en vano, debe mantener este régimen por medio del terror que inspiran sus armas en los reaccionarios”. [15]

El Club de los Jacobinos, que tomó el poder después de la Revolución Francesa, sabía bien esto. Luego de la ejecución del Rey francés Luis XVI, el Reino del Terror del líder jacobino Maximilien Robespierre ejecutó a otras 70,000 personas, la mayoría de las cuales eran completamente inocentes. Generaciones posteriores escribieron en el epitafio de Robespierre:

Paseante, reza
No llores mi muerte;
Porque si yo viviera,
Tú estarías muerto en mi lugar. [16]

Las normas de terror político, económico y antirreligioso, practicadas por el Club de los Jacobinos en la Revolución Francesa, fueron un preludio para la tiranía de los partidos comunistas. Como precursor de las matanzas políticas de Lenin y Stalin, los revolucionarios franceses instauraron el Tribunal Revolucionario y colocaron guillotinas en París y otras comunidades. Los comités revolucionarios decidían si un prisionero era culpable, y agentes especiales de la Convención Nacional tenían autoridad sobre las subdivisiones militares y administrativas. Los sans-culottes, o proletariado, eran considerados la clase más revolucionaria.

Según la Ley de 22 de Pradial, promulgada el 10 de junio de 1794, se prohibió el asesoramiento legal previo y la defensa en juicio, y todas las condenas debían resultar en pena de muerte. En vez de evidencia, era válido basarse en rumores, deducciones y opiniones personales para llegar a un veredicto. La promulgación de la ley expandió enormemente el Reino del Terror, con un estimativo de 300,000 a 500,000 personas encarceladas como sospechosas. [17]

Asimismo, el terror económico de los Jacobinos pareció ser el prefacio del “comunismo de guerra” que Lenin implementaría en Rusia. El 26 de julio de 1793, abastecerse de granos se convirtió en un delito castigado con la muerte. Las fuerzas paramilitares conocidas como los armées révolutionnaires tenían el poder de saquear ciudades y pueblos, buscando granos almacenados en casas, graneros y almacenes. Quienes eran acusados de acaparamiento eran despedazados por las turbas o enviados a la guillotina. [18]

Uno de los mayores adversarios de los revolucionarios franceses fue la fe católica. Durante el Reinado del Terror, revolucionaros como Pierre Gaspard Chaumette establecieron una forma de ateísmo llamado el Culto de la Razón. Estaba basado en tendencias del Iluminismo y tenía la intención de reemplazar al Catolicismo. [19] El 5 de octubre de 1793, la Convención Nacional abolió el calendario cristiano e instauró el Calendario Republicano. El 10 de noviembre, la Notre-Dame de París fue rebautizada como el Templo de la Razón, en una ceremonia en la que una joven actriz estaba vestida como la Diosa de la Razón, un objeto de culto para las masas. Los mandatos del Culto a la Razón se implementaron rápidamente por todo París. En el transcurso de una semana, solo tres iglesias cristianas permanecieron en funcionamiento. París se llenó de terror religioso. Se arrestaron sacerdotes masivamente y algunos fueron ejecutados. [20]

La Revolución Francesa no solo aportó un modelo para el régimen soviético establecido por Lenin, sino que también estuvo estrechamente vinculada al desarrollo del marxismo.

Francois-Noёl Babeuf, un socialista utópico que vivió durante la Revolución Francesa y fue ejecutado en 1797 por estar involucrado en la Conspiración de los Iguales, propugnó la abolición de la propiedad privada. Marx consideraba a Babeuf como el primer comunista revolucionario.

Francia fue fuertemente influenciada por ideologías socialistas en el siglo XIX. La Liga de los Proscritos, que consideraba a Babeuf su fundador espiritual, se desarrolló rápidamente en París. El sastre alemán Wilhelm Weitling se unió a los Proscritos en 1835. Bajo su liderazgo, esa sociedad secreta se cambió el nombre a la Liga de los Justos.

En una reunión celebrada en junio de 1847, la Liga de los Justos se fusionó con el Comité Comunista de Correspondencia, liderado por Marx y Engels, para formar la Liga de los Comunistas. En febrero de 1848, Marx y Engels publicaron el trabajo fundacional del movimiento comunista, “El Manifiesto Comunista”.

Revoluciones e insurrecciones tuvieron lugar una tras otras a partir del fin del régimen napoleónico, afectando a España, Grecia, Portugal, Alemania, varias partes de Italia, Bélgica y Polonia. Para 1848, la revolución y la guerra se habían extendido por toda Europa, formando un ambiente óptimo para la propagación del comunismo.

En 1864, Marx y otros establecieron la Asociación Internacional de Trabajadores, también conocida como la Primera Internacional, lo que colocó a Marx como el líder espiritual del movimiento comunista de los trabajadores. Como líder, Marx trabajó para crear un grupo central de revolucionarios estrictamente disciplinados que movilizarían a los trabajadores hacia la insurrección. Al mismo tiempo, buscó razones para desterrar de la organización a quienes estaban en desacuerdo con él. Mikhail Bakunin, el primer gran marxista ruso, reunió muchos reclutas para el movimiento comunista, pero Marx lo acusó de ser un agente zarista y lo expulsó de la Primera Internacional. [21]

En 1871, la rama francesa de la Primera Internacional lanzó la primera revolución comunista: el ascenso al poder de la Comuna de París.

4. El comunismo debuta en París

La Comuna de París fue establecida luego de la derrota de Francia en la Guerra Franco-Prusiana de 1870. A pesar de que el Emperador Francés Napoleón III se había rendido, el ejército prusiano sitió París antes de retirarse. La humillación de haberse rendido, combinada con la agitación entre los trabajadores franceses, llevó a un levantamiento general en París, y la recientemente establecida Tercera República Francesa se retiró a Versalles, dejando un vacío de poder en la capital.

En marzo de 1871, la Comuna de París comenzó con la rebelión de turbas y bandidos armados de los peldaños más bajos de la sociedad, encabezada por socialistas, comunistas, anarquistas y otros activistas. El movimiento estaba afiliado con la Primera Internacional, la cual le ejercía una fuerte influencia. Apuntaba a utilizar al proletariado como el agente de la revolución para destruir la cultura tradicional y transformar la estructura política y económica de la sociedad.

Lo que siguió fue matanza y destrucción a escala masiva, a medida que los rebeldes devastaban las exquisitas reliquias, los monumentos y el arte de París. “¿En qué me beneficia que haya monumentos, óperas y café-concerts en los que no he puesto un pie porque no tengo dinero?”, escribieron los escritores franceses Edmond y Jules Goncourt. El diplomático estadounidense Wickham Hoffman, que estaba en París al momento de la Comuna, dijo: “Es amarga, implacable y cruel; y es, sin dudas, un triste legado de la sangrienta Revolución de 1789”. Un escritor y editor estadounidense, William Pembroke Fetridge, describió a la Comuna como “el [acto] más criminal que el mundo jamás haya visto” y “una revolución de sangre y violencia”. Sus líderes eran “malhechores despiadados (…) la basura de Francia (…) locos, ebrios de vino y sangre”. [22]

La lucha entre la tradición y la antitradición había comenzado en la Revolución Francesa y continuó desarrollándose ocho décadas más tarde. Louis-Auguste Blanqui, presidente honorario de la Comuna de París, dijo: “Francia comparte dos principios: el de la legitimidad y el de la soberanía popular. (…) El principio de la soberanía popular reúne a todos los hombres del futuro, las masas que, cansadas de ser explotadas, buscan destrozar el marco que las sofoca”. [23]

El extremismo de la Comuna se originó en parte de las ideas llenas de odio de Henri de Saint-Simon, un socialista utópico que creía que el bienestar de un país era proporcional a su número de trabajadores. Abogaba por la muerte de los ricos, a los que consideraba parásitos.

En la “Guerra Civil en Francia”, Marx describió a la Comuna como un estado comunista: “La antítesis directa del imperio era la Comuna. El reclamo de una ‘república social’,  que el proletariado parisino utilizó para dar comienzo a la Revolución de Febrero, no expresaba más que una vaga aspiración de una república que no debía solamente sustituir la forma monárquica de dominio de clase, sino el dominio de clase mismo. La Comuna era la forma positiva de esa república”. Además, escribió: “La Comuna tenía el propósito de abolir esa propiedad clasista que hace que el trabajo de muchos sea la riqueza de pocos”. [24]

La Comuna de París fue pionera en los métodos de una revolución comunista. Monumentos, como la Columna Vendôme que conmemoraba a Napoleón, fueron destruidos. Se saquearon iglesias, se asesinaron clérigos y se prohibió la enseñanza religiosa en las escuelas. Los rebeldes vistieron a las estatuas de santos con ropas modernas y colocaron pipas en sus bocas.

Tanto hombres como mujeres participaron en el salvajismo. Zhang Deyi, diplomático chino que estaba en París en ese tiempo, describió la situación en su diario: “Los rebeldes no solo incluían rufianes hombres; las mujeres también se unieron al vandalismo. (…) Comenzaron a hospedarse en edificios altos y a darse banquetes con exquisiteces. Pero su placer duró poco, puesto que ignoraban el peligro inminente. Al borde de la derrota, saquearon e incendiaron edificios. Invaluables tesoros quedaron reducidos a cenizas. Cientos de rebeldes femeninas fueron arrestadas y admitieron que fueron principalmente las mujeres quienes causaron el incendio”. [25]

No es de sorprender que la caída de la Comuna de París se viera acompañada de un violento frenesí. El 23 de mayo de 1871, antes de que cayera la última línea de defensa, los líderes de la Comuna ordenaron la quema del Palacio de Luxemburgo (sede del Senado Francés), del Palacio de las Tullerías y del Louvre. La Casa de la Ópera de París, el Ayuntamiento de París, el Ministerio del Interior, el Ministerio de Justicia, el Palais-Royal y los lujosos restaurantes y edificios de apartamentos de la clase alta a ambos lados de la Avenida Champs-Elysées también debían ser destruidos antes que dejarlos caer en manos del gobierno.

A las 7 p.m., miembros de la Comuna trasladaron brea, alquitrán y aguarrás e iniciaron incendios en múltiples ubicaciones por todo París. El magnífico Palacio de las Tullerías se perdió entre las llamas. Afortunadamente, los intentos por prender fuego el cercano Louvre se frustraron con la llegada de las tropas de Adolphe Thiers. [26]

Marx rápidamente reajustó su teoría tras la Comuna de París, y modificó “El Manifiesto Comunista” para que diga que la clase trabajadora no debía simplemente apropiarse del mecanismo estatal, sino colapsarlo y destruirlo completamente.

5. Primero Europa, luego el mundo

El manifiesto actualizado de Marx hizo que la naturaleza del comunismo fuera aún más destructiva y su influencia más generalizada. El 14 de julio de 1889, seis años después de la muerte de Marx, trece años después de la disolución de la Primera Internacional y cien años después de la Revolución Francesa, resucitó el Congreso Internacional de los Trabajadores. Marxistas se movilizaron nuevamente en lo que los historiadores llaman la Segunda Internacional.

El movimiento de trabajadores europeos se estableció rápidamente, guiado por lemas comunistas como “liberar a la humanidad” o “abolir las clases sociales”. Lenin luego dijo: “Los servicios provistos por Marx y Engels a la clase trabajadora se pueden expresar en pocas palabras: enseñaron a la clase trabajadora a conocerse y a ser consciente de sí misma, y sustituyeron la ciencia por sueños”. [27]

En “Cómo cambiar el mundo: reflexiones de Marx y el marxismo”, el historiador Eric Hobsbawm escribió: “La radiación del marxismo fue particularmente importante y general en algunos países de Europa, en los que prácticamente todo el pensamiento social, sin importar sus conexiones políticas con el movimiento socialista o el de los trabajadores, estaba marcado con la influencia de Marx”. [28] Se utilizaron mentiras y adoctrinamiento para infectar movimientos populares con la ideología comunista, lo que llevó a que cada vez más gente la aceptara. Para 1914, había cerca de 30 organizaciones socialistas mundiales y locales, e incontables sindicatos y cooperativas con muchos miembros empeñados en propagar el socialismo. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, los sindicatos tenían más de 10 millones de miembros y las cooperativas tenían más de 7 millones, muchos de los cuales eran socialistas.

Al mismo tiempo, el comunismo comenzó a propagarse a Rusia y Oriente a través de Europa. En la década de 1880, Lenin estudió “El Capital” y ya había comenzado a traducir “El Manifiesto Comunista” al ruso. Las autoridades zaristas rusas lo encarcelaron y enviaron al exilio por sus actividades políticos.

La Primera Guerra Mundial llevó al triunfo del comunismo en Rusia. En el momento de la Revolución de 1917 que derrocó al Zar Nicolás II, Lenin vivía en la Europa Occidental. Para fin de año, estaba de vuelta en Rusia y había tomado el poder con la Revolución de Octubre.

Rusia era una nación con tradiciones antiguas, una vasta población y abundantes recursos naturales. El establecimiento del régimen soviético en el territorio del país más grande del mundo fue de gran ayuda para el movimiento comunista mundial.

Así como la Primera Guerra Mundial colaboró en el ascenso de los comunistas rusos, la Segunda Guerra Mundial causó que el movimiento comunista se propagara por Eurasia y se tragara a China por completo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética se convirtió en una superpotencia con armas nucleares y manipuló los asuntos internacionales para promover el comunismo por todo el mundo.

Winston Churchill dijo: “Una sombra se cierne sobre los escenarios hasta hace poco alumbrados por la luz de la victoria de los Aliados. Nadie sabe qué pretende hacer la Rusia Soviética y su organización comunista internacional en el futuro inmediato, ni cuáles son los límites, si existe alguno, a su tendencia expansiva y proselitista”. [29]

Durante la Guerra Fría, el mundo libre se involucró en una feroz confrontación contra el campamento comunista, que se había propagado por cuatro continentes. Sin embargo, las naciones del mundo libre, aunque democráticas en su forma, lentamente se volvieron socialistas en esencia.

Referencias

1. Karl Marx, “Invocation of One in Despair,” in Early Works of Karl Marx: Book of Verse, Marxists Internet Archive, accessed August 28, 2019, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1837-pre/verse/verse11.htm.

2. Karl Marx, “Letter From Marx to His Father in Trier,” in The First Writings of Karl Marx, Marxists Internet Archive, accessed August 28, 2019, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1837-pre/letters/37_11_10.htm.

3. Karl Marx, “The Pale Maiden,” in Early Works of Karl Marx: Book of Verse, Marxists Internet Archive, accessed August 28, 2019, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1837-pre/verse/verse24.htm.

4. Heinrich Marx, as quoted in Richard Wurmbrand, Marx & Satan (Westchester, Ill.: Crossway Books, 1986), 21.

5. Eleanor Marx-Aveling, “Biographical Notes on Marx’s Literary Interests,” in Marx and Engels On Literature and Art, Marxists Internet Archive, accessed April 18, 2020, https://marxists.catbull.com/archive/marx/bio/marx/eleanor-literature.htm.

6. Karl Marx, “The Fiddler,” in Early Works of Karl Marx: Book of Verse, Marxists Internet Archive, accessed August 28, 2019, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1837-pre/verse/verse4.htm.

7. Robert Payne, Marx (New York: Simon and Schuster, 1968).

8. Eric Voegelin, From Enlightenment to Revolution, ed. John H. Hallowell (Durham, NC: Duke University Press, 1975), 298–299.

9. Karl Marx, “Human Pride,” in Early Works of Karl Marx: Book of Verse, Marxists Internet Archive, accessed August 28, 2019, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1837-pre/verse/verse20.htm.

10. Marx, as quoted in Wurmbrand, Marx & Satan, 2.

11. Wurmbrand, Marx & Satan, 28.

12. Karl Marx, “On Hegel,” in Early Works of Karl Marx: Book of Verse, Marxists Internet Archive, accessed August 28, 2019, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1837-pre/verse/verse15.htm.

13. Ludwig Feuerbach, “Essence of Religion in General,” The Essence of Christianity, Marxists Internet Archive, accessed August 28, 2019, https://www.marxists.org/reference/archive/feuerbach/works/essence/ec01_1.htm.

14. Karl Marx, as quoted in I. Bernard Cohen, Revolution in Science (Cambridge, Mass.: The Belknap Press of Harvard University Press, 1985), 345.

15. Friedrich Engels, “On Authority,” in The Marx-Engels Reader, Marxists Internet Archive, accessed April 18, 2020, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1872/10/authority.htm.

16. “Robespierre’s Epitaph,” The Tomahawk (January 9, 1796), Romantic Circles, accessed September 6, 2019, https://www.rc.umd.edu/editions/warpoetry/1796/1796_2.html.

17. C.W. Crawley, ed., The New Cambridge Modern History, Vol. 9, War and Peace in an Age of Upheaval 1793–1830, (Cambridge, UK: Cambridge University Press, 1965), 280–281.

18. Miguel A. Faria Jr., “The Economic Terror of the French Revolution,” Hacienda Publishing, July 1, 2003, accessed April 18, 2020, https://haciendapublishing.com/articles/economic-terror-french-revolution.

19. Gregory Fremont-Barnes, Encyclopedia of the Age of Political Revolutions and New Ideologies, 1760–1815 (Westport, CT: Greenwood Press, Inc., 2007), 119.

20. William Henley Jervis, The Gallican Church and the Revolution (London: Kegan Paul, Trench, & Co., 1882).

21. W. Cleon Skousen, “The Founders of Communism,” in The Naked Communist (Salt Lake City, UT: Ensign Publishing Company, 1962).

22. John M. Merriman, Massacre: The Life and Death of the Paris Commune (New York: Basic Books, 2014).

23. Louis-Auguste Blanqui, “Speech Before the Society of the Friends of the People,” in Selected Works of Louis-Auguste Blanqui (Scotts Valley, CA: CreateSpace Independent Publishing Platform, 2011), 15.

24. Karl Marx, “The Paris Commune,” in The Civil War in France, Marxists Internet Archive, accessed April 19, 2020, https://www.marxists.org/archive/marx/works/1871/civil-war-france/index.htm.

25. Zhang Deyi 張德彝, San shu qi 三述奇 [The Third Diary], (Shanghai: Shanghai Guji Chubanshe, 1995 [上海古籍出版社 ]). [In Chinese]

26. Merriman, Massacre.

27. Vladimir Lenin, “Frederick Engels,” in Lenin Collected Works, vol. 2 (Moscow: Progress Publishers, 1972), Marxists Internet Archive, accessed April 19, 2020, https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1895/misc/engels-bio.htm.

28. Eric Hobsbawm, How to Change the World: Reflections on Marx and Marxism (New Haven, CT, and London: Yale University Press, 2011), 214.

29. Winston Churchill, “The Sinews of Peace (‘Iron Curtain Speech’)” (speech, Westminster College, Fulton, MO, March 5, 1946), International Churchill Society, accessed April 19, 2020, https://winstonchurchill.org/resources/speeches/1946-1963-elder-statesman/the-sinews-of-peace.

«Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo» es un libro del equipo editorial de Nueve comentarios sobre el Partido Comunista chino.

Artículo original publicado por Epoch Times (español) AQUÍ.

Continúa con: Cómo el espectro del comunismo rige nuestro mundo – Capítulo 3: Tiranía en Oriente.

Envía tu comentario

Subscribe
Notify of
guest
0 Comentarios
Más antiguos
Recientes
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios

Últimas