Redacción Tierra Pura

En el medio de la crisis desatada por la pandemia del coronavirus, Naciones Unidas (ONU) advirtió en abril que el virus PCCh provocará una crisis alimentaria. Incluso tildó a esta como “una pandemia del hambre” de “proporciones bíblicas”. Como China tiene el control de las principales organizaciones de la ONU, esta advertencia podría haber sido emitida para servir de apoyo al Partido Comunista chino (PCCh), con el propósito de desviar la atención del mundo sobre el crimen contra la humanidad que cometió Beijing al encubrir el virus PCCh.

Rápido de reflejos, el presidente estadounidense Donald Trump aparentemente percibió que podría haber un problema de abastecimiento de alimentos, y el 28 de abril firmó una Orden Ejecutiva sobre la “Delegación de Autoridad en virtud de la Ley de Producción de Defensa de 1950 con respecto a los recursos de la cadena de suministro de alimentos durante la emergencia nacional causada por el brote de COVID-19”.

Trump declaró que las plantas de procesamiento de carne son “infraestructuras críticas, en un esfuerzo por asegurar que las instalaciones de todo el país permanezcan abiertas mientras el gobierno trata de prevenir la inminente escasez de carne de cerdo, pollo y otros productos como resultado del coronavirus”.

No parece una coincidencia que solo un día después, el 29 de abril, el PCCh emitió un aviso de emergencia, desde 11 dependencias gubernamentales, incluida la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China, ordenando a todas las localidades del país que aseguraran la provisión de alimentos. En esa alerta, también llamó a combatir las plagas de langostas que se cree que llegarán a China en junio o julio.

El avance de las langostas y el fin de los tiempos

“Nube” de langostas. (Imagen de archivo)

Esto no solo lo anticiparon los especialistas en langostas o los expertos climáticos sino que ya estaba vaticinado en las profecías antiguas. Dado que no hay esperanza de que la ciencia invente una vacuna para detener el hambre en la raza humana, lo único que queda es mirar al Cielo. Aunque el comunismo niega la existencia de Dios, el PCCh no puede no temer a las antiguas profecías celestiales chinas, que predijeron que, además de epidemias contagiosas, las langostas y el hambre serán los acontecimientos del fin de los tiempos.

Ciertamente, China está muy preocupada por las langostas. Estos insectos del desierto ya han devastado cultivos y plantas en varios países de África Oriental y las “nubes” de langostas se han propagado a India y Pakistán. Según las condiciones climáticas, estas plagas podrían llegar a la región china de Xinjiang a través de Kazajistán o a Yunnan, en el suroeste de China, a través de Myanmar.

¿Podría ser el hambre la próxima pandemia?

El comercio de alimentos ya está afectado por el virus PCCh. Con el cierre de ciudades y países en todos los continentes en respuesta a la pandemia, muchas naciones anunciaron la prohibición de las exportaciones de granos para proteger su propio suministro interno de alimentos.

Con millones de chinos sin trabajo como resultado de la pandemia, si ocurre algún desastre natural que dañe las cosechas -como plagas de langostas o sequías-, seguramente habrá escasez de alimentos e incremento de precios en el “gigante asiático”. Esto representará un nuevo problema para el PCCh y una nueva amenaza a su control absoluto sobre la población.

El mundo también sabe que una de las consecuencias de la pandemia puede ser la falta de alimentos. Por eso, las naciones están preservando sus propias cosechas. Es simplemente una cuestión de supervivencia.

El régimen comunista chino sabe que no puede resolver el problema de la escasez de comida con sus métodos usuales (totalitarios), porque no es posible producir instantánea y masivamente alimentos, como si fueran mascarillas. Tampoco puede comprar granos y alimentos “de un día para el otro”, especialmente cuando todo el mundo tiene que lidiar con el mismo problema. ¡Y tampoco puede poner en cuarentena a millones de personas hambrientas para “eliminar el hambre”!

Hay 3 tareas que enfrenta el PCCh ahora: incautar gente, dinero y comida. Es decir, juntar a países y gente a su lado para resistir a los EE. UU. y a otros países democráticos; incautar dinero frente a una deteriorada economía y las demandas mundiales por compensación debido al virus; buscar y guardar alimentos. Este último ítem es el más importante, ya que, como se dijo, no puede resolver el problema del hambre con métodos totalitarios. Pero la preocupación del régimen chino no es por la muerte del pueblo por inanición, sino porque sabe que el hambre causará la inestabilidad de su sistema absolutista.

El PCCh ya se está organizando para asegurarse el suministro de alimentos, como lo hizo silenciosamente con los productos sanitarios. Ya a fines de diciembre de 2019, o incluso antes, cuando todavía ni la OMS ni China parecían “tener conocimiento” de un virus contagioso, el PCCh había ordenado a las embajadas chinas de todo el mundo que instaran a todos los chinos en el exterior a que compraran tantas mascarillas y suministros médicos como fuera posible “para su patria”.

Así que cuando el virus comenzó a propagarse por todo el mundo, esos países se encontraron con que no tenían stock de esos productos, ya que todo se había enviado a China. No solo cargamentos de millones de suministros médicos fueron enviados por vías aéreas y marítimas hacia China desde todo el mundo, sino que en esas semanas las sucursales de todos los correos privados, como Federal Express y DHL, tenían largas filas de chinos con pilas de cajas esperando para enviar al país asiático.

Ahora, ha llegado el turno de los alimentos: el régimen comunista chino está tratando de conseguirlos por todos lados, pero no es tan fácil como con las mascarillas.

La situación mundial hace que no sea tan fácil abastecerse de alimentos

Los países productores de arroz a lo largo del río Mekong están muy molestos con el PCCh, que construyó 11 presas en su parte superior. Debido al problema de la sequía, el mencionado río ya tiene un nivel de agua peligrosamente bajo, y los países del curso inferior necesitan agua para los cultivos de arroz. Con las presas, China mantiene el control sobre el agua, y si las autoridades deciden cerrar las compuertas, los campos de arroz de Camboya, Vietnam y Tailandia, entre otros países, sufrirán por falta de agua.

Por ahora Kazajistán está guardando su harina y trigo, Vietnam e India el arroz y Camboya los recursos apícolas y el arroz. Países como Arabia Saudita y Egipto están aumentando fuertemente la compra de alimentos, afectando los precios de los mismos.

Argentina, uno de los principales exportadores mundiales de soja y trigo, así como de carne, silvicultura y pesca 

Barco con cargamento de soja

En este marco, no es de extrañar que el régimen comunista chino quiera todo de Argentina (pero sin gastar dinero).

Los países cuya matriz productiva está basada en la agricultura, como Argentina, necesitan más que nunca un buen programa estatal para atesorar los recursos naturales y, aprovechando la necesidad mundial, dar oportunidades a los campos productores para exportar y traer las divisas que  generen prosperidad para el propio país y su pueblo.

El 9 de junio, el periodista Laureano Pérez Izquierdo publicó una nota en Infobae titulada “Wolf Warrior, la política que busca imponer China en el mundo y su deseo sobre América Latina tras el coronavirus”.

“En la Argentina, por ejemplo, la anunciada expropiación por parte del gobierno local de Vicentin -una gigantesca empresa agrícola- ilusionó a la jerarquía asiática. Es que en 2016, China Oil and Foodstuffs Corporation (Cofco) -la mayor empresa alimenticia estatal- compró Nidera, otro de los emporios cerealeros argentinos. Ambas administraciones, unidas, podrían desequilibrar el mercado al concentrar más del 20 por ciento de la producción. Una soberanía (alimentaria)… compartida”, destaca Izquierdo.

“En Beijing hacen cuentas: una asociación con la compañía argentina tomada por la Casa Rosada les permitiría fijar precios en la cadena de comercialización de granos. Pero también estarían en condiciones de soñar a lo grande: quedarse, por qué no, con el canal hídrico que atraviesa el corazón agrícola que llega hasta los puertos de Paraguay. Los exportadores de esa cuenca -los de aquel país, los del sur de Brasil, y los de Uruguay– encienden sus luces de alarma. Una gestión china podría encarecer tanto sus operaciones en la región que haría inviable el negocio”, analiza el periodista.

Este excelente artículo de Izquierdo alerta la importancia de que el gobierno ayude a las empresas locales en crisis para mantener la soberanía alimenticia del país. Especialmente, porque hay otros casos similares que definitivamente le interesan a Beijing, todos del rubro alimenticio, como la empresa Molino Cañuelas (productora del aceite Cañuelas, la harina Pureza y los bizcochos 9 de Oro, entre otros alimentos). ¿Estas gigantes alimenticias también podrían enfrentar el mismo destino (la expropiación) que Vicentin? Justamente todos estos alimentos necesita y quiere el PCCh.

No es fácil mantener una empresa y asegurar puestos de trabajo en Argentina: por los altos impuestos (la segunda presión fiscal más alta del mundo para empresas), por las cargas sociales y por el poco apoyo estatal. La expropiación solo beneficia a unos pocos y daña al país. Sin ir más lejos, podemos ver los resultados de estas medidas en Venezuela y Cuba. Cualquier gobierno democrático no avanza tan livianamente sobre la propiedad privada.

Conseguir empresas argentinas es puro beneficio para el PCCh. No solo porque son baratísimas por el alto nivel de apalancamiento, y el PCCh ya tiene experiencia en cómo sacar provecho de esto en las negociaciones, sino porque, en cuanto sean adquiridas, pueden “inundarse” de trabajadores chinos, evitando, de esta forma, las leyes laborales locales. Asimismo, por eventuales acuerdos con el gobierno de turno, es probable que gocen de algún régimen de exención fiscal, bajo el manto de “beneficios impositivos por inversiones”.

Así, para asegurar su beneficios, la mirada del régimen comunista chino apunta, con más precisión que nunca, a Argentina. Si capitales chinos pasan a ser dueños de varias empresas alimenticias locales, el PCCh se asegurará un permanente envío de alimentos hacia China, con precios bajos y sin ninguna restricción.

De hecho, como es sabido, compañías chinas ya están operando en Argentina, extrayendo y llevándose recursos naturales, exportando alimentos y pescando en la zona económica exclusiva del Mar Argentino. Es un paraíso para China. Estas operaciones, mediante acuerdos previos firmados con diferentes gobiernos, gozan de extraordinarios beneficios impositivos vigentes por inclusive 99 años. Además, empresas chinas han estando construyendo puertos y vías que aseguran el traslado directo de los recursos naturales desde el interior de Argentina hasta sus barcos. Por último, y no por eso menos importante, la escasez del llamado oro líquido, el agua, ya es un problema grave de China, y es por eso que desde hace años, Beijing se está llevando (gratuitamente) el agua dulce de la Patagonia. De esta forma, Argentina ha pasado a ser, de facto, como una colonia de China, sin derecho a exigir algún tipo de pago por la extracción de sus propios recursos naturales.

Gran parte del mundo ha descubierto las verdaderas intenciones del PCCh y se está despertando, y es por eso que Beijing no lo puede manipular más. Pero hay países en Latinoamérica que no se han dado cuenta (o no quieren darse cuenta) de ello. Por eso, el régimen chino todavía puede seguir con su juego de “amistad del dinero”, corrompiendo a funcionarios locales en la región. En este marco, Argentina es una presa ideal para el PCCh por los preciados recursos que posee para abastecer a China, casi gratuitamente. Por lo menos, los antiguos países colonialistas, como Inglaterra, habían dado trabajo a la población local. Pero el PCCh ni siquiera hace esto, ya que trae trabajadores chinos, muchos de ellos son prisioneros, bajo acuerdos de inmigración especial firmados con Argentina.

Mientras tanto, los argentinos se quedarán sin trabajo y además sin derecho a sus recursos. Y encima de todo, el PCCh, con el control de la gran fuente argentina de alimentos, exportará, como nuevo dueño de estos, a países que los necesiten, como lo hizo con las mascarillas y suministros médicos durante la pandemia… El PCCh sabe calcular bien, pero el costo lo pagan otros. ¿Las expropiaciones serán, de hecho, para el régimen comunista chino?

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