Traducido de Bitter Winter por TierraPura.org
Para el régimen chino, sustraer y vender órganos de presos de conciencia es un gran negocio. Los países democráticos deberían dejar de mirar hacia otro lado.
Una de las atrocidades que se cometen hoy en día, y de la que se sabe o se cree poco, es el asesinato en masa, la tortura y el lucro a partir de la sustracción forzada de órganos en China. Es imperativo que estos crímenes se conozcan ampliamente, y que se tomen urgentemente medidas internacionales efectivas como respuesta.
Las principales víctimas son los presos de conciencia, especialmente practicantes de la disciplina espiritual de la Escuela Buda Falun Gong. Un segundo grupo importante que evidentemente se está ‘preparando’, son los musulmanes uigures. También hay pruebas de que los budistas tibetanos y algunos grupos cristianos se encuentran entre las víctimas. Ya sea por su origen étnico o creencias, estos grupos han sido atacados sin piedad por el desafío ideológico que representan al Partido Comunista Chino (PCCh), especialmente en el caso del creciente número de practicantes de Falun Gong. Estas personas espirituales tratan de vivir su vida adaptando su conducta a los principios de Verdad, Benevolencia, Tolerancia. En 2006 se descubrió que son víctimas que mueren en el proceso de sustracción de órganos y cuyos cuerpos son posteriormente cremados.
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El autor de esta atrocidad es la maquinaria del Partido Comunista chino, que opera a escala industrial. Se cree que en la región hay de 60.000 a 100.000 trasplantes de este tipo cada año, de corazón, pulmón, riñón, hígado y córnea a la venta en una industria que vale miles de millones de dólares. Este es un gran negocio para el régimen chino, ya que sus ciudadanos más ricos, además de los ricos que residen en EE. UU., Reino Unido y de todo el mundo, reciben estos trasplantes; algunos seguramente saben -otros menos- de dónde provienen los órganos “donados”. Algunos países han tomado medidas contra este tipo de “turismo de trasplantes”, incluidos Taiwán, Israel, España e Italia. Otros siguen siendo cómplices de este crimen de lesa humanidad.
¿Genocidio?
La Convención de las Naciones Unidas sobre el Genocidio de 1948 define el genocidio como “actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. El año pasado, el Tribunal de China -un tribunal independiente dirigido por Sir Geoffrey Nice QC- concluyó que la sustracción forzada de órganos se estaba llevando a cabo en China y lo había estado haciendo a escala masiva durante muchos años, y señaló:
“Hay un deber para quienes tienen el poder de iniciar investigaciones y procedimientos en tribunales internacionales o en la ONU para probar si se ha cometido un genocidio. Deben actuar inmediatamente para determinar la responsabilidad por cualquier acto contrario a las disposiciones de la Convención sobre el Genocidio”.
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El mismo Tribunal de China no llegó a la conclusión de que se estaba llevando a cabo un “genocidio” como tal, dado que la intención no es tan sencilla, ya que la sustracción forzada de órganos por parte del PCCh no se trata solo de eliminar a los practicantes de Falun Gong, uigures y otros, también sobre explotar económicamente, recaudando grandes sumas de dinero con sus órganos. En otras palabras, este componente económico “extra” para China funciona astutamente para obstaculizar la acusación directa de genocidio. En cualquier caso, el tribunal consideró a China como un “Estado criminal”. La cuestión del genocidio aún no ha sido determinada por la ONU.
Complicidad estratégica
El entusiasmo de continuar y ampliar el comercio con China tiende a hacer que sea demasiado incómodo para los gobiernos y el sector privado examinar adecuadamente las pruebas disponibles de la sustracción forzada de órganos. ¿Podrían actuar de otra manera si creyeran que la historia los vería debidamente avergonzados por este asunto? Parece que todavía siguen esperando salirse con la suya ignorando deliberadamente la evidencia, así como muchos gobiernos tildaron a Nelson Mandela de terrorista, y continuaron felizmente haciendo negocios con Sudáfrica, apoyando el régimen de apartheid. Tales estilos amorales/inmorales y egoístas de gobierno y negocios facilitan naturalmente los crímenes y, en última instancia, las atrocidades masivas.
Dada la falta de liderazgo moral en este tema por parte de los sectores políticos, ¿podría una protesta pública internacional cambiar la situación económica y, por lo tanto, el curso de esta situación monumentalmente vergonzosa? Seguro que sí. Pero quién sabe cuán fuerte, cuán efectivo, podría llegar a ser un grito así en este momento, en un mundo donde el discurso y la atención están tan ocupados con otras preocupaciones… Solo podemos empezar a investigar esto por nosotros mismos, y contarle a cualquiera que esté dispuesto a escuchar.