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Capítulo anterior: Parte 7 – Sobre la historia de matanza del Partido Comunista chino

Prólogo

La caída del bloque socialista encabezado por la Unión Soviética ocurrida a principios de la década de 1990 señaló el fracaso del comunismo luego de casi un siglo de existencia. Sin embargo, contra todos los pronósticos, el PCCh sobrevivió y aún gobierna China, una nación cuya población representa un quinto de los habitantes del mundo. Surge un interrogante inevitable: el PCCh de hoy ¿es verdaderamente comunista?

Nadie en la China de hoy cree en el comunismo, empezando por los miembros del Partido. Luego de cincuenta años de socialismo, el PCCh ha adoptado la propiedad privada e incluso tiene una bolsa de valores. Busca capitales extranjeros para iniciar nuevos emprendimientos, mientras explota a trabajadores urbanos y rurales, prácticas que están en las antípodas de los ideales del comunismo. Pese a practicar el capitalismo, el PCCh mantiene un control autocrático sobre el pueblo de China. La Constitución, en su reforma de 2004, establece que “el pueblo multiétnico de China reafirma su adhesión al sistema de dictadura democrática y a la vía socialista del pueblo bajo la conducción del Partido Comunista Chino y la guía del marxismo-leninismo, la ideología de Mao Zedong, la teoría de Den Xiaoping y el pensamiento fundamental estipulado en los ‘Tres Representantes’…”.

“El leopardo ha muerto, pero todavía queda su piel.”1 El PCCh hace verdad esta frase ya que continúa gobernando desde la piel del comunismo y la usa para sostener su régimen en China.

¿Cómo es la piel que heredó el Partido, es decir, el núcleo de su organización?

I. Los rasgos sectarios del PCCh

El Partido Comunista es en esencia una secta perversa que daña a la humanidad.

Si bien nunca se definió como una religión, el Partido Comunista tiene todos los rasgos de una de ellas (tabla 1). Durante su conformación, proclamaba que el marxismo era la verdad absoluta. Veneraba a Marx como su Dios espiritual y exhortaba al pueblo a plegarse a una lucha inacabable para construir un “paraíso comunista en la tierra”.

Tabla 1. Los rasgos religiosos del PCCh

Formas básicas de una religión

1. Iglesia o plataforma (podio)

Las formas correspondientes del PCCh

Todos los niveles del comité del Partido; la plataforma desde las reuniones partidarias hasta el control total sobre los medios de prensa

Formas básicas de una religión

2 .Doctrinas

Las formas correspondientes del PCCh

Marxismo-leninismo, la ideología de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping, los “Tres Representantes” de Jiang Zemin y la Constitución del Partido

Formas básicas de una religión

3. Ritos de iniciación

Las formas correspondientes del PCCh

Ceremonia donde se toman juramentos de lealtad eterna al PCCh

Formas básicas de una religión

4. Compromiso hacia una única religión

Las formas correspondientes del PCCh

Un miembro sólo puede creer en el Partido Comunista

Formas básicas de una religión

5. Sacerdotes

Las formas correspondientes del PCCh

Secretarios del Partido y funcionarios de todos los niveles partidarios

Formas básicas de una religión

6. Adoración a Dios

Las formas correspondientes del PCCh

Ataque a los diversos dioses, para después establecerse como un Dios sin nombre

Formas básicas de una religión

7. La muerte se identifica como “ascender al cielo o descender al infierno”

Las formas correspondientes del PCCh

La muerte se conoce como “ir a ver a Marx”

Formas básicas de una religión

8. Escrituras

Las formas correspondientes del PCCh

Las teorías y escritos de los líderes del Partido Comunista

Formas básicas de una religión

9. Predicación

Las formas correspondientes del PCCh

Asambleas de todo tipo; discursos de los líderes

Formas básicas de una religión

10. Recitado y estudio profundo de las escrituras

Las formas correspondientes del PCCh

Estudios políticos; asambleas o actividades rutinarias para los miembros del Partido

Formas básicas de una religión

11. Himnos (cantos religiosos)

Las formas correspondientes del PCCh

Canciones de alabanza al Partido

Formas básicas de una religión

12. Donaciones

Las formas correspondientes del PCCh

Cuotas obligatorias de membresía; asignación arbitraria del presupuesto gubernamental, que se compone de dinero que proviene del sudor y la sangre del pueblo, para uso del Partido

Formas básicas de una religión

13. Castigos disciplinarios

Las formas correspondientes del PCCh

Medidas punitivas dictadas por el Partido que van desde “arresto domiciliario e investigación” y “expulsión del Partido”, hasta torturas seguidas de muerte y castigos a parientes y amigos del acusado

El Partido Comunista se distingue claramente de cualquier religión recta. Toda religión ortodoxa cree en Dios y la benevolencia, y tiene como fines enseñar moral a la humanidad y salvar almas. El Partido Comunista no cree en Dios y se opone a la moral tradicional.

Las acciones del Partido Comunista lo confirman como una secta perversa. Las doctrinas comunistas se basan en la lucha de clase, la revolución violenta y la dictadura del proletariado, y han conducido a la denominada revolución comunista, teñida de sangre y violencia. El terror rojo desatado por el comunismo lleva ya casi un siglo de existencia: es responsable de grandes catástrofes en decenas de países y la pérdida de innumerables vidas humanas. El credo comunista, que creó un infierno en la tierra, simplemente se trata de la secta más perversa del mundo.

Las características sectarias del Partido comunista pueden resumirse en los seis títulos siguientes:

1. Cóctel de doctrinas y eliminación de opositores

El Partido Comunista declara al marxismo como su doctrina religiosa y la exhibe como “la verdad inquebrantable”. Las doctrinas comunistas desconocen la benevolencia y la tolerancia, y por otro lado destilan arrogancia. El marxismo es producto de los desajustes iniciales del capitalismo, cuando la productividad era baja y la ciencia aún no se había desarrollado. Aún era incapaz de comprender las relaciones entre el ser humano y su sociedad o el ser humano y la naturaleza. Por desgracia, la ideología herética derivó en el movimiento internacional comunista, que causó tanto daño al mundo durante casi un siglo antes de que los pueblos lo desecharan cuando comprobaron en la práctica lo errado de su doctrina.

Empezando por Lenin, todos los líderes del Partido reformaron sistemáticamente las doctrinas de la secta. Desde la teoría de Lenin de la revolución violenta, Mao Zedong con su revolución continua bajo la dictadura del proletariado, y más recientemente Jiang Zemin con los Tres Representantes, la historia del Partido Comunista está plagada de teorías heréticas y de falacias del tipo de las mencionadas. Si bien estas ideas están plagadas de contradicciones y no han causado más que desastres en la práctica, el Partido Comunista sigue atribuyéndose la razón en todos los casos y obliga al pueblo a estudiar sus doctrinas.

El medio más eficaz que encontró la secta perversa comunista para divulgar su doctrina fue eliminar a los opositores. Como la teoría y la conducta del comunismo son por demás ridículas, la única manera de que la gente las acepte es por la fuerza; por eso el Partido recurre a la violencia y aniquila a los disidentes. Después de que el PCCh tomó las riendas del poder en China, propulsó la “reforma agraria” para eliminar a la clase terrateniente, la “reforma socialista” en la industria y el comercio para erradicar a los capitalistas, la “purga de reaccionarios” para acabar con las religiones autóctonas y los funcionarios de gestiones anteriores al comunismo, el “movimiento antiderechista” para silenciar a los intelectuales, y la Revolución Cultural para borrar la cultura tradicional. El PCCh pudo unificar a China a través de la secta perversa del comunismo y hacer que todo el país leyera el Libro Rojo, bailara la “danza de la lealtad” y llegara a “pedirle instrucciones al Partido a la mañana y rendirle cuentas a la noche”. Después de los gobiernos de Mao y Deng, el PCCh estableció que Falun Gong, una práctica de cultivación tradicional que cree en los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia, iba a competir con el Partido para ganar el favor de las masas, por lo que se propuso eliminarla. Así se inició una persecución genocida que continúa hasta el día de hoy.

2. Adoración a un líder e imposición de visiones totalitarias

Desde Marx hasta Jiang Zemin, los retratos de los líderes del Partido Comunista se exhiben pomposamente para ser adorados. La autoridad absoluta de los líderes del PCCh prohíbe los desafíos de cualquier tipo. Mao Zedong fue emplazado como “el sol rojo” y “el gran libertador”. El Partido ensalza los escritos de Mao y dice que “una sentencia suya equivale a diez mil oraciones comunes”. Como “un miembro más del Partido”, Deng Xiaoping fue en una época el amo y señor de la política china. La teoría de los Tres Representantes, de Jiang Zemin, no tiene más de cuarenta ideogramas de extensión, incluida la puntuación; sin embargo, la Cuarta Sesión Plenaria del PCCh la presentó como “un documento con respuestas creativas a preguntas como qué es el socialismo, cómo construirlo, qué clase de partido estamos erigiendo y cómo consolidarlo”. A la hora de describir su ideología, también lo hizo con gran énfasis, sólo que esta vez parecía mofarse de ella cuando la definía como una continuación del marxismo-leninismo, el Pensamiento de Mao y la Teoría de Deng Xiaoping.

La injustificada matanza de gente inocente, la catastrófica Revolución Cultural de Mao, la orden de Deng Xiaoping para iniciar la masacre de la Plaza Tiananmen y la actual persecución de Falun Gong bajo el comando de Jiang Zemin son los abominables resultados de la herética dictadura del PCCh.

Por un lado, el PCCh estipula en su Constitución: “Todo el poder de la República Popular China pertenece al pueblo. Los órganos a través de los cuales el pueblo ejerce el poder estatal son el

Congreso Nacional Popular y los congresos populares en los diferentes niveles locales”. “Ninguna organización o individuo puede arrogarse el privilegio de estar por encima de la Constitución y de la ley.”2 Por otro lado, la Carta del PCCh establece que éste es el núcleo de la conducción de la causa socialista adaptada a la Nación China; así desestima el poder del país y del pueblo. El presidente del Comité Permanente del Congreso Nacional Popular pronunció “importantes discursos” en todo el país en los que exhortó a este órgano, la instancia más alta del poder del Estado, a adherir a la conducción del PCCh. Según el principio del “centralismo democrático” que esgrime el PCCh, todos los niveles partidarios deben obedecer al Comité Central del Partido. En esencia, el Congreso Nacional Popular tiene que someterse a la dictadura del secretario general del PCCh, una dictadura que tiene forma de ley.

3. El lavado de cerebro, el control del pensamiento, la rigidez en la organización y la prohibición de abandonar el Partido

La organización del PCCh se caracteriza por una rigidez extrema; se necesita la recomendación de dos miembros para ser admitido en el Partido. Una vez que ingresa, el nuevo miembro debe jurar lealtad al Partido, debe pagar, como todos los demás miembros, una cuota de afiliación, asistir a las actividades partidarias y participar en estudios políticos grupales. Las organizaciones partidarias penetran en todos los niveles gubernamentales; existe una en cada pueblo, aldea y barrio. El PCCh supervisa no sólo a sus miembros y las cuestiones que hacen al Partido, sino también a los que no son miembros, ya que todo el régimen debe “adherir a la conducción del Partido”. En los años en que se impulsaron las campañas de lucha de clase, los sacerdotes de la religión del PCCh —los secretarios partidarios de todas las jerarquías— en general no cumplían otra función que la de someter al pueblo.

La crítica y la autocrítica practicada en las asambleas partidarias se utilizaban como medio habitual y permanente para controlar la mente de los militantes. A lo largo de su existencia, el PCCh lanzó una interminable lista de campañas políticas para “purificar a los afiliados”, “rectificar el clima del Partido”, “atrapar a los traidores”, “purgar la Alianza AntiBolchevique (Alianza AB)”3 y “disciplinar al Partido”, con un control periódico del “sentido de naturaleza partidaria”; en otras palabras, emplear la violencia y el terror para verificar el grado de devoción de sus miembros, y también para asegurarse de que éstos sigan las directivas partidarias por el resto de su vida.

Afiliarse al PCCh equivale a firmar un contrato de carácter irrevocable por el que una persona entrega su cuerpo y su alma al Partido. Como las reglas del PCCh están siempre por encima de las leyes de la nación, éste puede decidir echar a cualquier miembro cuando lo desee, mientras que un miembro no puede alejarse del Partido sin sufrir un severo castigo. Abandonar el Partido se considera un acto de traición y sus consecuencias son nefastas. Durante la Revolución Cultural, cuando el PCCh ejercía un control total sobre la población, se sabía que si para el Partido uno tenía que morir, no había forma de seguir con vida; y si para el Partido uno tenía que vivir, no había forma de morirse. Si una persona se suicidaba, se consideraba que “había huido del castigo que le aplicó el pueblo por su crimen”, y entonces su familia quedaba implicada y era objeto de castigo.

El proceso para tomar decisiones dentro del Partido opera como una caja negra, ya que las luchas intrapartidarias deben mantenerse en el más absoluto de los secretos. Todos los documentos partidarios son confidenciales. Por miedo a que se revelen sus actos delictivos, el PCCh intenta frenar a cualquier opositor que quiera hacerlos públicos acusándolo de “divulgar secretos de Estado”.

4. Exigir la violencia, la matanza y el sacrificio por el Partido

Mao Zedong dijo una vez: “Una revolución no es como salir a cenar, escribir un ensayo, pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser algo tan fino, cómodo y agradable, tan medido, amable, cortés, controlado y magnánimo. Una revolución es una insurrección, un acto de violencia por medio del cual una clase derroca a otra”.4

Deng Xiaoping recomendó “matar a 200.000 personas por 20 años de estabilidad”.

Jiang Zemin dio la siguiente orden: “Se debe eliminarlos [a los practicantes de Falun Gong] físicamente, arruinar su reputación y llevarlos a la ruina económica”.

El PCCh fomenta la violencia; ha asesinado a una innumerable cantidad de personas en sus campañas políticas. Educa al pueblo para ser “frío como el más crudo de los inviernos” a la hora de tratar al enemigo. La bandera roja debe su color a la “sangre de los mártires”. El Partido venera el rojo por su adicción a la sangre y la matanza.

El PCCh recurre a la exhibición de ejemplos “heroicos” para incitar al pueblo a sacrificarse por el Partido. Cuando Zhang Side murió en un horno produciendo opio, Mao Zedong rindió culto a su muerte diciendo que tenía “el peso del monte Tai”.5 En esos años de locura, las “frases de coraje” como “No tema a la adversidad ni a la muerte” y “El sacrificio templa el carácter; nos atrevemos a llevar al sol y a la luna a brillar en nuevos cielos” ofrecían un terreno firme a las aspiraciones de entonces, en una época de pronunciadas carencias materiales.

A fines de la década de 1970, las tropas del Vietcong depusieron el régimen de los Khmer rojos, que con el apoyo del PCCh habían cometido crímenes inimaginables. Si bien esta situación enfureció al comunismo chino, el PCCh no encontró la manera de enviar tropas para defender a los Khmer rojos, ya que China y Camboya no tenían una frontera compartida. Lo que en cambio hizo el PCCh fue declarar una guerra a Vietnam a lo largo de la frontera entre China y aquel país para castigar al Vietcong “en defensa propia”. Así, decenas de miles de soldados chinos entregaron su vida a una disputa entre partidos comunistas, ya que esta guerra no tenía nada que ver con el territorio o la soberanía. No obstante, a muchos años de la contienda, el PCCh conmemora el sacrificio sin sentido de jóvenes vidas luminosas e inocentes como “el espíritu heroico de la revolución”, para lo que tomó con irreverencia la canción La magnífica conducta teñida de sangre. Ciento cincuenta y cuatro fueron los mártires chinos muertos en 1981 en la recuperación del monte Faka, en la provincia china de Guangxi; no obstante lo cual el PCCh se lo devolvió sin más a Vietnam cuando estas dos naciones demarcaron sus fronteras un tiempo después.

Cuando el virus del SRAS (síndrome respiratorio agudo severo) se esparció de modo fulminante y puso en riesgo la vida de la población en los primeros meses de 2003, el PCCh no dudó en incorporar a sus filas a una gran cantidad de enfermeras jóvenes. Éstas fueron asignadas sin demora a los hospitales que albergaban a los enfermos de SRAS. El PCCh no tiene escrúpulos a la hora de enviar a la juventud a los frentes de combate para consolidar su “imagen gloriosa”, encarnada en el lema “No tema a la adversidad ni a la muerte”. Sin embargo, los comunistas chinos no pueden explicar por qué Jiang Zemin, temiendo a la epidemia, mudó a su familia y allegados de Beijing a Shanghai para esconderse del desastre, ni dónde estaban los 65 millones de miembros estables del Partido ni qué imagen partidaria daban éstos.

5. Negar la creencia en Dios y reprimir la naturaleza humana

El PCCh fomenta el ateísmo y proclama que la religión es el “opio espiritual” que intoxica al pueblo. Empleó su poder para aplastar a todas las religiones de China y erigirse en Dios, y así darle a la secta maligna el poder absoluto para gobernar el país.

Al mismo tiempo que destruía las religiones, el PCCh barría con la cultura tradicional. Bajo la proclama de que la tradición, la moral y la ética tenían rasgos feudales, supersticiosos y reaccionarios, las erradicó en nombre de la revolución. Durante la Revolución Cultural, la propagación de situaciones abominables violó las tradiciones chinas: matrimonios que se acusaban mutuamente, estudiantes que golpeaban a sus maestros, padres e hijos que se enfrentaban entre sí, las Guardias Rojas que asesinaban inocentes sin justificación alguna y rebeldes que golpeaban, destruían y saqueaban todo lo que encontraban a su paso. Todas consecuencias esperables de un régimen que se dedicó a reprimir la naturaleza humana.

Después de encaramarse en el poder, el PCCh obligó a las minorías étnicas a comprometer su apoyo a la conducción comunista, una adhesión que hacía tambalear la supervivencia de la rica y viva cultura étnica que habían traído con ellos a China.

El 4 de junio de 1989, el llamado Ejército de Liberación Popular masacró a un alto número de estudiantes en Beijing. Esta matanza hizo que el pueblo perdiera las esperanzas acerca del futuro político de China. Desde ese momento, la gente destinó su energía a hacer dinero.

A partir de 1999, el PCCh persiguió con saña a Falun Gong; así se opuso a “Verdad, Benevolencia y Tolerancia” y causó un declive acelerado en la moral de la sociedad china.

El flamante siglo vio una nueva campaña de vallado de tierras6 y apropiación de recursos monetarios y materiales —ejecutada por los funcionarios corruptos del PCCh en connivencia con oportunistas inescrupulosos— que dejó a mucha gente sin techo y sin bienes. El número de personas que pedía al gobierno una solución a su situación de injusticia aumentó notoriamente, lo que intensificó el conflicto social. Son frecuentes las protestas masivas, que la policía y las fuerzas armadas reprimen con violencia. La esencia fascista de la “República” sale a la luz, y la sociedad pierde su conciencia moral.

En el pasado, un villano no hacía mal a sus vecinos próximos o, como reza el dicho, el zorro cazaba lejos de casa. En la actualidad, cuando alguien quiere estafar a otro, prefieren victimizar a sus parientes y amigos, una práctica conocida como “matar al entorno”.

En otra época, los chinos valoraban la castidad por sobre todas las cosas; hoy la gente se burla de los pobres pero no de las prostitutas. La historia del aniquilamiento de la naturaleza y la moral humanas en China se refleja con acierto en la siguiente balada:

“En los cincuenta las personas se ayudaban mutuamente,

En los sesenta las personas luchaban entre sí,

En los setenta las personas se estafaban unas a otras,

En los ochenta las personas se ocupaban sólo de sí mismas,

En los noventa las personas matan el primero que cruzara su camino.”

6. La toma del poder por las armas, la monopolización de la economía y las desmedidas ambiciones políticas y económicas

El único fin de la instauración del PCCh fue tomar el poder por la fuerza para generar un sistema de propiedad del Estado en el cual éste es el dueño de los monopolios en una economía planificada. La ambición sin límites del PCCh excede en mucho a la de las sectas perversas comunes, que sólo buscan enriquecerse.

En un país de propiedad pública socialista gobernado por un partido comunista, las organizaciones partidarias con gran poder —los comités centrales y sus representaciones locales en sus diferentes jerarquías— reciben la asignación de la infraestructura estatal normal. Las insaciables organizaciones del PCCh controlan la maquinaria estatal y toman fondos de manera directa de los presupuestos de todos los niveles gubernamentales. Al modo de un vampiro, el PCCh chupó grandes riquezas de las venas de la nación.

II. El daño infligido por la maléfica secta del PCCh

Al mencionar catástrofes como las perpetradas por Aum Shinri Kyo (la secta de la Verdad Suprema) cuando asesinó a personas inocentes con gas nervioso sarín en el subterráneo de Japón; la Orden del Templo Solar cuando buscó el ascenso a los cielos induciendo al suicidio a sus seguidores, o la secta Templo del Pueblo, comandada por Jim Jones, que causó el suicidio en masa de más de 900 seguidores, cualquiera siente temor e indignación. El PCCh, sin embargo, es capaz de cometer crímenes mil veces peores que provocan una incalculable cantidad de víctimas.

La secta malvada se transformó en una religión de Estado

En la mayoría de los países, si una persona no practica una religión, igual puede vivir una vida feliz sin tener que leer el material o escuchar los principios de esa religión. Sin embargo, en China continental es imposible vivir sin una constante exposición a las doctrinas y la propaganda de la secta del PCCh, dada su condición de religión de Estado.

La persona comienza a recibir la prédica política del PCCh cuando está en el jardín de infantes o en la escuela primaria. Un individuo no puede acceder a la educación superior o ascender en el escalafón laboral si no aprueba la Evaluación Política: ninguna pregunta de este examen califica el pensamiento independiente. El postulante tiene que aprender de memoria las respuestas preparadas por el PCCh si quiere aprobar. El desgraciado pueblo chino se ve obligado a repetir la prédica del Partido desde muy pequeño, con el efecto deseado del lavado de cerebro que sufre el individuo. Cuando un cuadro el gobierno recibe un ascenso, sea miembro del PCCh o no, tiene que asistir a la Escuela del Partido. Hasta que no obtenga la graduación de esta escuela no será ascendido.

En China, donde el Partido Comunista es la religión de Estado, no se permite la existencia de grupos con opiniones disidentes. Aun los “partidos democráticos” —creados por el PCCh como pantalla política— y la reformada Iglesia de los Tres Entes (autoadministración, autosustentación y autodifusión) tienen la obligación de reconocer formalmente la conducción del PCCh. La lealtad al Partido es la prioridad absoluta antes de abrigar cualquier otro credo, según la lógica de la secta comunista.

El control social llega al extremo

La secta perversa pudo convertirse en una religión de Estado gracias a que el PCCh ejerció el control social absoluto y le quitó la libertad a la gente. Esta clase de dominio no tiene precedentes; el PCCh se adueñó de la propiedad privada de la gente, una de las bases de la libertad. Hasta la década de 1980, el único camino para ganarse el sustento en las ciudades era trabajar en las empresas que presidía el Partido. La población de las áreas rurales tenía que vivir de la producción de la tierra que pertenecía a las comunas del Partido. Nadie podía escapar al control del Partido. En un país socialista como China, las organizaciones del Partido Comunista son omnipresentes: desde el gobierno central hasta los ámbitos más rurales de la sociedad, pasando por las aldeas y los barrios pequeños de una ciudad, cuentan con, al menos, una. Este control estricto asfixia la libertad individual: la libertad de tránsito (sistema de registro de residencia), la libertad de expresión (500.000 derechistas fueron objeto de la persecución del PCCh por expresar sus opiniones), la libertad de pensamiento (Lin Zhao y Zhang Zhixin7 fueron ejecutados por dudar del PCCh) y la libertad de acceso a la información (es ilegal leer libros prohibidos o escuchar las emisoras de radio del “enemigo”; también se monitorea la navegación en Internet).

Se puede decir que la propiedad privada ahora es algo permitido por el PCCh, pero no debemos olvidar que esta política de cambio y apertura sólo se instituyó cuando en el régimen socialista la gente casi no tenía para comer y la economía estaba al borde del colapso. El PCCh tuvo que dar un paso atrás para salvarse de la disolución. No obstante, aun después de las reformas y la apertura, el PCCh nunca disminuyó el control sobre el pueblo. La brutal persecución en marcha de los practicantes de Falun Gong sólo pudo ocurrir en un país dominado por el Partido Comunista. Si el PCCh lograra transformarse en un gigante económico, como es su deseo, sin dudas intensificaría su dominio sobre el pueblo de China.
Defender la violencia y despreciar la vida

Casi todas las sectas de maldad dominan a sus fieles o resisten la presión externa mediante la violencia. Sin embargo, pocos han recurrido al grado de violencia del PCCh sin hacerse demasiado problema. Las muertes causadas por las demás sectas de cualquier lugar del mundo sumadas no tienen comparación con las cifras del PCCh. La secta del comunismo chino ve a la humanidad sólo como un medio para alcanzar su meta; matar no es más que otro de sus métodos. Por ello, el PCCh no tiene reservas ni escrúpulos a la hora de perseguir a las personas. Cualquiera, incluidos sus partidarios, miembros y líderes, puede convertirse en el blanco de una persecución.

El PCCh apoyó a los Khmer rojos, un ejemplo clásico de la brutalidad comunista y su falta de consideración por la vida. Bajo la inspiración y la guía de las enseñanzas de Mao Zedong, durante su gobierno de tres años y ocho meses de duración, el Partido Comunista camboyano conducido por Pol Pot masacró a dos millones de personas —un cuarto de la población de este pequeño país— con el fin de “eliminar el sistema de propiedad privada”. El diez por ciento de esas muertes correspondía a personas de origen chino.

Para no dejar en el olvido los crímenes del Partido Comunista y recordar a las víctimas, Camboya creó un museo para exponer las atrocidades de los Khmer rojos. El museo está asentado en una antigua prisión del régimen. Originalmente una escuela secundaria, el edificio fue transformado por Pol Pot en la Prisión S-21, que se usaba especialmente para albergar prisioneros de conciencia.

Muchos intelectuales pasaron sus últimos días en ella, donde recibieron tormentos que les causaron la muerte. Junto con los elementos de tortura se exhiben fotografías en blanco y negro de las víctimas antes de ser ejecutadas. Se registran flagelaciones de todo tipo: gargantas cortadas, cerebros perforados, niños arrojados al suelo y luego asesinados, entre otras. Todos estos métodos de tortura fueron enseñados por los “expertos profesionales” que envió el PCCh en apoyo de los Khmer rojos. El PCCh incluso capacitó a los fotógrafos, que se especializaron en retratar, a modo de registro informativo o sólo por diversión, a los prisioneros en los instantes previos a su ejecución.

Precisamente en la Prisión S-21 se instaló una máquina perforadora de cabezas para extraer cerebros humanos que servían como ingrediente de nutritivas comidas servidas a los líderes del Partido Comunista camboyano. Los prisioneros eran atados a una silla ubicada frente a la máquina perforadora de cabezas. La víctima sufría un terror de muerte mientras un taladro en marcha punzaba la cabeza por atrás y con suma rapidez y eficacia extraía el cerebro antes de que la víctima alcanzara la muerte.

III. La naturaleza sectaria del Partido Comunista

¿Qué hace que el Partido Comunista sea perverso y tiránico? Cuando el espectro del Partido Comunista nació, traía una misión escalofriante. Cerca del final del Manifiesto Comunista se encuentra un pasaje muy famoso:

Los comunistas no están interesados en ocultar sus posturas y sus metas. Declaran abiertamente que sus objetivos sólo pueden lograrse mediante el derrocamiento enérgico de las condiciones sociales existentes. Las clases dominantes deben temer a la revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder más que sus cadenas. Y tienen un mundo por ganar.

La misión de este espectro era usar la violencia para desafiar abiertamente a la sociedad humana, derribar el mundo viejo, “eliminar la propiedad privada”, “eliminar el carácter, la independencia y la libertad de la burguesía”, acabar con la explotación, con las familias, y llevar al proletariado a gobernar el mundo.

Este partido político, que anuncia sin esconder nada su deseo de “golpear, derribar y robar”, no sólo niega que su punto de vista sea perverso sino que proclama con tono santurrón en el Manifiesto Comunista lo siguiente: “La revolución comunista significa la ruptura más radical con las relaciones tradicionales; no hay que sorprenderse si este desarrollo implicara la más radical de las rupturas con las ideas tradicionales”.

¿De dónde vienen las ideas tradicionales de la sociedad? De acuerdo con el ateísmo, las concepciones tradicionales provienen de las leyes de la naturaleza y la sociedad. Son el resultado de los movimientos sistemáticos del universo. Para los creyentes, en cambio, las tradiciones humanas y los valores morales provienen de Dios. Cualquiera sea su origen, la moral humana, las normas de conducta y los parámetros para juzgar el bien y el mal más fundamentales son relativamente estables; fueron la base para regular el comportamiento humano y mantener el orden social durante miles de años. Si los humanos se quedaran sin normas morales y parámetros para juzgar el bien y el mal, ¿no es probable que se degeneraran y se transformaran en animales? Cuando el Manifiesto Comunista declara que “en esencia provocará una ruptura con las ideas tradicionales”, está amenazando la base de la existencia normal de la sociedad humana. El Partido Comunista tiende por su concepción a convertirse en una secta malvada que causa destrucción a la humanidad.

Todo el Manifiesto Comunista, que establece los principios rectores del movimiento, está impregnado de pronunciamientos extremos que no incluyen ni una pizca de bondad y tolerancia. Marx y Engels creyeron haber encontrado la ley del desarrollo social a través del materialismo dialéctico. Por ende, con la “verdad” en la mano, cuestionaron todo y negaron todo. Con obstinación impusieron la ilusión del comunismo a los pueblos y no se echaron atrás a la hora de defender el uso de la violencia como medio de destruir las estructuras sociales y las bases sociales vigentes. Lo que trajo aparejado el Manifiesto Comunista al recién nacido Partido Comunista fue un inicuo espectro que se opone a las leyes del cielo, extermina la naturaleza humana y muestra arrogancia, un egoísmo extremo y una total falta de límites.

IV. La teoría comunista del día del fin del mundo. El miedo al fin del Partido

Marx y Engels infundieron un espíritu de maldad al Partido Comunista. Lenin fundó el Partido Comunista en Rusia, y empleando la violencia de los villanos, derrocó el gobierno de transición erigido tras la Revolución de Febrero,8 hizo fracasar la revolución de la burguesía rusa, se apoderó del gobierno y consiguió así un lugar donde la secta comunista pudiera hacer pie. Sin embargo, el éxito de Lenin no hizo que los proletarios ganaran el mundo, sino todo lo contrario, como denuncia
el primer párrafo del Manifiesto Comunista: “Todos los poderes de la vieja Europa han formado una santa alianza para exorcizar este espectro…”. A poco de haber nacido, el Partido Comunista enfrentó su primera crisis de supervivencia y el miedo a desaparecer en cualquier momento.

Después de la Revolución de Octubre,9 los comunistas rusos, o bolcheviques, no trajeron paz ni pan al pueblo, sólo matanza injustificada. La primera línea de combate estaba perdiendo la batalla y la revolución empeoró la situación económica de la sociedad. Como consecuencia, el pueblo comenzó a rebelarse. Pronto la guerra civil se expandió a todo el territorio, y los granjeros se negaron a suministrar comida a las ciudades. En el área del río Don, los cosacos se sublevaron, y la batalla contra el Ejército Rojo causó un gran derramamiento de sangre. Lo bárbaro y brutal de las matanzas ocurridas en esta contienda fue recogido por la literatura: El Don apacible, de Mijail Sholojov, y otras historias del mismo autor versan sobre esta masacre. Las tropas comandadas por el ex líder del Ejército Blanco Aleksandr Vailiyevich Kolchak y el general Anton Denikin estuvieron cerca de derrotar a las filas comunistas. Aun como una fuerza política de reciente nacimiento, el Partido Comunista despertaba el rechazo de casi toda la nación, tal vez debido a que la naturaleza de la secta era demasiado perversa para ganar el corazón del pueblo.

La experiencia del PCCh fue similar a la de su par ruso. Desde el Incidente de Mari y la Masacre del 12 de Abril,10 hasta sufrir la proscripción incluso en áreas controladas por los comunistas chinos, pasando por los 25.000 kilómetros que fueron obligados a recorrer en la Marcha Larga, el PCCh tuvo que convivir a lo largo de su historia con el fantasma de la desaparición.

El Partido Comunista nació con la determinación de destruir el viejo mundo de cualquier manera. Así se encontró frente a un problema real: la propia supervivencia. Ésta se convirtió en la principal preocupación de la secta, que desde su concepción tuvo que destinar sus mayores esfuerzos a evitar la desaparición. Con los profundos problemas que sufre la alianza comunista internacional, la crisis de supervivencia del PCCh no ha hecho más que agravarse. Desde 1989, su miedo a que llegue su “fin del mundo” se agiganta sin cesar.

V. El arma más preciada para la supervivencia de la secta comunista: la lucha brutal

El Partido Comunista tiene como normas inquebrantables su disciplina de hierro, una lealtad absoluta y los principios de la organización. El juramento que prestan quienes ingresan a sus filas es el siguiente:

“Deseo sumarme al Partido Comunista, defender la Constitución del Partido, observar sus normas, cumplir las obligaciones de los miembros, obedecer las decisiones partidarias, acatar estrictamente la disciplina del Partido, no revelar sus secretos, mantener la lealtad, trabajar con compromiso, dedicar mi vida entera a la causa comunista, estar dispuesto a sacrificar todo por el Partido y por el pueblo, y jamás traicionar al Partido.” (Véase Constitución del PCCh, capítulo uno, artículo sexto.)

El PCCh denomina a este espíritu de devoción sectaria “sentido de naturaleza partidaria”. Le pide a cada miembro que esté dispuesto a abandonar sus creencias y principios personales para obedecer la voluntad del Partido y sus líderes. Si el Partido quiere que uno sea bueno, uno tiene que ser bueno; si el Partido desea que uno haga el mal, el miembro no tiene otra opción que hacer el mal. Si no lo hace así, la persona no cumple los requisitos necesarios para ser un miembro del Partido porque no muestra un marcado “sentido de naturaleza partidaria”.

Mao Zedong dijo: “La filosofía marxista es una filosofía de lucha”. Para fomentar y mantener el “sentido de naturaleza partidaria”, el PCCh abona al método de impulsar periódicamente luchas partidarias internas. También mediante la creación de pugnas violentas dentro y fuera del Partido, el PCCh logró eliminar a opositores y crear el terror rojo. Al mismo tiempo, el PCCh efectúa purgas de sus propios miembros, hace más estrictas sus reglas sectarias y alimenta la naturaleza partidaria de sus militantes para reforzar su capacidad de lucha. Todo esto constituye el arma privilegiada del PCCh para prolongar su existencia.

De los líderes del PCCh, Mao Zedong era el más apto para utilizar el recurso de las luchas internas descarnadas. Para detectar el inicio de estos métodos hay que remontarse a la década de 1930, a las regiones controladas por los comunistas chinos, conocidas como el Área Soviética.

En el año 1930, Mao Zedong impulsó una ola de terror revolucionario de gran alcance en la provincia de Jiangxi: las purgas de la Alianza Antibolchevique, o Alianza AB. Miles de soldados del Ejército Rojo, miembros del Partido y de la Liga así como civiles de las bases comunistas fueron brutalmente asesinados. Estos hechos se debieron a la autoridad despótica de Mao. Una vez que estableció el Área Soviética en la provincia de Jiangxi, Mao debió hacer frente a un levantamiento protagonizado por el Ejército Rojo local y organizaciones partidarias del suroeste de Jiangxi encabezado por Li Wenlin. Mao no podía soportar que se creara una fuerza de oposición organizada en sus narices y usó los métodos más despiadados para acabar con los miembros del Partido sospechados de opositores. Para crear un clima de severidad que propiciara la purga, Mao no dudó en iniciar la investigación con las tropas que estaban bajo su mando directo. Entre fines de noviembre y la mitad de diciembre de ese año, el Primer Regimiento de Infantería del Ejército Rojo fue sometido a un “rápido reajuste militar”. Se formaron agrupaciones para purgar a los contrarrevolucionarios en todos los niveles del ejército: divisiones, regimientos, batallones, compañías y pelotones; y se arrestó y ejecutó a miembros del Partido que pertenecían a familias terratenientes o de campesinos pudientes,

o simplemente a los que presentaban una queja. En menos de un mes, de los 40.000 soldados del Ejército Rojo, 4400 fueron identificados como “elementos de la Alianza AB”, entre ellos más de diez capitanes. Todos fueron ejecutados.3

Mao tampoco se olvidó de castigar a los opositores del Área Soviética. En ese último mes de 1930 le dio la orden a Li Shaojiu, secretario general del Departamento Político General de la Infantería del Ejército Rojo y presidente del Comité de Purga, de viajar en representación del Comité de Frontera General a la ciudad de Futian, provincia de Jiangxi, donde tenía su sede el gobierno comunista. Li Shaojiu arrestó a miembros del Comité de Acción Provincial y a ocho jefes importantes del Vigésimo Ejército Rojo, entre ellos a Duan Liangbi y Li Baifang. Usó variados métodos de tortura como las golpizas y las quemaduras en el cuerpo; las víctimas quedaban con lesiones en todo el cuerpo, dedos rotos, quemaduras múltiples y la movilidad imposibilitada. Según los registros de la época, los gritos de los torturados eran tan fuertes que podrían haber perforado el cielo; los tormentos se aplicaban con un ensañamiento inusitado.3

El 8 de diciembre, cuando las esposas de Li Baifang, Ma Ming y Zhou Mian acudieron a visitar a sus esposos, fueron apresadas en carácter de miembros de la Alianza AB y se las sometió a torturas despiadadas. Recibieron golpes de todo tipo, quemaduras en la vulva y cortes en los pechos realizados con cuchillos. Bajo el efecto de los tormentos, Duan Liangbi confesó que Li Wenlin, Jin Wanbang, Liu Di, Zhou Mian, Ma Ming y otros eran líderes de la Alianza AB y que había muchos otros miembros de esta agrupación infiltrados en las escuelas del Ejército Rojo.3

Sólo entre el 7 y el 12 de diciembre, Li Shaojiu y otros arrestaron a más de 120 sospechosos de integrar la Alianza AB y a decenas de líderes contrarrevolucionarios durante la severa purga de Futian, donde se ejecutó a más de 40 personas. Los crueles actos de Li Shaojiu desembocaron en el Incidente de Futian,11 que sucedió el 12 de diciembre de 1930 y conmovió al Área Soviética.3

Desde el Área Soviética hasta Yan’an, Mao aplicaba su teoría y práctica de la lucha, y gradualmente logró concentrar en su persona el liderazgo absoluto del Partido. Cuando en 1949 el PCCh subió al poder, Mao continuó respondiendo a las amenazas a su poder con este modelo de lucha intrapartidaria. Por ejemplo, en el plenario de la Octava Reunión del Comité Central del PCCh, realizada en Lushan en 1959, Mao Zedong lanzó un ataque súbito a Peng Dehuai y lo desplazó de su cargo.12 A todos los líderes presentes se les pidió que tomaran una posición; los pocos que se atrevieron a manifestar opiniones disidentes fueron acusados de integrar el bloque antipartido de Peng Dehuai. Durante la Revolución Cultural, los cuadros veteranos del Comité Central del PCCh fueron sancionados uno tras otro, y ninguno de ellos opuso resistencia. ¿Quién iba a atreverse a desafiar a Mao Zedong? El PCCh siempre privilegió la disciplina de hierro, la lealtad al Partido y los principios de la organización por sobre cualquier otra cosa, con una obediencia total a las jerarquías. La naturaleza partidaria encontró su caldo de cultivo las luchas políticas constantes.

Durante la Revolución Cultural, Li Lisan, un antiguo líder partidario, fue llevado al límite de su resistencia. A los 68 años de edad, se lo sometía a interrogatorios unas siete veces por mes. Su esposa Li Sha era tratada como una espía del “revisionismo soviético”; había sido encarcelada y se desconocía su paradero. Sin opciones a la vista y preso de la desesperación, Li se suicidó ingiriendo pastillas para dormir. Antes de morir, Li Lisan escribió una carta a Mao Zedong que refleja el sentido de la naturaleza partidaria, según el cual un miembro del PCCh no puede osar rendirse, ni siquiera estando al borde de la muerte:

Líder,

Estoy transitando el camino de la traición al Partido porque estoy a punto de suicidarme, y no tengo manera de defender mi crimen. Sólo hay una cosa que puedo decir en mi favor: mi familia y yo jamás colaboramos con Estados enemigos. Sólo en este tema, le solicito al gobierno central que investigue y analice los hechos y arribe a las conclusiones del caso sobre la base de la verdad…

Li Lisan
22 de junio de 196713

Si bien la filosofía de lucha de Mao Zedong llevaría a China a una catástrofe sin precedentes, la práctica regular —cada siete u ocho años— de estas maniobras políticas junto con la lucha intrapartidaria han garantizado la supervivencia del PCCh. Estas movidas se basan en la estrategia de que una minoría de un cinco por ciento sufre la persecución, mientras que el restante noventa y cinco por ciento observa y recibe la lección de la obediencia absoluta a las directivas del Partido, mecanismo que refuerza la organización cohesiva y la fuerza destructiva del Partido. Estas luchas también eliminaban a esos miembros vacilantes que no estaban dispuestos a entregar su conciencia y atacaban a las fuerzas que se atrevían a resistir. Este mecanismo garantizaba que los miembros con las mayores ansias de lucha y más diestros en el matonismo eran los que llegarían más alto en el escalafón partidario. Los conductores de la secta del PCCh son personas sin miedo, con una rica experiencia en peleas y rebosantes de espíritu partidario. Estas campañas brutales otorgan a los que las protagonizan una “lección de sangre”, a la vez que un violento lavado de cerebro. Al mismo tiempo, son una inyección de energía para el PCCh, que alimenta su hambre de lucha, asegura su supervivencia y se aleja de convertirse en un grupo que rehuye el enfrentamiento.

Esta naturaleza partidaria imprescindible para el PCCh está dada por sus rasgos sectarios. Para lograr sus metas, el PCCh cuenta con la determinación necesaria para romper con los principios tradicionales y combatir sin vacilaciones contra cualquier fuerza que obstruya su avance. Así, necesita entrenar y esclavizar a todos sus miembros para que se conviertan en herramientas sin corazón, sin fe ni justicia. La naturaleza del PCCh se origina en el odio que siente hacia la sociedad humana y sus tradiciones, la ilusoria evaluación que hace de sí mismo así como su extremo egoísmo y desprecio por la vida ajena. Para alcanzar su ideal, el PCCh emplea la violencia a toda costa para hacer añicos al mundo y eliminar a sus opositores. Una secta corrompida como ésta se encontrará con la resistencia de las personas conscientes, por lo que debe borrar la conciencia y los pensamientos de bondad de la gente para que el pueblo crea en su doctrina del mal. Según su lógica, la vida y los intereses del Partido importan por sobre cualquier cosa, incluso los intereses colectivos de sus miembros; así, cualquiera de ellos debe estar listo para sacrificarse por el Partido.

Si observamos la historia del PCCh, los individuos que mantuvieron el esquema mental de los intelectuales tradicionales, como Chen Duxiu y Qu Qiubai, o los que tenían en cuenta los intereses de la gente, como Hu Yaobang y Zhao Ziyang, o aquellos que aspiraban a desempeñar una gestión intachable como funcionarios y prestar un servicio genuino al pueblo, como Zhu Rongji, aun cuando realizaran grandes aportes al Partido y estuvieran despojados de ambiciones personales, inevitablemente eran objeto de purgas y marginación o de limitaciones en su accionar impuestas a través de la disciplina partidaria.

El sentido de naturaleza partidaria o las mismas condiciones para integrar el PCCh que sus conductores siempre estimularon en ocasiones los llevaron a ceder terreno y retroceder ante situaciones críticas, ya que en todos los actos de la secta subyace el sentido de supervivencia, su interés más elevado. Sus miembros prefieren sacrificarse y observar cómo la fuerza maligna que

habita el Partido cometa un asesinato a poner en peligro la subsistencia del PCCh con pensamientos que denotan escrúpulos o misericordia. Éste es el resultado del mecanismo de lucha de la secta comunista: la gente buena se convierte en herramientas que el Partido utiliza según su conveniencia, pierde la conciencia humana y adquiere la naturaleza partidaria. Muchas luchas internas derribaron a más de diez líderes partidarios de primera línea o sucesores nombrados; ninguno de los líderes de mayor jerarquía tuvo un buen final. Aun cuando Mao Zedong fue amo y señor durante cuarenta y tres años, poco después de su muerte su esposa y su sobrino fueron encarcelados, un hecho celebrado por todo el Partido como una gran victoria del maoísmo. ¿Comedia o farsa?

Después de que el PCCh asumió el poder, se sucedieron las maniobras políticas que impulsaban luchas dentro y fuera del Partido. Esto se dio durante la era de Mao, y también en el período de “reforma y apertura” posterior a Mao. En los años ochenta, cuando el pueblo comenzaba a gozar de una pequeña dosis de libertad de pensamiento, el PCCh lanzó la campaña de Oposición a la Liberalización de la Burguesía e impuso los Cuatro Principios Fundamentales14 con el fin de preservar su poder absoluto. En 1989, los estudiantes que pedían de manera pacífica una apertura democrática fueron masacrados porque el PCCh no puede tolerar las aspiraciones democráticas. Los años noventa vieron un aumento vertiginoso del número de practicantes de Falun Gong que creen en Verdad, Benevolencia y Tolerancia, algo que desencadenó una persecución genocida que empezó en 1999, ya que el PCCh no puede aceptar la naturaleza humana y los pensamientos de bondad. La secta
debe usar la violencia para aniquilar la conciencia de la gente y reafirmar su propio poder. El cambio de siglo encuentra una comunicación global propiciada por Internet; sin embargo, el PCCh ha destinado grandes sumas de dinero a instalar redes de bloqueo que atrapan a quienes buscan la libertad en la red, porque el PCCh siente terror de que la gente acceda libremente a la información.

VI. La degeneración de la secta maligna del PCCh

La secta perversa del comunismo chino gobierna en oposición a la naturaleza humana y los principios celestiales. El PCCh es conocido por su arrogancia, su vanidad, su egoísmo y por sus actos brutales y descontrolados. Pese a que ha causado grandes desastres en innumerables ocasiones, nunca admite un error, así como jamás le muestra al pueblo su verdadera naturaleza. Si lo creía necesario, el PCCh cambió sin dudar sus lemas y las categorías que impone sobre las personas, una práctica en la que basa gran parte de su poder. El Partido hará lo que sea para mantenerse en el poder, sin ninguna consideración por la moral, la justicia y la vida humana.

La institucionalización y la socialización de esta secta del mal pueden llevarla al colapso total. Como consecuencia de la centralización del poder, se silenció a la opinión pública y se desarticularon todos los posibles medios de monitoreo, con lo que no queda fuerza alguna que pueda detener al PCCh en su caída hacia la corrupción y la desintegración.

El PCCh de hoy se convirtió en el partido gobernante que practica el desfalco y la corrupción en los niveles más altos del mundo. Según estadísticas del propio gobierno chino, de los 20 millones de funcionarios, oficiales y cuadros del Partido o del gobierno que se desempeñaron en los últimos veinte años, la justicia encontró culpables de casos de corrupción a 8 millones, quienes recibieron castigos según las normas partidarias o gubernamentales. Si se toman en cuenta los funcionarios corruptos no identificados, se calcula que la cantidad que malversó fondos supera los dos tercios.

La obtención de beneficios materiales mediante la corrupción y la extorsión se convirtió en la fuerza de unidad más potente del PCCh actual. Los funcionarios corruptos saben que si el PCCh cayera, desaparecería la oportunidad de engrosar sus arcas personales, y no sólo se quedarían sin sus cargos, sino que la justicia podría enviarlos a la cárcel. En La ira del cielo, una novela que revela los negocios clandestinos de los funcionarios del PCCh, Chen Fang, su autor, puso en boca de Hao Xiangshou, un subdirector de una secretaría municipal del gobierno comunista, una frase que define la operatoria más íntima del Partido: “La corrupción ha estabilizado nuestro poder político”.

El pueblo chino sabe que: “Si luchamos contra la corrupción, el Partido caerá. Si no lo hacemos, la nación perecerá”. El PCCh, sin embargo, no quiere arriesgar su propia suerte combatiendo la corrupción. Lo que hará es sacrificar a unos pocos elementos corruptos para cuidar su imagen. Esto extenderá la vida del Partido unos pocos años por el módico precio de algunas manzanas podridas. Hoy, la única meta de la secta perversa es mantener el poder y evitar la desaparición.

En la China actual, la ética y la moral se han degenerado casi hasta su extinción. Productos de mala calidad, prostitutas, drogas, asociaciones entre autoridades y delincuentes, sindicatos de crimen organizado, juego, soborno; la corrupción de toda clase es la moneda de curso legal en esta época. El PCCh ignoró durante mucho tiempo esta decadencia moral, mientras muchos funcionarios de alto rango son los jefes que por debajo del mostrador extorsionan a la gente atemorizada que busca protección. Cai Shaoqing, un estudioso del tema de la mafia y las organizaciones criminales que representa a la Universidad de Nanjing, calcula que el número de personas implicadas en el crimen organizado en China hoy alcanza o supera el millón. Cada vez que un criminal cae expone alguna conexión con jueces, policías o funcionarios del gobierno comunista.

El PCCh teme que el pueblo de China adquiera sentido de la conciencia y la moral; por esa razón no permite la fe religiosa o la libertad de pensamiento. Emplea todos sus recursos para perseguir a la gente de bien que profesa su fe, como los cristianos que tienen que ocultar su creencia en Dios, o los practicantes de Falun Gong que pese a la persecución sobre ellos buscan ser Verdaderos, Benevolentes y Tolerantes. El PCCh teme que la democracia acabe con su régimen unipartidario, y por eso no le permite al pueblo ejercer su libertad política. Sin dudar envía a prisión a progresistas independientes y a militantes de derechos civiles. Aunque por otro lado, otorga una libertad falsa a la ciudadanía: siempre que no se interese por la política y no se oponga a la conducción del PCCh, cualquier persona puede expresar sus deseos como le plazca, aun si eso significa realizar actos de maldad o reñidos con la ética. Como consecuencia, el PCCh hoy sufre un deterioro estrepitoso y la sociedad china vive una decadencia moral sin precedentes.

“El camino al cielo está cortado y las puertas del infierno, abiertas”, es la mejor descripción del estado de degeneración de la sociedad china tras el paso del huracán devastador del PCCh.

VII. Reflexiones sobre el gobierno del mal del PCCh

¿Qué es el Partido Comunista?

Esta pregunta en apariencia simple no tiene una respuesta sencilla. Bajo la falsa intención de existir “para el pueblo” y usando el disfraz de un partido político, el Partido Comunista logró engañar a millones de personas. No se trata de un partido político en el sentido habitual de la expresión, sino de una secta maléfica y dañina poseída por un espectro del mal. El Partido Comunista es un ser con vida propia que se manifiesta en el mundo a través de las organizaciones partidarias. Lo que lo habita en realidad es un espectro maligno que se apoderó de él, y es ese espectro el que determina su naturaleza perversa.

Los líderes del Partido Comunista, mientras actúan como los gurúes de la secta, sólo cumplen la función de voceros del espectro y del Partido. Cuando su voluntad y sus metas coinciden con las del espectro y éste puede valerse de ellas para cumplir sus fines, esas personas serán elegidas como conductores. Pero cuando su labor obstaculiza las necesidades del Partido, serán desechados brutalmente. Cerca de una docena de encaramados líderes en determinado momento perdieron su estado de gracia, un hecho que confirma esta práctica. En realidad, los máximos conductores del Partido caminan todo el tiempo sobre una fina cuerda tirante. Pueden apartarse de la línea partidaria y dejar un buen nombre para la historia, como Gorbachov, o ser victimizados por el Partido como muchos secretarios generales. El mecanismo de lucha garantiza que sólo los más hábiles, malvados y resistentes accederán a la posición de gurúes de la secta comunista.

El pueblo es el blanco de la esclavización y la opresión del Partido. En un gobierno comunista, el pueblo no tiene medios para defenderse. Por el contrario, tiene la obligación de aceptar sus directivas y apoyarlas. También, es objeto de lavados de cerebro periódicos donde se le inculcan ideas de carácter sectario, a los que debe someterse bajo la coerción del Partido. Toda la nación es forzada a creer en esta secta de maldad y a sostenerla con su esfuerzo. Éstas son situaciones que casi no se ven en el mundo de hoy; se debe reconocer la capacidad inigualable del PCCh para ejercer una opresión semejante.

Los militantes son una masa física que se usó para llenar el cuerpo del Partido. Muchos de ellos son personas honestas y bondadosas, y hasta pueden haber tenido logros reconocibles en su vida pública. Ésta es la gente que al PCCh más le gusta incorporar a sus filas, ya que puede usar su reputación y su idoneidad para adquirir prestigio. Muchos otros, a partir de su deseo de servir como funcionarios y disfrutar de un estatus social más alto, trabajan con tesón para pertenecer al Partido y colaborar con el ente maligno. También están los que se incorporan porque quieren tener algún logro en sus vidas y saben que eso les va a costar mucho si no lo hacen por dentro del Partido. Otros simplemente buscan la adjudicación de una vivienda o quizá crear una mejor imagen de su persona. Así, entre las decenas de millones de miembros del Partido encontramos personas buenas y malas. No obstante, cualesquiera sean los motivos de afiliación, una vez que se jura lealtad a la causa comunista, por voluntad propia o no, uno se debe entregar por completo al Partido. Entonces se someterá al proceso de lavado de cerebro mediante las reuniones semanales de estudio político. Una buena parte de los miembros guardarán pocos o ninguno de sus conceptos anteriores, y serán controlados fácilmente por el espectro perverso una vez ejercido el adoctrinamiento. Estas personas actuarán como las células en el cuerpo humano, y trabajarán sin descanso para hacer posible la vida del Partido, aunque ellas también integren la población esclavizada. Más triste aún es que una vez que uno queda ligado a la naturaleza partidaria, se vuelve casi imposible deshacerse de este lazo. Si el individuo muestra su costado humano, será objeto de purgas y persecución. La persona no puede salirse del Partido por su cuenta aunque lo desee, porque éste, con su política de admisión irrestricta y salida prohibida, la considerará traidora. Por eso la gente suele mostrar una naturaleza dual: en su vida política enseña la faceta del Partido Comunista, y en su vida diaria, la humana.

Los cuadros del Partido son las personas que guardan el poder entre los miembros comunes. Si bien pueden optar entre el bien y el mal y tomar sus propias decisiones en determinadas ocasiones, ellos, como conjunto, tienen que acatar la voluntad del Partido. El mandato deja en claro que “todo el Partido obedece al Comité Central”. Los cuadros son los líderes en distintos niveles; son la columna vertebral del Partido. Con todo, ellos también son meras herramientas para el espectro. Al igual que el resto del pueblo, fueron engañados, utilizados y victimizados durante las maniobras políticas recientes. El PCCh busca comprobar si la persona sigue al gurú indicado y si es sincera en su devoción.

¿Cómo puede ser que la gente siga sin darse cuenta?

El PCCh ha abundado en vicios y perversidades a lo largo de sus más de cincuenta años en el gobierno de China. ¿Cómo puede ser, entonces, que el pueblo aún no haya comprendido cabalmente la naturaleza maligna del PCCh? ¿Acaso los chinos son sordos? No, no es eso. China es una de las naciones de mayor sabiduría del mundo, y ostenta una rica tradición cultural con más de 5000 años de historia. No obstante, vive bajo el régimen del PCCh, aterrorizada de expresar su disconformidad. La respuesta está en el control de la mente que ejerce el PCCh.

Si el pueblo chino gozara de libertad de expresión y pudiera debatir sin restricciones los logros y reveses de su gobierno, nos imaginamos que desde hace mucho habría descubierto lo perverso de la naturaleza del PCCh y estaría liberado de la influencia de esta secta maligna. Por desgracia, el pueblo chino perdió la libertad para expresarse y pensar hace más de medio siglo, cuando el comunismo subió al poder en China. El fin ulterior de la persecución de los intelectuales derechistas en 1957 fue restringir la libre expresión y dominar la mente de las personas. En una sociedad que carece de las libertades fundamentales, la mayoría de los jóvenes que estudiaron con pasión las obras de Marx y Engels durante la Revolución Cultural irónicamente fueron calificados de “camarilla antipartido” y en consecuencia, objeto de persecución. Discutir el pro y el contra del PCCh simplemente no está entre las opciones permitidas.

No son muchos los chinos que siquiera se animan a pensar en llamar secta maligna al PCCh. Sin embargo, si se propusieran comprobar la veracidad de la expresión, los que residen en China no tendrían dificultades para ver que es cierta, tanto desde su propia experiencia como desde la de su familia y amigos.

El pueblo chino no sólo no tiene libertad de expresión, sino que fue adoctrinado con las enseñanzas y la cultura del Partido. Así, todo lo que la gente podía oír era alabanzas al Partido, y su mente se fue vaciando de ideas que no fueran las que fortalecen al PCCh. La masacre de la Plaza Tiananmen es un caso que ofrece material para el análisis. Cuando el 4 de junio de 1989 se oyeron disparos, las personas que estaban en la plaza corrieron instintivamente a ocultarse tras los arbustos. Unos instantes después, pese al riesgo, salieron de su escondite y empezaron a cantar La Internacional al unísono. Estos chinos mostraron gran coraje, inocencia y dignidad; pero ¿por qué cantaron La Internacional, el himno comunista, cuando se enfrentaban a las armas comunistas? La razón es simple. Educada en la cultura del Partido, esta pobre gente jamás recibió otra cosa que el comunismo. Las personas que estaban en la Plaza Tiananmen no conocen más canciones que La Internacional y unas pocas más que veneran al Partido Comunista.

¿Cuál es la salida?

Hace tiempo que el PCCh marcha hacia su propia destrucción. Por desgracia, sigue tratando de atar su destino al de la nación china antes de desaparecer.

El agonizante PCCh se muestra cada vez más débil y su control sobre la mente del pueblo tiene cada vez menos firmeza. Con el avance de las telecomunicaciones e Internet, al PCCh se le hace cada vez más difícil impedir la difusión de la información y la libre expresión. Mientras los funcionarios corruptos continúan saqueando y oprimiendo al pueblo, éste empieza a despertarse de la ilusión del PCCh, y muchos ya ejercen la desobediencia civil. El PCCh no sólo no pudo aumentar el control ideológico en su persecución de Falun Gong, sino que además se debilitó cuando se hizo público su accionar brutal. Este momento oportuno llevó a mucha gente a reconsiderar su concepción del PCCh, un proceso que llevará al pueblo chino a despertarse de su letargo ideológico y así liberarse del maléfico espectro comunista.

Luego de vivir más de cincuenta años bajo la dictadura del PCCh, el pueblo chino no necesita ninguna revolución violenta, sino una redención de las almas. Esto es algo que puede alcanzar ayudándose a sí mismo; el primer paso hacia esa meta es tomar conciencia de la naturaleza ruin del PCCh.

Llegará el día en que el pueblo separará del aparato estatal a las organizaciones del Partido Comunista que se adhieren a aquél; esto permitirá que los sistemas sociales funcionen con independencia, respaldados por las fuerzas principales de la sociedad. Con la extinción de una organización partidaria de tipo dictatorial, la eficiencia del gobierno mejorará. Ese día se aproxima. De hecho, ya en los años ochenta, los reformadores internos del Partido hablaban de “separar el Partido del gobierno”. Se comprobó reiteradas veces que los intentos de reforma desde el interior del PCCh son inadecuados e infructuosos, ya que la ideología del “liderazgo absoluto del Partido” aún tiene vigencia entre los miembros de la secta.

La cultura del Partido es el medio ambiente que necesita para sobrevivir la vil secta comunista. Como vimos, existen algunos indicios de que el PCCh puede perder la posesión de sus administraciones estatales; en cambio, parece más difícil quitarle la posesión de la mente del pueblo, pero éste es el único camino posible para arrancar de raíz la hierba mala del comunismo. Esto es algo que puede lograrse sólo con el esfuerzo del mismo pueblo chino. Con la recuperación de la mente y la naturaleza humana de las garras de la secta, el pueblo volverá a vivir en la moral y podrá efectuar con éxito el tránsito hacia una sociedad no comunista. La clave del exorcismo de esta posesión maléfica reside en identificar la naturaleza del espectro perverso y sacarla a la luz; así quedará sin lugar donde esconderse y desde el cual dañar al pueblo. El Partido Comunista pone el acento en el control ideológico, ya que el comunismo no es nada más que una ideología, que el pueblo borrará de su mente cuando se percate de la falsedad comunista, la cultura partidaria y la influencia del espectro malvado que habita en él. Si el pueblo alcanza su salvación, el PCCh se desintegrará.

Las naciones gobernadas por el comunismo están ligadas a la pobreza, el totalitarismo y la persecución. Y sólo quedan unas pocas: China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba, entre las más prominentes. Los días de estos regímenes están contados.

Cuando se libere de la posesión comunista, con la sabiduría del pueblo y la inspiración que brinda la gloriosa historia de la nación china, ésta será una tierra que abrigará grandes esperanzas.

Conclusión

El PCCh dejó de creer en el comunismo. Su alma ha muerto; permanece su sombra. Conserva sólo la piel del comunismo, aunque manifiesta las características de la secta maligna: arrogancia, vanidad y egoísmo, así como indulgencia frente la violencia inaceptable. Heredero del comunismo, el PCCh niega la ley del cielo y enfrenta la naturaleza humana.

En la actualidad, el PCCh sigue gobernando China con sus métodos de lucha, perfeccionados con los años, y con su sistema de organizaciones de tejido cerrado en conjunción con la posesión partidaria; también utiliza la propaganda perversa, que funciona como religión de Estado. La descripción de los seis rasgos del Partido Comunista no deja margen para la duda: se trata de una secta diabólica que sólo hace el mal y ningún bien.

A medida que se acerca a su final, la secta comunista acelera su ritmo de corrupción y degeneración. El mayor problema es que el Partido hará lo que sea para arrastrar a la nación china en su caída al abismo.

El pueblo chino tiene que ayudarse, reflexionar y así librarse del mal del PCCh.

Notas:

1 “El leopardo ha muerto, pero todavía queda su piel” es un verso del “Poema del ciruelo en flor”, de Shao Yong (1011-1077), incluido en un antiguo libro de profecías chinas. El leopardo se usa aquí para referirse al territorio de la ex Unión Soviética, cuya forma recuerda un leopardo en plena carrera. Con la caída de la Unión Soviética, la esencia del sistema comunista desapareció, y quedó sólo la piel (la forma), la herencia que recibió el PCCh.
2 Constitución de la República Popular China (traducción oficial, 1999).
3 El Incidente de la Alianza AB se refiere a la operación contra la Alianza Antibolchevique, de 1930, cuando Mao ordenó la ejecución de miles de miembros del Partido, soldados del Ejército Rojo y civiles inocentes en la provincia de Jiangxi, en un intento por consolidar su poder en las áreas de predominio del PCCh.
4 Del “Informe de la investigación del Movimiento Campesino de Hunan”, de Mao (1927).
5 El monte Tai (Taishan) es el primero de cinco montes famosos de la provincia china de Shandong. En 1987 las Naciones Unidas lo declararon patrimonio de la humanidad.
6 La Campaña de Vallado de Tierras integra el lado oscuro de las reformas económicas impulsadas en China. Al igual que lo ocurrido en Inglaterra durante la revolución industrial (1760-1850), las tierras aptas para la agricultura en la China actual fueron demarcadas para crear regiones económicas en el ámbito de los condados, las ciudades, las provincias y el país. Como resultado de esta acción, los granjeros chinos perdieron sus tierras. En las ciudades y pueblos, ciertas áreas urbanas antiguas fueron desalojadas para crear zonas comerciales, y sus antiguos residentes recibieron una indemnización mínima. Más información disponible en: http://www.uglychinese.org/enclosure.htm
7 Dos intelectuales a las que el PCCh torturó hasta la muerte durante la Revolución Cultural por no creer las mentiras del PCCh y decir la verdad sin tapujos.
8 Se refiere a la revolución de la burguesía rusa de febrero de 1917, que derrocó al zar.
9 La Revolución de Octubre, también conocida como Revolución Bolchevique, fue liderada por Lenin y se consumó en octubre de1917. El movimiento asesinó a los revolucionarios de la clase capitalista que habían derrocado al zar y aplastó la revolución burguesa.
10 El Incidente de Mari y la Masacre del 12 de Abril se refieren a ataques del Kuomintang al PCCh. El primero ocurrió el 21 de mayo de 1927 en la ciudad de Changsha, provincia de Hunan. El segundo sucedió durante el mismo año en Shanghai. En ambos casos, se atacó, arrestó o asesinó a militantes del PCCh.
11 Liu Di, un funcionario del 20º Regimiento del Ejército Rojo acusado de pertenecer a la Alianza AB, encabezó una revuelta en la ciudad de Futian que acusó a Li Shao Jiu de contrarrevolucionario. El movimiento tomó el control de Futian y liberó a más de 100 presos acusados de integrar la Alianza AB, al grito de “abajo Mao Zedong”.
12 Peng Dehuai (1898-1974): general del comunismo chino y líder político. Peng se desempeñó como comandante en jefe durante la Guerra de Corea, vicepresidente del Consejo de Estado, miembro de la Oficina Política y ministro de Defensa entre 1954 y 1959. Fue desplazado de sus cargos oficiales tras manifestar su desacuerdo con los enfoques izquierdistas de Mao en el Plenario del PCCh en Lushan, en 1959.
13 De “Li Lisan: la persona que recibió cuatro funerales”.
14 Los cuatro principios son: la vía socialista, la dictadura del proletariado, la conducción del PCCh, y el marxismo-leninismo y el Pensamiento de Mao Zedong.

Lea el artículo original de Epoch Times (español) AQUÍ.

Video documental:

Continúa con: Parte 9 – Sobre la naturaleza inescrupulosa del Partido Comunista chino

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