Por Benjamin Powell para El American

Hace 3 años transcurría el centenario de la Revolución Rusa, es una ocasión apropiada para recordarnos las atrocidades humanas cometidas por los regímenes comunistas. Pero también deberíamos dedicar tiempo a reflexionar sobre los progresos que se han producido desde la caída de la Unión Soviética y su sistema económico socialista en 1991.

Una encuesta de 2017 sobre los Millennials encontró que el 51% de ellos identificó el socialismo como su sistema socioeconómico favorito, con un 7% adicional identificando el comunismo como su sistema favorito. Sólo el 42% favoreció al capitalismo.

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El socialismo mata, siempre

La mayoría de los millennials que he conocido, y conozco a bastantes como profesor universitario, son gente bastante agradable. La mayoría no tiene ningún deseo de ver sufrir a sus compañeros. Así que concluyo que no tienen aprecio por cómo funciona el socialismo en el mundo real.

Los regímenes socialistas, a través de ejecuciones, hambre intencional y campos de trabajo brutales, mataron a más de 100 millones de sus propios ciudadanos en el siglo XX. En lugares como Cuba, Corea del Norte y Venezuela las atrocidades continúan.

Tales atrocidades no son un accidente. La naturaleza de una economía planificada centralmente reduce a los humanos a insumos de trabajo que deben ser coaccionados para realizar una parte del plan económico de alguien más. Si se le permite a la gente tomar sus propias decisiones, ningún plan económico es posible. Un sistema socialista selecciona naturalmente líderes dispuestos a ejercer coerción para ver que los planes se lleven a cabo.

El historial económico del socialismo es tan sombrío como el historial en derechos humanos. Pero no necesitamos dirigir a los Millennials a los libros de historia para que lo vean. Sólo necesitan ver lo que le ha sucedido a los antiguos países socialistas, ya que estos países se han alejado del socialismo y se han acercado al capitalismo.

La libertad económica conduce a mejores resultados

El Informe Anual sobre la Libertad Económica del Mundo proporciona la mejor medida del grado en que un país es relativamente capitalista o socialista. El índice depende, por supuesto, de la disponibilidad de datos fiables. Por consiguiente, los regímenes socialistas, como Cuba y Corea del Norte, no están clasificados debido a la falta de esos datos. Pero el índice nos permite evaluar los cambios en los antiguos países socialistas desde que abandonaron el socialismo.

Rusia, por ejemplo, obtuvo sólo 4,3 puntos en la escala de 10 puntos del índice en 1995, cuando se clasificó por primera vez. Desde entonces ha mejorado su puntuación en un 52% y ahora se encuentra en el 50% superior de todos los países incluidos en el índice.

Otros países del antiguo bloque soviético se movieron hacia el capitalismo más rápidamente. En la clasificación de 1995, Estonia obtuvo un 6,2 y Letonia un 5,7, ocupando los puestos 57 y 75, respectivamente. Desde entonces, Estonia ha subido en la clasificación hasta el 17º lugar, y Letonia ha saltado de la 75ª economía más libre del mundo al 26º.

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Pero los rankings no cuentan toda la historia. El resultado del movimiento hacia el capitalismo ha sido un aumento de la prosperidad: La gente está mejor. Los ingresos promedios han aumentado un 250 % en Rusia desde 1995. En Letonia y Estonia, más libres económicamente, los ingresos han aumentado un 487 % y un 461 %, respectivamente. Y no sólo los ricos se están haciendo más ricos. El porcentaje de la población que vive con menos de 5,50 dólares al día ha disminuido un 23 % en Rusia, un 19 % en Letonia y un 22 % en Estonia.

Los millennials podrían ahondar en los libros de historia para aprender sobre las atrocidades socialistas. Pero también podrían simplemente mirar los hechos del mundo y ver cómo la prosperidad ha aumentado a medida que los antiguos países socialistas han comenzado a abrazar el capitalismo. Si hicieran cualquiera de las dos cosas, dudo que encontrarán muchos socialistas entre ellos.

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