Hay un dicho que dice que no se puede juzgar un libro por su portada. Pero la gente suele olvidar esto. Un ejemplo es el movimiento socialista en los Estados Unidos: detrás de las promesas de libertad y progresismo están la legalización de la marihuana, los baños mixtos y otros programas que conllevan costos tanto morales como sociales.
Abuso de drogas y caos
Se sabe que el candidato demócrata Biden apoya la despenalización de la posesión de cannabis, pero las consecuencias son graves. “California, por ejemplo, ha consumido marihuana medicinal desde 1996, pero el número de muertes por opioides sigue aumentando”, escribió Ken Finn, editor de Cannabis in Medicine, en la edición de diciembre de 2020 de Emergency Medicine News. “Colorado ha consumido marihuana medicinal durante casi 20 años … en 2019, tuvo un número récord de muertes por opioides, y los datos preliminares de 2020 apuntan a otro año récord en muertes por drogas”.
También se observaron tendencias similares en otros lugares. Los datos muestran que los estados con marihuana medicinal tienen un aumento del 23% en las muertes por sobredosis de opioides, según una investigación publicada en la edición de junio de 2019 de Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
El 2 de octubre, la Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA) incautó 1.009 kg (,224 libras) de metanfetamina en California durante una investigación de una organización de tráfico de drogas. El administrador interino de la DEA, Timothy J. Shea, dijo que las drogas eran suficientes para proporcionar una dosis de metanfetamina para cada hombre, mujer y niño en los Estados Unidos y México. Dijo que el consumo de drogas siempre se correlaciona con el aumento de la violencia, el robo y el asesinato.
Otro ejemplo es la Propuesta 47, una ley que clasifica los delitos no violentos como los delitos contra la propiedad y las drogas como delitos menores en lugar de delitos graves. Los defensores la denominaron “Ley de vecindarios y escuelas seguras” para convencer con éxito a los votantes de que aprobaran la ley en noviembre de 2014, y su efecto fue opuesto al esperado, como se vio en el aumento de las tasas de delincuencia, como robos en tiendas y robos de vehículos.
Después de que se promulgó la ley, las tasas de criminalidad en Los Ángeles pasaron de disminuir a aumentar. En 2015, un portavoz de George Gascón, fiscal de distrito de San Francisco, dijo que la ley “ha facilitado que los delincuentes por drogas eviten los programas de tratamiento obligatorios”.
Se observó un resultado similar en San Diego, donde se aprovechó la Propuesta 47 para cometer delitos. El jefe de policía de San Diego describió la Propuesta 47 como “una tarjeta virtual para salir de la cárcel”, informó el Washington Post en octubre de 2015. En un caso, un delincuente llevó a la tienda una calculadora para robar bienes por un valor menor a 950 $ para que se imputarán como delitos menores en lugar de delitos graves (según la nueva ley).
Los drogadictos, que a menudo no tienen hogar, necesitan dinero para una dosis, por lo que entran en una tienda, roban mercadería, la venden por la mitad del valor y usan el dinero para comprar más drogas, dijo Del Seymour, fundador de la organización sin fines de lucro Code Tenderloin, de la situación que él había observado.
Daño a la sociedad
El abuso de drogas es solo un ejemplo entre muchos. Una vez que se socavan los valores morales y se rompe el orden social, las consecuencias son devastadoras.
“El sol nunca brilló sobre una causa de mayor valor”, escribió Thomas Paine, uno de los padres fundadores de Estados Unidos. Este país se estableció en la fe y ha desempeñado un papel fundamental en la salvaguarda de los valores tradicionales y la lucha contra el comunismo. Por eso fue bendecido con riqueza y prosperidad.
Sin embargo, en las últimas décadas, la ideología comunista se ha infiltrado gradualmente en Occidente, incluido Estados Unidos. Aunque no ha habido un derramamiento de sangre como la Revolución de Octubre en la Unión Soviética, la ideología ha empujado a la sociedad estadounidense hacia un gran gobierno, incluido el New Deal en los años treinta y la guerra contra la pobreza en los sesenta.
Después de que Nixon visitó China durante la Revolución Cultural en 1972, Estados Unidos, y la sociedad occidental en general, comenzaron a apoyar a la China comunista, con la esperanza de que una China más rica condujera a un entorno político más saludable. Al ignorar las continuas violaciones de derechos humanos del régimen chino, incluida la masacre de la Plaza Tiananmen en 1989 y la persecución a Falun Gong que comenzó en 1999, las naciones occidentales le dieron la bienvenida a China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y le permitieron convertirse en la segunda economía más grande del mundo.
Sin embargo, aprovechando la libertad de Occidente y el rico suelo democrático, los comunistas no perdieron el tiempo en propagar su cultura central de violencia, engaño y odio a nivel mundial, incluso en las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cuando estalló el coronavirus a fines de 2019, el régimen comunista en China, ahora fuerte y dominante, censuró información a nivel nacional y engañó al público en el extranjero, incluida la OMS. Ningún país, incluido Estados Unidos, pudo resistir tal catástrofe.
Cuando Trump entró en escena, comenzó a contrarrestar el comunismo y restaurar los valores tradicionales. Tomó medidas para frenar el abuso de drogas, endurecer la aplicación de las leyes de inmigración y abogó porque las personas necesitaran trabajar y ganar su parte de la riqueza. Es por eso que fue fuertemente atacado por los medios de comunicación y funcionarios que han adoptado la ideología comunista en las últimas décadas.
Durante el debate presidencial del 22 de octubre, Biden dijo que, si llegaba a ser presidente: “enviaría al Congreso de los Estados Unidos un camino hacia la ciudadanía para más de 11 millones de indocumentados” en 100 días. Además, apoya fronteras abiertas, no deportaciones, ciudades santuario y otras iniciativas similares.
La verdadera historia del comunismo
Al crecer en Vietnam del Sur, Buck Soggs sabía que el comunismo es diferente de lo que pretendía su propaganda. “El comunismo [en Vietnam] abogó por la supresión de votantes, usando los medios para decir mentiras o manipularte, contándote lo que los norvietnamitas hicieron en la historia. Controlaban los periódicos y todos los demás medios; se dieron la vuelta y trataron de que todos los apoyaran, cuando todo lo que dijeron resultó ser mentira”, dijo Soggs.
Dijo que el fraude electoral en las elecciones generales de Estados Unidos le recordó su experiencia con el comunismo en Vietnam. “Veo que está sucediendo aquí; lo vemos”, continuó: “Nuestra comunidad vietnamita atesora lo que representa Estados Unidos. Perdimos nuestro país por el comunismo, así que todos reconocemos cómo es el comunismo y no lo aceptaremos”, dijo Soggs, y agregó que apoya al presidente Donald Trump y lo que él representa.
Laura Lozano Zuniga de Austin, Texas, estuvo de acuerdo. Dijo que nacionalizar industrias es socialismo. México, de donde ella venía, iba camino del socialismo en la década de 1940. La atención médica gratuita sonaba bien en teoría, pero en realidad la calidad se deterioró. Muy pronto, los médicos y abogados fueron a conducir taxis porque ganaban más dinero de esa manera.
Zúñiga dijo que no era una sorpresa que Trump ganara muchos votos minoritarios este año porque el socialismo solo conduce al comunismo. Zúñiga dijo que apoya a Trump por oponerse al socialismo y al comunismo.
Paul Cropper, un vecino de Biden que vive en Delaware, dijo que conocía a Biden y a su familia desde la infancia. Dijo que Biden es deshonesto y que muchos miembros de la iglesia de Biden apoyaron a Trump. Cropper dijo que Trump es uno de los mejores presidentes desde George Washington por sus esfuerzos para salvaguardar los principios, aumentar las oportunidades de empleo y manejar la pandemia. Si Biden se convirtiera en el próximo presidente, dijo que todo esto desaparecería y que Estados Unidos se convertiría en una sociedad socialista en la que el gobierno controla cuestiones como el seguro médico al tiempo que suprime la libertad de expresión de las personas.
“Ya tengo 68 años y no sé cuántos años viviré”, dijo: “pero no quiero que Estados Unidos vaya así”.
Fuente: Minghui.org.