Oriana Rivas
La visita en China de una comisión de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) despierta el miedo de Xi Jinping. Luego de un estricta censura y silencio sobre los orígenes del virus, ahora va contra las familias de los muertos para evitar cualquier testimonio que compruebe su ineficiencia.
“Esto demuestra que (las autoridades chinas) están muy nerviosas», declaró Zhang Hai, exintegrante de un grupo de WeChat conformado por unos 100 familiares de las víctimas de coronavirus. El grupo fue eliminado repentinamente de esa red social china, sin ninguna explicación.
Además de eso, varios familiares de las víctimas de Wuhan han intentado presentar demandas buscando compensación y castigo de los funcionarios, pero solo han encontrado silencio. Los tribunales se niegan a recibir sus reclamos, agrega Infobae.
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Zhang Hai asegura que si la comisión de la OMS habla con esas familias, podría obtener pistas importantes sobre el desarrollo del virus, aunque duda que se vuelva realidad. El régimen vigila constantemente.
Los expertos de la OMS llegaron a China el pasado 14 de enero, tuvieron que cumplir una cuarentena de 14 días para comenzar la investigación, que además está fuertemente vigilada por el régimen.
Silencio a diestra y siniestra
El miedo de Xi Jinping no es infundado. Las denuncias de los familiares están respaldadas por investigaciones aparte. Por ejemplo, en marzo de 2020 investigadores de la Universidad de Southampton en Inglaterra afirmaron que el número de casos en China pudo haberse reducido en 86 % si las primeras medidas, que se tomaron el 20 de enero, se hubieran aplicado dos o tres semanas antes.
La OMS también reconoció que ni la organización ni China actuaron con suficiente rapidez cuando se detectaron los primeros brotes. Si calamos más hondo, resulta que en enero del año pasado el régimen ya silenciaba a quienes criticaban los niveles de contagio.
Apelando a la memoria colectiva, China pasó por un caso similar cuando el síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) surgió en 2002. Para marzo de 2003, la OMS emitió la alerta mundial que con el tiempo se extendió por 26 países, con 8098 casos confirmados y 774 muertos.
Aquel virus fue erradicado, pero parece que China no aprendió de eso.
Si bien el país mejoró su economía y su sistema de salud, también endureció el control de internet, medios de comunicación y sociedad civil. De hecho, la policía interrogó a ocho personas que publicaron información sobre el COVID-19 en las redes sociales, afirmando que habían difundido “rumores”, agregó el medio.
Desviando la atención
Hay más en este listado de censura. La nota de AFP sobre el cierre de grupos de redes sociales, también informa que una jubilada —cuya hija murió a causa del virus— habría recibido una visita de funcionarios del gobierno para silenciarla.
Le pidieron no hablar con los medios de comunicación y le ofrecieron dinero en la puerta de su casa. “Y cantaron la misma vieja canción y me dieron 5000 yuanes (775 dólares) en un ‘pago de condolencia’”, relató desde el anonimato.
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Así como el régimen trata de desviar la verdad con dinero, también lo hacen con teorías sobre el origen del virus. A través de los medios estatales han dicho que el COVID-19 no nació en China, sino que llegó por alimentos congelados desde otros países del mundo; luego sugirió que provino de una laboratorio de armas biológicas en Maryland, Estados Unidos.
No conformes con esto, atacaron la vacuna desarrollada por Pfizer y BioNTech y desaconsejaron su uso. Lo hicieron justo el día que desde Brasil anunciaron que la vacuna china no tenía la efectividad que profesaban sus fabricantes.
«Es muy vergonzoso» para el gobierno, declaró a AP Fang Shimin, quien se ha dedicado a desenmascarar mentiras de Xi Jinping.
Fuente: Panampost