Por Ángel Manuel García Carmona
El incremento de la ofensiva censora de las Big Tech tras lo ocurrido el 6 de enero en el Capitolio washingtoniano no solo ha centrado el interés preocupante entre quienes libramos, desde distintos ámbitos, la necesaria batalla contracultural y contrarrevolucionaria.
Determinadas personalidades de prestigio del ámbito tecnológico, también han dado su parecer sobre el futuro de la red de redes. Quizá “no se hayan pronunciado políticamente”, pero no interesa aquí tanto la forma como el fondo de la cuestión, desde un prisma más profesional y técnico.
Hablaremos de Tim Berners-Lee, ingeniero informático cuya contribución más destacada fue la World Wide Web (el acceso y uso de Internet tal y como lo conocemos), desarrollando la prim
era página web (inventando así los primeros documentos de hipertexto, en HTML), el primer web browser y el primer servidor HTTP.
Lea también: Gobernador de Florida promete tomar medidas contra la censura y la venta de datos de las Big Tech
En una reciente entrevista, enfatizó en la importancia de descentralizar la web y “recuperar el poder” que tendrían estos momentos determinadas fuerzas a considerar como centralizadoras. Consideró que con esto, las Big Tech (Google, Twitter, Amazon y Facebook inter alia) estarían en juego.
Al mismo tiempo, aconsejó que los individuos pudiesen tomar el control de sus propios datos. En esta línea iría una plataforma web en la que estarían trabajando con el Instituto Tecnológico de Masachussets (MIT), llamada Solid. Combinaría calendarios, chats y contenidos multimedia, pero sin ninguna clase de dependencia externa.
Con ello, el usuario internauta, al beneficiarse de un contenedor llamado pod (este concepto es muy familiar sobre los containers de la plataforma de administración de contenedores y microservicios en la nube conocida como Kubernetes), tendría un seguro fáctico de su privacidad.
De todos modos, lo importante es que una personalidad de esta categoría ya habría abierto, en los ámbitos más apolíticos, el debate en pro de una descentralización más avanzada, que fuese en consonancia con la esencia misma de dispersión y distribución de la red de redes.
Y es que, en las últimas semanas, están desarrollándose movimientos en los ámbitos tecnológicos que si no están contribuyendo a dar forma a nuevos conceptos de oferta alternativa en servicios como pudieran ser los de la Web 2.0, estarían ya preocupando a las grandes corporaciones tecnológicas.
El código abierto es ya un factor preocupante para Google
Si bien es cierto que hace más de un lustro, corporaciones como Microsoft comenzaron a relajar su reticencia al código abierto (fomentar la “integración” con Linux y Unix fue una prueba de ello)y que parte del software de Google emanó de núcleos no privativos, parece ser que ahora entran preocupaciones.
Las preocupaciones varias sobre la privacidad y la escalada de restricción de acceso a contenidos que no verifiquen la “verdad oficial” del consenso “progre-sociata” han llevado a muchos no solo a buscar alternativas en el social media, sino en la manera de navegar por Internet o en el entorno de los sistemas operativos.
Le recomendamos:
Ciertamente, Android es uno de los sistemas operativos más utilizados en los smartphones mientras que, de acuerdo con StatCounter Globalstats, la cuota de mercado del navegador Google Chrome sería superior al 60 %, en todas las plataformas (equipos de escritorio, tablets y teléfonos inteligentes).
Muchos están conformes con la amigabilidad de la interfaz de Chrome así como con su rendimiento, relativamente alto (también valoran positivamente que sea multiplataforma). De hecho, no olvidemos que por mera decisión de muchos usuarios, cayeron las soluciones de Microsoft (algo que antes no habían logrado Mozilla y Opera).
Por ello, daría un poco de pereza separarse de estos servicios (aparte de la compatibilidad con muchas apps que aún no están dentro del paradigma de las Progressive Web Apps, nada nativas). Y por ello se contemplan alternativas no muy conocidas, pero no rupturistas.
Existen sistemas operativos para móviles basados en UNIX que facilitan la compatibilidad de las apps desarrolladas para Android, tales como GrapheneOS (existe también un programa para ejecutarlas en Ubuntu Mobile, solución algo más conocida por cuanto es hermana de la distro de escritorio más importante de Linux).
Al mismo tiempo, Google Chrome se basa en un proyecto abierto llamado Chromium, con cuya esencia pretende acabar la compañía de Mountain View en las últimas semanas, restringiendo el acceso a determinadas interfaces de programación de aplicaciones de servicios de Google que no dejan de ser populares (por ejemplo, Maps).
Alternativas abiertas no limitadas al social media
Sorprendente y positivamente, el blockchain (esa infraestructura tecnológica que no solo sirve para sostener criptodivisas, que destaca, para varios ámbitos a beneficiarse, por su esencia distribuida y descentralizada, sin dependencia de puntos centrales, sino de nodos dispersos) está entrando en juego.
Una de las alternativas a considerar ante las políticas de “verdad oficial” de YouTube es LBRY, una plataforma donde se puede distribuir tanto contenido audiovisual como bibliográfico digital. Esta, de código abierto y sostenida por una criptodivisa propia, tiene un funcionamiento similar a las redes P2P, no existiendo estandarización política alguna.
Pero es que también existen servicios de correo electrónico alternativos a Gmail, Yahoo, Outlook y Yahoo que no es que se puedan habilitar (como sabemos todos) en un hosting casero, sino que encriptan los mensajes de manera asimétrica, aprovechando la dispersión de las cadenas de bloques.
De hecho, el protocolo HTTP/HTTPS podría enfrentarse a un nuevo competidor, que sería el que basaría el funcionamiento del “popularizante” navegador Brave. Mediante este, el usuario no haría peticiones GET dirigidas a servidores centrales en un punto concreto, sino hacia una red de nodos distribuidos que reduciría costes, por criterios de proximidad
La técnica y el tiempo juegan en contra de la gestión y planificación centralizadas
Por enésima vez, conviene recordar que el código abierto tiene una esencia equiparable a filosofías como la libertaria y la anarcotradicionalista (sin intención de ideologizar ni de hacer política), por la autoorganización de grupos dispersos a la hora de mantener o mejorar determinadas soluciones.
A la vez, se combate con la llamada “propiedad intelectual”, que no es sino una nueva modalidad de proteccionismo, que blinda a determinadas corporaciones de la competencia de mercado que pueda surgir por parte de otros emprendedores que tengan una idea mejor para un servicio que sirve a la sociedad.
Dicho esto, la esencia de Internet facilita todo a los desarrolladores que pretendan satisfacer demandas de determinados nichos, pero también tumba el mito según el cual la tecnología trabaja siempre en beneficio del socialismo (aunque sea en “formato chino”). El estatismo y su brazo aliado de las Big Tech se ven en peligro hasta por el open source.
Fuente: elamerican.com