Agustín Laje
La oficina de “Derechos Humanos” de la ONU acaba de solicitar contribuciones para elaborar una suerte de “lista negra” en la que ir registrando a quienes se oponen a la ideología de género. Estas contribuciones consisten, en concreto, en información. Se solicita, pues, un trabajo de inteligencia contra determinados grupos de la sociedad civil. Gobiernos, organizaciones internacionales y regionales, organismos y programas de ONU, ONG’s y organizaciones LGBT y feministas están convocados a aportar los nombres que irán engrosando este listado de disidentes.
La ONU está preocupada porque advierte una seria y creciente reacción en muchos puntos del globo contra la agenda de género. Esta preocupación es compartida por Open Society Foundations, de George Soros, que hace dos años promovió investigaciones sobre los grupos que estaban resistiendo estas ideologías. La misma preocupación también la tuvo la Ford Foundation, que por medio de la Universidad de Columbia financió un proyecto periodístico llamado “Transnacionales de la Fe”, cuyo objetivo consiste en luchar desde medios de comunicación masivos de 16 países iberoamericanos contra los discursos que resisten al feminismo, el lobby LGBT y el aborto.
Los burócratas de la ONU creen que hay que tomar medidas drásticas antes de que sea tarde. Es interesante analizar algunos puntos del comunicado en cuestión. Todo empieza con una patética reivindicación del absurdo reduccionismo llamado “enfoque de género”: “Los enfoques de género reconocen que éste está inextricablemente ligado a la construcción social: que los significados vinculados a las diferencias de sexo (y otras) se crean socialmente. Cuestionan el supuesto de que la identidad de género tenga correlación directa y necesaria con el sexo biológico…”.
Resulta una obviedad que la sexualidad está atravesada por la cultura y la historia. Esto es, que la sexualidad posee una dimensión contingente. Tal cosa sería el “género”, entendido como las características sociales de la sexualidad. Ahora bien, el problema del “enfoque de género” es que reduce la complejidad de la sexualidad humana y la identidad personal a esta mera realidad contingente. El “enfoque de género” es un monismo, reconduce todo sistemáticamente a una sola variable: la “construcción social”. Pero la sexualidad humana tiene una base natural que resulta inextricable. Negar esto es un absurdo anticientífico. La identidad, a su vez, no puede surgir de la mera contingencia, pues necesita un fondo permanente que le permita seguir siendo idéntica a sí misma aun en los cambios. El “enfoque” en cuestión, en verdad, es una ideología, en la medida en que mistifica la realidad sexual; en la medida en que desconoce el complejo juego naturaleza/cultura que estructura la existencia de esos animales sociales que somos los seres humanos.
La ONU quiere nombres y apellidos, organizaciones, argumentos, resultados conseguidos. Lo que se pretende es mapear la situación actual
La ONU, sin embargo, tiene terror a aquello de “ideología de género”. Y lo hace saber de forma explícita: “existen actualmente relatos que, bajo diferentes líneas de caracterización (incluida la acusación de la denominada ‘ideología de género’), tratan de eliminar el marco de género de los instrumentos y procesos de la normativa internacional…”. Por eso, los burócratas necesitan saber quiénes son aquellos que están denunciando lo ideológico del mentado “enfoque de género”, y para eso se ha pensado esta suerte de “lista negra”.
En concreto, lo que se le pide a los gobiernos, las ONG’s, los movimientos sociales y las organizaciones internacionales es enviar un informe detallado en el que se respondan preguntas como las que siguen:
— “¿Existen ejemplos en los que se hayan utilizado narrativas o ‘ideología de género’, ‘generismo’ u otros conceptos relacionados con el género para introducir medidas regresivas, en particular, pero no exclusivamente, para las personas o comunidades LGBT?”
— “¿Ha habido expresiones o declaraciones públicas de dirigentes políticos y/o religiosos que hayan dado lugar a la prolongación, modificación o supresión indefinida de acciones, actividades, proyectos, políticas públicas o aplicación de enfoques de género?”
Y la cosa se va poniendo peor, pues a continuación se solicita información sobre quiénes son esas personas que están resistiendo la ideología de género:
— “¿Quiénes son los principales actores que sostienen que los defensores de los derechos humanos de las personas LGBT están fomentando la llamada ‘ideología de género’?
— ¿Cuáles son sus principales argumentos?
— ¿Han sido eficaces en la regresión de los derechos humanos de las personas LGBT?”
Cuando se trata de diversidad de pensamientos, opiniones, tradiciones, costumbres, valores y posicionamientos políticos, la “agenda de la diversidad” apuesta por el disciplinamiento uniformizador
La ONU quiere nombres y apellidos, organizaciones, argumentos, resultados conseguidos. Lo que se pretende es mapear la situación actual. ¿Pero con qué propósito? Sobre esto no se dice nada más que la típica cantinela de defender la “diversidad” y los “derechos humanos”. No obstante, ser parte de una “lista negra” como la que se quiere configurar podría significar para los disidentes graves problemas en el futuro. Boicot político, boicot laboral, boicot económico, cancelación cultural, persecución judicial… quienes resisten la ideología de género podrían convertirse en los primeros parias debidamente registrados del orden globalista y su policía ideológica.
Así, la “diversidad” siempre se trató de la cama y nada más. Con quién uno se acuesta o quién uno autopercibe ser: a esto se limitó el cuento de la “diversidad”. En efecto, cuando se trata de diversidad de pensamientos, diversidad de opiniones, diversidad de tradiciones, costumbres, valores y posicionamientos políticos, la “agenda de la diversidad” apuesta por el disciplinamiento uniformizador. No tolera lo distinto, no soporta voces disonantes. A su vez, aquello de “derechos humanos” también terminó anulándose a sí mismo desde que en el nombre de ellos mismos se decidió atentar contras los derechos de la libertad de expresión, la libertad religiosa y la libertad política.
A este respecto, nótese la siguiente pregunta que se solicita para el informe de ONU: “¿Existen iniciativas adoptadas por los Estados en relación con el derecho a la libertad de religión, creencias o conciencia (incluida la figura de la objeción de conciencia) que hayan tenido el efecto práctico de limitar el disfrute de los derechos humanos (incluidos los derechos sexuales y reproductivos) de las personas LGBT?”
El “Objetivo 5” de Naciones Unidas establece la ideología de género como marco obligatorio para todas las naciones
Aquí surge con claridad una colisión de derechos, que tiene la forma de una disyunción: o se disfruta de libertad religiosa (que no se caracterizan como derechos humanos), o se disfruta de “derechos humanos” de “las personas LGBT”. En rigor, opinar contra la ideología de género no violenta ningún derecho humano de ninguna persona en absoluto. Incluso en el caso en que una persona se autoperciba de un sexo distinto del biológico, argumentar que la sexualidad humana está en gran medida determinada biológicamente no supone ningún atentado contra los derechos de aquélla. Afirmar tal cosa sería concederle a esta hipotética persona privilegios inadmisibles. Por empezar, el privilegio de que su autopercepción condicione legalmente las percepciones de los demás. Pero el relato de la ONU necesita poner en conflicto la libertad de expresión en general, y la libertad religiosa en particular, con los “derechos humanos”, para paulatinamente despojarlas de su carácter de “derechos humanos”. El camino lleva a una situación en la que la libertad de expresión y la libertad religiosa no serían más derechos humanos sino atentados contra estos últimos.
Además, hay que notar cómo se caracteriza a la objeción de conciencia. En efecto, no se la caracteriza como un derecho que deriva de la libertad moral y religiosa, sino como una “figura” que estaría poniendo en “peligro” los “derechos humanos” de las “minorías”. Por ejemplo: la libertad de consciencia de un sacerdote que no quiere celebrar un “matrimonio” homosexual, o la libertad de consciencia de un médico que no quiere practicar un aborto (“derechos sexuales y reproductivos”).
Finalmente, todo esto debe enmarcarse en la “Agenda 2030” de la misma ONU, cuyo “Objetivo 5” establece, precisamente, la ideología de género como marco obligatorio para todas las naciones. De lo que se trata es que llegado el año 2030, el mal llamado “enfoque de género” lo domine todo. Que sea algo así como la ideología global oficial. Pero para eso hay que empezar a identificar a los enemigos, amedrentarlos y eventualmente reducirlos a la insignificancia.
De ahí que la “lista negra” se esté conformando en este mismo instante. Eso sí: en el nombre de la “diversidad” y los “derechos humanos”. Quizás usted algún día también termine engrosándola.
Fuente: La Gaceta de la Iberoesfera