Una entrevista de Javier Navascués
Antonio Peña es doctor en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona y lleva años estudiando en profundidad todo lo concerniente a las agendas 2030 y 2045, temas de los que ha impartido varias conferencias y que ponen los pelos de punta al conocer los planes que, en su opinión, los poderes mundialistas tienen diseñados para someter a la humanidad e implantar un siniestro nuevo orden mundial que nada tendrá que ver con la realidad que hemos conocido hasta ahora.
¿Qué son realmente las agendas 2030 y 2045?
Las Agendas 2030 y Avatar 2045 son proyectos que pretenden transformar a gran escala la naturaleza y la humanidad, fusionándolas. La transformación de la humanidad es política, económica, social, cultural, religiosa e incluso física llevada a nivel genómico, lo que hace del transhumanismo el eje de la Agenda.
¿Cuáles son sus orígenes?
Hay que distinguir entre el plano intelectual o ideológico y el de acción y gestión. En el ámbito de la acción y gestión me centraré en los orígenes más próximos: la reorganización del mundo tras la segunda guerra mundial.
La guerra fría no fue más que la disputa entre los Estados Unidos (USA) y la Unión Soviética (URSS) por dirigir el mundo lo que llevaba adjunto controlarlo directa e indirectamente, de tal manera que se formasen círculos en diverso grado de sumisión. Cada uno de estos dos contendientes tenía un modelo de organizar el sometimiento y gobernación del mundo.
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En la década de 1980 esta dualidad entre USA-URSS se rompe. Primero, porque entra China en el “juego” y, después, porque la balanza se inclina a favor de la primera por el hundimiento de la URSS, lo que sorprende a China en pleno proceso de reformas económicas. El modelo USA parecía triunfar e imponerse. Los partidos y organizaciones socialistas tuvieron que adaptarse a la nueva situación. La respuesta del cosmos socialista fue denunciar que ese modelo triunfante no era la panacea de paz, desarrollo y bienestar del mundo. Sostenían que los problemas continuaban y se incrementaban: ricos y pobres, las guerras, la contaminación… Por lo tanto el mundo debía ir a una confluencia.
Uno de los primeros que lanzó públicamente la idea de confluencia fue Gorbachov con su “casa común”. La década de 1990 no fue más que un tiempo de “impasse” en el cual estas tres potencias se estaban poniendo de acuerdo sobre cómo gobernar y administrar el mundo en el nuevo siglo. Y este fue el acuerdo: tender hacia un mismo sistema económico, un mismo sistema político, un mismo sistema social y cultural, una única religión mundial.
¿Y en el plano intelectual o ideológico?
Gran parte del pensamiento originario lo podemos encontrar en las órbitas de la Escuela de Frankfurt. De aquí surge la Teoría Critica. Es decir, el conflicto debe continuar bajo nuevas formas (ricos-pobres, padres-hijos, hombres-mujeres…) como medio de construir un único sistema mundial.
Desde el campo liberal y partiendo de las ideas de la escuela de Chicago y el centro de pensamiento del Instituto Tecnológico de Massachussetts, se dio forma al Consenso de Washington para establecer un conjunto de “formulas” comunes que llevasen a equiparar a todas las naciones-estados y que las encaminase por la misma senda de construcción de un único sistema mundial mediante dos ejecuciones de métodos de disolución de las naciones y fusión de los Estados.
¿Cómo se fue expresando este pacto o consenso?
En aquellas décadas de 1980 y 1990 los estados de democracia liberal eran los que más auspiciaban el globalismo vendiéndolo como difusión de la libertad, la democracia y el libre mercado. Pero fíjese en quiénes acogieron y aplicaron el Consenso de Washington hasta entrado el nuevo siglo, las organizaciones mundiales más intervencionistas: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio. Por su parte las potencias más destacadas marcaban la agenda de aplicación en las Cumbres del G7/G8 o en el Club Bilderberg, mientras que la ONU –con sus organizaciones- se convertía en el brazo gerente que expedía las ordenes que los gobiernos tenían que aplicar a nivel regional y local. Por su parte, los partidos de derecha defendían estas reuniones de organismos internacionales y magnates.
En la otra orilla, en contra -aparentemente- del globalismo, se situaba toda la izquierda socialista, comunista y anarquista que movilizaban a sus hordas cada vez que en alguna ciudad tenían lugar las reuniones de estos organismos internacionales. Además, desde la orilla izquierdista se constituyeron organizaciones y foros internacionales paralelos a los citados OMC, BM, FMI… por ejemplo: Foro Sao Paulo, Foro Económico Mundial (Foro Davos), Grupo Puebla, Foro Social Mundial, América Business Forum…
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Los años finales del siglo XX y primeros del siglo XXI fueron el período del resurgir de Rusia al tiempo que China finalizó sus reformas económicas. De nuevo los tres grandes estaban en escena, luego era necesario ir a un nuevo pacto internacional. Estamos en 2001-2008.
Era necesario cancelar el Consenso de Washington y levantar un nuevo acuerdo internacional. Las élites tiránicas que estaban –y están- detrás de este entramado, no podían hacerlo por las bravas. Debían fabricar una situación que justificase el cambio. Un “terremoto”. Y qué casualidad, entre 2006 y 2008 se incuba la crisis que estalla ese mismo año y se extendería hasta entrada la segunda década del siglo XXI. Y qué casualidad el 15 de noviembre de 2008 el G20 se reunió en Washington.
¿En qué consistió el nuevo pacto?
El nuevo acuerdo consistió en que: por un lado, China consolidaría su capitalismo de Estado (modelo de mercado donde el Estado desempeña un papel predominante -directamente o mediante- empresas públicas y privadas) y se le permitiría una acción preponderante en los mercados internacionales.
Por otro lado, los estados de economía y democracia liberal introducirían las modificaciones necesarias para acercar sus economías hacia el capitalismo de Estado. Al mismo tiempo alterarían sus sistemas políticos para ir debilitando (primero) y restringiendo (seguidamente) las libertades clásicas, tanto las políticas como las personales. El objetivo es que los sistemas mundiales tiendan a la confluencia y se parezcan cada vez más al régimen político chino. Para que esta reforma fuese aceptada por los estados y pueblos occidentales se debía reiterar que la culpa de la crisis iniciada en 2008 era de las políticas liberales llevadas hasta ese momento por los estados occidentales. El resultado fue la proliferación de gobiernos de izquierdas como manos ejecutoras de las reformas.
Esto es, en resumen, confluencia económica y política con China como espejo. Y este es el punto en el que estamos. No es de extrañar que, ahora, tanto las derechas como las izquierdas políticas y sociológicas defiendan el globalismo.
¿Pero usted plantea que la transformación es mucho mayor y más profunda que una conjunción mundial en un único sistema político y económico?
Sí. La transformación no es ya solo global, es Total: incluye no solo los sistemas económicos y políticos y culturales sino también los religiosos, y la naturaleza y al propio ser humano.
Aquí entra la acción cultural desde las escuelas y los medios de comunicación. Por ejemplo la difusión del postecologismo, que propone que todo debe ser integrado en una conciencia global, Pachamama. Ya ha entrando en las conciencias occidentales que el ser humano es una simple pieza de este entramado Pachamama. Y para hacer efectiva la integración del ser humano en la Totalidad es necesario transformar al ser humano, hacerlo “evolucionar”.
Aquí entran los biólogos y genetistas diciendo que es necesario introducir cambios genéticos que mejoren la especie humana. Cambio que sean irreversibles y se transmitan a las siguientes generaciones. Es decir, el surgimiento de una nueva especie resultante de una evolución diseñada y controlada.
¿En qué consiste esta transformación del ser humano y cuál es el objetivo último?
Consiste en transformar a gran escala la humanidad y la naturaleza fusionándolas, tomando como eje la tecnología NBIC (fusión de la ingeniería genética, la nanotecnología y cognotecnología). Es a esto a lo que se llama “convergencia tecnológica”: unir las tecnologías de la información y comunicación con la inteligencia artificial, con las tecnologías cognitivas y de transferencia mental, con la nanotecnología, con la biotecnología, la ingeniería genética y la farmacología.
Esto supone la destrucción del ser humano y la fabricación de un nuevo ser que ya no es humano.
Efectivamente, es transhumanismo o más propiamente posthumanismo y sus símbolos los estamos viendo cada vez más a menudo en muchas compañías y proyectos de todo tipo: el H+ (el transhumano), el HH++ y el H∞ del poshumanismo.
¿Y técnicamente es posible?
La técnica utilizada es la CRISPR, mediante la cual se puede modificar, eliminar, cortar o replicar ADN. De hecho esto se consiguió en la década de 1990. El resultado fueron los seres modificados genéticamente. Se les llamaba transgénicos. Y se puede hacer lo mismo con óvulos, espermatozoides e incluso embriones.
Desde el Instituto Tecnológico de Masachusets Eric Drexler -uno de los ideólogos del transhumanismo- desarrolló nano ensambladores moleculares que podían unirse a la molécula de ARN, el resultado fue el ARN mensajero, ¿le suena?
Me suena a la llamada vacuna covid, que es de ARNm.
Efectivamente. Y actualmente la nanotecnología molecular permite utilizar ensambladores sintéticos, nanosensores sintéticos que se autorepliquen como en un enjambre.
¿La función de estos ensambladores sintéticos se limita a dar órdenes transformando al ser humano a nivel genético o hay algo más?
No solo pueden dar órdenes, también recibir información y dar nuevas órdenes. Incluso se les podría enviar un virus. Esto se puede hacer con las tecnologías RFID (Radio Frequency Identification) y NFC (Near Field Communication).
Estos nanosensores pueden ser sencillos implantes que integran toda la información genética y personal del individuo y puedan dar órdenes a nivel molecular. Mediante el implante se puede interactuar con todo tipo de dispositivos.
Algunas de las empresas que están implicadas en esta “convergencia tecnológica” son: Google que está llevando a cabo el proyecto Cálico para desarrollar químicos (fármacos) o mecanismos nanotécnicos que inyectados actúen como mensajeros. Varios inyectables de ARN-mensajero. De hecho, como muy bien dice usted, la llamada vacuna COVID es un inyectable de ARN-mensajero.
Incluso hay compañías que trabajan en el desarrollo de cromosomas artificiales injertados en la célula. Aquí destaca el Future of Humanity Institute de Nick Bostrom, otro de los ideólogos del transhumanismo.
Otra de las principales compañías que están trabajando en este mundillo es el Battelle Memorial Institute, que invierte en diversas áreas conectadas como ecología y medioambiente (trasnformación del clima, vamos los famosos chemtrails), las energías renovables e investigan en nanotecnología genómica y biología cibernética así como en biodefensa y enfermedades infecciosas (como el llamado COVID).
El implante -desarrollado por empresas como Biohax o DSruptive- es una cápsula hecha de borosilicato, de 16 mm de largo y 2 mm de ancho. Incluso TMB (Transportes Metropolitanos de Barcelona) está considerando esta tecnología para implantar la T-Mobilidad.
También ya está disponible el interfaz neuronal cerebro-ordenador: las ondas neuronales son procesadas e interpretadas por el ordenador. Es decir, se puede decodificar el pensamiento y almacenarlo en un ordenador. Algunas de las empresas punteras en estos implantes son Neuralink y NeuroLife o la antes citada Battelle.
Google con Facebook (Mark Zuckerberg, transhumanista) y Paypal (Elon Musk, transhumanista) son los principales inversores de Vicarious, una compañía que se centra en el desarrollo de nanosensores aplicados al cortex cerebral.
Las compañías que se dedican a estos desarrollos también plantean crear una “nube útil” -lo llaman- de nanosensores en los individuos. Estos nanosensores podrían conectarse a una red y, por medio de comandos software, transmitir instrucciones mediante ondas, ¿transmitidas por antenas 5G? Es una casualidad que nos encierren a todos, nos quieran poner un inyectable de ARN-mensajero y que entre tanto florezcan antenas G5 como flores en el mes de mayo. Y digo yo que las casualidades no existen.
¿Podríamos llegar a estar todos conectados formando un único organismo?
Esta es la intención. Un gran cerebro cuántico dirigiría todo el operativo tanto individualmente como de cualquier grupo social, incluso la naturaleza. Este ordenador global integraría y controlaría el ecosistema o Pachamama- natural y artificial en el que nos desenvolveríamos. Nosotros solo seremos una pieza al servicio de la Pachamama.
De hecho ya existe algo de esta red de superordenadores. Por ejemplo Watson Health de IBM ya tiene en funcionamiento superordenadores como Sumit y Sierra que, curiosamente, dicen que están implicados en la investigación COVID. Asimismo tenemos a Fujitsucon su superordenador Fugaku, a Lenovo con Marenostrum, Dell con HPC5 y a los chinos con Tianhe-2.
Si consiguiesen implantar a la mayoría de la población y montar esta red de superordenadores estaríamos ante la globalización y control total…
¿A caso no estamos recorriendo este camino de globalización y control total? Y la mayoría de la gente lo está aceptando sin rechistar. Aceptan que les quiten sus derechos y libertades más básicas y no protestan. Y se nos dice a la cara que ya siempre vamos a tener que convivir así y todo porque hay un “bicho”. Es decir, no vamos a recuperar nunca nuestros derechos y libertades. Y esto es a nivel mundial.
¿La gente se dejará implantar el chip?
Hay una cosa que la gente teme por encima de cualquier otra (ya sea guerra, hambre…), es la enfermedad que es sinónimo de muerte. La enfermedad, la muerte, causa terror.
Si te dicen que hay una epidemia incontrolable que mata a millones de personas y que nadie está a salvo, ¿qué harías por tener protección, seguridad y salvarte?
Si te dicen que para conseguir protección, seguridad y salvarte te han de restringir tus libertades más básicas (reunión, asociación, circulación, expresión, publicación, información…), ¿aceptarías?
Si te dicen que con una vacuna o un implante vas a conseguir protección, seguridad y salvarte, ¿cuántos saldrían corriendo a vacunarse o a implantarse?
¿Y si hablamos de una enfermedad?, por ejemplo de un supuesto virus, supuestamente fabricado en un laboratorio asiático y –de alguna forma- “soltado” y “esparcido”.
¿Y si ante ese supuesto bicho saliesen las farmacéuticas a plantear una vacuna de ARN-m?
¿Y si al mismo tiempo los gobiernos machacasen a la población (con todos los medios de comunicación) sobre lo bueno que es ese inyectable de ARN-m?
¿La gente accedería a inyectarse y/o implantarse?
Qué casualidades. Y digo yo que las casualidades no existen.
Pero siempre habrá quien se niegue a ser vacunado o implantado…
Y si te dicen que si no estás vacunado o implantado no puedes viajar, comprar, vender, comerciar, trabajar, poner gasolina, utilizar el transporte público, llevar a tus hijos al colegio, tener una cuenta corriente, un seguro, una hipoteca…
De hecho ya están diciendo que van a hacer cartillas COVID y solo los que tengan su cartilla al día podrán tener ciertos privilegios, por ejemplo viajar. También se ha planteado hacer listados de gente no vacunada. Porque, a ver si nos enteramos, lo que hasta hace apenas dos años eran derechos y libertades ahora son privilegios de los cuales la elite política y económica dispone a discreción.
Si tu quieres tener privilegios similares debes someterte, vacunarte, implantarte el chip… vamos, ser buen ciudadano. Tener puntos, como en China. Es decir, no criticar al gobierno ni sus planes ni oponerte por cualquier medio, sino someterte. Los que no actúen así serán considerados malos ciudadanos, vigilados, seguidos, monitorizados, espiados por las agencias gubernativas (como lo está sufriendo este medio y sus articulistas y colaboradores). Ese “mal ciudadano” será vigilado y perseguido incluso por sus vecinos y familiares (cosa que ya está sucediendo). Estos resistentes van a ser considerados un cáncer para la democracia, para la seguridad y la salud del “rebaño” por lo que serán detenidos, recluidos en centros de aislamiento y, finalmente, -por qué no- desaparecidos.
A pesar de todo somos muchos millones de personas en el planeta para que esta élite pueda llegar a controlar a todos…
Por eso es necesario reducir la población mundial. Llevamos muchas décadas con la cantinela neomalthusiana de que somos muchos y que hay que reducir la población. Aquí entran los ideólogos eugenésicos. Y se comienza eliminando a las personas consideradas imperfectas y a las no queridas, y aquellos que no quieren vivir: (eutanasia, eugenesia, aborto, deficientes mentales, síndromes de Down…) y se continúa favoreciendo la eliminación de pobres, negros, indúes, hispanos, asiáticos… Ahí tenemos a organizaciones –incluso con representantes en la ONU- como Planned Parennhood o Population Research Institut.
Y qué decir de los planes de vacunación de la OMS. Por ilustrar brevemente la cuestión: la vacuna contra el tétanos de la década de 1990 y 2000 aplicada en países africanos (como Kenia), América del Sur, India, llevaron a la esterilización a millones de personas porque la vacuna generaba una respuesta inmune que atacaba a la ganotropina (hormonas responsables de la ovulación y necesarias para la concepción y desarrollo del embarazo).
Es decir que en el año 2030 se daría el cumplimiento de todo este Nuevo Orden Mundial…
Los filósofos transhumanistas consideran que el sujeto moderno no es sostenible por más tiempo, está exterminando el planeta. Dicen que esto puede suceder sobre 2030. Para esta fecha se llegaría a una “singularidad” por la cual se producirá a una situación en la que los avances tecnológicos serán más rápidos que la capacidad de adaptación de la sociedad y hará inevitable la reconstrucción –volver a construir- al ser humano y a la sociedad. Es decir, sería una “ventana de overton”. Aquí tenemos la Agenda 2030 y Avatar 2045.
De hecho ya en la década de 1980 Fereidoun M. Esfandiary -autor del manifiesto transhumanista- tomó el nombre de FM-2030, como fecha en la que deberían alcanzarse los objetivos transhumanistas. Qué casualidad que cuarenta años después del manifiesto de Fereidoun las elites globalistas formalicen una agenda que se llame precisamente 2030. Y digo yo que las casualidades no existen.
Para 2045 el Nuevo Orden Mundial estaría completado: un mundo donde una pequeña élite goza de todo tipo de bienes físicos y materiales. Élite que vive a costa de una reducida población que es mantenida permanentemente en el umbral de la pobreza. Población que es sostenida con una “paguita” estatal. Población controlada y monitorizada permanentemente y con implantes mediante los cuales reciben información y ordenes. Población con cambios genéticos producidos por inyectables ARN-m que les reducen la capacidad de protesta y agitación. Y si aún con todo quieres resistir, ten en cuenta que perderás la paguita, tu familia se morirá de hambre y desaparecerás.
Vamos, el final del camino es hacer realidad el Mundo Feliz de Huxley que, por cierto, era promotor del transhumanismo.
¿Quién está detrás de todo esto? ¿Por qué no puede ser que un pequeño grupo de transhumanistas esté detrás del Nuevo Orden Mundial?
Efectivamente. El transhumanismo es solo un medio –ente otros- para implantar el Nuevo Orden Mundial. Le soy claro y directo. En mi opinión, en la cabeza, dirigiéndolo todo, está la Sinagoga de Satanás. Un grupo muy reducido de personas que son satanistas. Para explicar esto es necesario utilizar la teología.
Dios creó al ser humano y desde el “minuto uno” Satanás hizo la guerra a Dios a través del ser humano. Siempre ha pretendido destruir al ser humano. La caída en pecado de Adán y Eva fue una forma de deteriorar esta creación de Dios. Pero Satanás no se conforma con esto. Él es el mono de Dios, el imitador que no puede crear nada. Luego solo puede utilizar las cosas y seres de la Creación para transformarlas a su imagen y semejanza. Esto es lo que está detrás de los cambios genéticos que se pretenden realizar en el ser humano utilizando la tecnología transgénica que hemos descrito. De hecho el posthumanismo es el constructo de una nueva especie no humana y, por lo tanto, desviada de la Creación de Dios.
Esquematizando el asunto podríamos decir que debajo de la Sinagoga de Satanás se combinan dos niveles. En mi opinión, una élite –tanto oculta como visible- de secta discreta (osea, secreta) compuesta de ciertas familias, ciertos intrigantes magnates y autodenominados filántropos que ocupan los más altos grados y que son los interventores que llevan las órdenes de la Sinagoga a nivel regional y local. En este último nivel tendríamos a los gobiernos, financieros, organizaciones económicas y políticas que ejecutan -a nivel regional y local- las órdenes recibidas pero no a capricho y voluntad sino coordinadamente. Para ello se reúnen unas veces secreta o discretamente y otras abiertamente en clubs, grupos y círculos de trabajo.
Así es, y el ejemplo lo estamos viendo con la Plandemia, cómo se aplican coordinadamente las mismas medidas en todas partes del mundo. Por lo tanto el alcance es mundial ¿Habrá resistencia? ¿Cómo podemos resistir a todo esto?
Actualmente hay núcleos de resistencia que utilizan los resortes que la ley todavía contempla para sortear el totalitarismo que estamos empezando a vivir.
También hay personas que individualmente, en su día a día, hacen pequeños gestos de protesta: llevar una simple camiseta con rótulo contra la Plandemia, conversar con los compañeros de trabajo, hablar con el dependiente de una tienda, montar un canal en redes sociales para opinión e información…
Asimismo hay grupos “por la verdad” que utilizan medios de comunicación alternativos para informar a la población.
A todo esto hay que añadir manifestaciones pacíficas –pero pequeñas- en algunos países como España o Italia. Mientras que en el norte de Europa -como los Países Bajos (Rotterdam, Amsterdam, Den Bosch, Geleen)- las manifestaciones llegan a ser violentas pero son pequeñas y controlables.
Todos estos núcleos de resistencia, vistos a nivel general, no son más que pequeñas piedras en el zapato globalista. No tengamos la menor duda que si hay más resistencia de la esperada o la velocidad de desarrollo del Plan no es el adecuado, la élite del NOM podría considerar necesario soltar o provocar una hecatombe. Esto llevaría a la necesidad de que surja un pequeño núcleo colectivo de decisión mundial que releve a la ONU. Pero bien pudiera ser unipersonal, manteniendo a la ONU. Sea colectivo o unipersonal la característica esencial es que tendrá la suficiente autoridad y potestad como para imponer sus decisiones en cualquier lugar del mundo. Es más, ante esa terrible hecatombe las gentes suplicarán y estarán dispuestas a someterse a cualquier costo, a ser reducidas a servidumbre a cambio de paz, seguridad y salud.
Por lo tanto la resistencia va a ser muy difícil, de hecho ya lo está siendo. En la fase en la que estamos podemos resistirnos a las medidas impuestas en el grado que nos sea posible, como el antedicho: escurriéndonos por los “resquicios” de las leyes sin entrar en el delito, hacer pequeños gestos de protesta, adherirnos a grupos “por la verdad”, participar en las manifestaciones pacíficas que estos grupos convocan…
La última opción es emigrar. Podemos emigrar a algún sitio donde todavía no se hayan puesto en marcha las medidas coercitivas que aquí sufrimos, y más duras que vamos a sufrir. Pero esto es difícil y llegará a ser casi imposible. De hecho sea en avión o barco, tren o autocar, ya algunas compañías están anunciando que quien no cumpla con determinadas condiciones no puede ni podrá viajar. Podemos escoger el trasporte privado pero si estamos en situación de encierro domiciliario, local o regional -tal como lo estamos sufriendo- salir a la carretera es un delito. Quien se arriesgue en la carretera no solo cometerá delito, es que se topará con controles policiales que pudieran llegar a ser incluso militares. Indudablemente debo decir claro que no recomiendo a nadie cometer delito.
Por último, junto a todo esto, y para los cristianos; tenemos la oración que no puede faltar jamás, menos en estos momentos y en los que van a venir.