Este artículo continúa de: 

La Luna: ¿Ingeniería del pasado? Parte I.

La Luna: ¿Ingeniería del pasado? Parte II.

¿Quién construyó la Luna?

La Luna cumple importantes funciones que benefician a la vida sobre la Tierra, tales como motorizar las corrientes oceánicas, calendarizar los ciclos de reproducción de muchas especies, desviar los escombros espaciales mediante su campo gravitatorio, estabilizar la posición del eje terrestre, y dar luz de noche (que sería mayor si se quitara la capa de polvo que tapa la corteza lunar), con todo lo que ello implica.

Al mismo tiempo, su razón de ser, como vimos, resulta contradictoria con todo patrón natural conocido en cuanto a la dinámica de los astros. Estas dos cualidades –beneficio subjetivo y quiebre del patrón natural– son las que conjugan los elementos artificiales, que son alteraciones intencionales de la naturaleza por parte de vidas inteligentes.

De acuerdo con los conocimientos actuales, en función de lo expuesto, la teoría de la Luna artificial resulta más congruente que aquellas sobre un satélite natural.

Entonces, una vez que se interpreta este punto, la pregunta que surge es, ¿quién construyó la Luna?

Los recursos científicos para dar respuesta a este interrogante parecen agotarse ni bien se plantea. Desde la lógica, se puede interpretar que quienes sean que la hayan construido, debían ser seres interesados en la calidad de la vida sobre la Tierra y, por lo tanto, muy probablemente habitantes de la misma.

Dada la edad de la Luna, deberían ser seres de un pasado lejanamente remoto. No obstante, la edad de la Luna en sí misma es difícil de determinar a través de sus materiales como se hace actualmente, ya que los mismos pueden tener sus pro- pios orígenes antes de haber sido recolectados para la construcción del satélite. Por lo tanto, muy probablemente estos seres creadores no serían tan distantes como los miles de millones de años que se plantean sobre el origen selénico.

Cuando imaginamos qué tipo de tecnología haría falta para construir un satélite tan grande como nuestra Luna, cualquier estimación parece quedar corta. Ingenieros, astronautas, toneladas de material y equipos… no existe actualmente sobre el planeta ninguna tecnología que permita siquiera soñar con semejante faena.

Sin embargo, la misma sensación hubiera tenido cualquier ser humano hace sólo doscientos años, si alguien le hubiese planteado los alcances de la ciencia de hoy.

Diversos hallazgos arqueológicos como pinturas rupestres expuestas en museos de Perú, Francia y otros países, restos de estructuras e incluso de instrumentos nanotecnológicos muestran que existieron formas de arte y tecnología sumamente avanzadas en la Tierra, mucho antes que la historia conocida. Estas evidencias entablan serias dudas sobre la teoría de la evolución de Darwin y datan el origen de la humanidad mucho antes de lo que se enseña en la escuela. Dichas civilizaciones podrían haber sufrido catástrofes que las llevaron a la destrucción y a que sus sobrevivientes partieran nuevamente de una vida primitiva; este fenómeno podría haber ocurrido cíclicamente numerosas veces. Todo ello coincide con relatos de textos antiguos que hoy se consideran míticos o metafóricos como el diluvio universal en la Biblia y tantos otros.

En textos antiguos también encontramos menciones específicas a tiempos en que la Luna aún no estaba puesta allí, ante la presencia de los humanos. Aristóteles, por ejemplo, dijo en su Constitución de Tages que los habitantes originarios de Arcadia antes de la llegada de los griegos tenían derecho a la Tierra por “estar habitándola antes de que la Luna apareciera en los cielos”. Por eso los griegos los llamaron los “preselenos” (proselenoe), que significa anteriores a Selena, diosa griega de la Luna.

Apolonio de Rodas mencionó también el tiempo “cuando no todas las órbitas estaban todavía en los cielos, antes de que entraran en existencia las razas Danai y Deukalion, y solamente los arcadios vivían, de quienes se decía que moraban en las montañas y se alimentaban de bellotas, antes de que hubiera luna”.

El filósofo romano Plutarco, de una época cercana al nacimiento de Jesucristo,  hizo  varias  menciones al respecto. En Preguntas Romanas escribió: “Estaban los Arcadios de Evander, que le siguieron a las gentes llamadas pre-Lunares”.

Según el libro Cuestiones romanas del historiador Manuel Antonio Marcos Casquero, el poeta y filósofo sulmonés Publio Ovidio, unos años antes de Plutarco, escribió que “La Tierra que apareció antes que la Luna toma el nombre de Gran Arcas”.

Diversos textos antiguos como el Canchur –un libro milenario tibetano–, el Samarangana Sutradhara de la antigua India y La Epopeya de Gil- gamesh –anterior a la Biblia– también mencionan distintas civilizaciones anteriores con distintos grados de tecnología. Incluso hacen descripciones de naves espaciales.

“… Fuerte y durable debe ser hecho el cuerpo, como un gran pájaro volador, de material ligero. Dentro de él debe uno poner el motor de mercurio con su aparato calefactor de hierro por debajo. Por medio del poder latente en el mercurio que pone el impulsor del torbellino en movimiento, un hombre que se siente adentro puede viajar una gran distancia en el cielo de la manera más maravillosa”, dice el Samarangana Sutradhara, según describe el ufólogo Erich von Daniken.

La propia humanidad de hoy ha comenzado a alterar el espacio y la superficie de otros planetas. Sondas de exploración y pequeños  satélites monitorizan constantemente las condiciones sobre la Luna, Marte y muchos otros cuerpos cercanos. Del mismo modo, giran por el espacio mega estructuras como las estaciones espaciales MIR e Internacional, cuyas construcciones han llevado años de planificación y mano de obra calificada. Entonces, ¿pudo alguna de aquellas civilizaciones anteriores llegar a un avance tecnológico mayor como para construir y llevar a la órbita un satélite del tamaño de la Luna para mejorar las condiciones de vida en la Tierra? No hay manera actualmente de asegurar si algo así ocurrió o no, pero aunque sea difícil de comprobar, existe una certeza que se acopla y da más fuerza a todas estas rarezas e interrogantes sobre el enigmático satélite, y es que: si la Luna no existiera, ni bien el hombre de hoy alcanzara la tecnología para crearla, sin lugar a la menor duda, lo haría.

Recuerdos de una vida pasada

Un ingeniero lunar

El camino de la lógica sólo nos conduce hasta la deducción de una gama de posibilidades como lo antedicho. Entonces, para seguir adelante y al menos permitir al lector saciar su sed de imaginar algún detalle más concreto sobre la construcción de la Luna, sólo queda la posibilidad de ser más audaz y adentrarse en algún método menos ortodoxo, que al menos siga la línea de lo expuesto.

En esta dirección, el principal periódico en idioma chino fuera de China, Da Jiyuan, publicó en su sitio web, en una columna llamada “La reencarnación: relatos de vidas pasadas”, el testimonio de un hombre llamado Zhou Tianli, que dice haber sido “ingeniero” una vida pasada en la que “participé en la construcción de la Luna”.

Sin pretender dar validez a este relato, el mismo cobrará sentido si, a sabiendas de los factores mencionados en el presente artículo, ayuda al lector a liberar su imaginación y visualizar una historia distinta a la que conocemos sobre la Luna, quizás más cercana a la historia real.

“Me vienen vagos recuerdos de una civilización prehistórica en que la ciencia estaba mucho más desarrollada que hoy”, dice Zhou, explicando que la tecnología que existía hace millones de años, “hoy muchos no la creerían posible”.

“En ese tiempo, se quería construir un cuerpo celeste para iluminar las noches sobre la Tierra, así que la humanidad se movilizó para llevar a cabo ese gran proyecto”.

Al describir aquella época de hace millones de años, Zhou dice que las grandes ciudades estaban llenas de todo tipo de edificaciones como rascacielos. Y había objetos voladores que no eran como los aviones actuales, sino como barcos que flotaban en el aire y que podían llevar a miles de pasajeros. “Estos barcos flotantes no se limitaban a volar sobre la Tierra; viajaban dentro del rango de los nueve planetas.

Todas las máquinas utilizaban una energía de muy alta densidad y muy eficaz”, dice.

Respecto del proceso de construcción, Zhou dice que los pueblos de la Tierra se dedicaron a recoger una gran cantidad de minerales metálicos para construir el esqueleto de la Luna. “Este esqueleto era similar a la estructura de una molécula de carbono 60”.

“Una vez construido, se usó tecnología mecánica para elevarlo, y un gran número de naves lo arrastraron para llevarlo al espacio para ponerlo en órbita.

“Después de acomodar el enorme esqueleto en su órbita, los ingenieros continuaron con la construcción en el espacio, realizando los ensamblajes en otra órbita. Se utilizaron andamios, tal como en las construcciones modernas, pero gigantes, que se fueron ensamblando fuera del esqueleto”. “Un gran número de transbordadores espaciales viajaban ida y vuelta, transportando o arrastrando materiales de construcción”.

Entonces, según Zhou, por fin se inició el trabajo de la estructura interna, comenzando por el núcleo. En este, “se colocaron todo tipo de engranajes de precisión, maquinaria, equipos generadores, etc. Entre el núcleo y la cáscara, en general quedó vacío. La cáscara de protección se compuso con placas metálicas de varios kilómetros de espesor. El personal, vestido con trajes espaciales, trabajaba en los andamios; y volaban pequeñas naves espaciales por todo el sitio de la construcción”, afirma, según sus recuerdos de aquella vida.

Zhou dice que uno de los lados se diseñó para reflejar la luz del sol e iluminar así las noches de la Tierra. “Ese lado estaba configurado para que siempre estuviera encarando hacia el planeta”. Y agrega que incluso algunos efectos del satélite se generaron como detalles para el deleite humano. Desafortunadamente, a pesar de que el hombre había logrado una construcción tan extraordinaria, parece que no pudo escapar del destino de su propia destrucción. Según Zhou, durante el desarrollo de la tecnología, en pos de satisfacer sus deseos personales, los seres humanos fueron cayendo en una grave decadencia moral.

“La construcción de la Luna, junto con un desarrollo extremadamente intenso de la civilización, causaron una falta de suministros y daños al medio ambiente. Al final, el hombre sufrió su destrucción: la Tierra fue seriamente dañada, y finalmente los humanos volvieron una vez más a un período primitivo”, dice.

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