Por Marcelo Duclos

A partir de hoy se termina en Argentina con la política migratoria iniciada en el Gobierno de Cambiemos. Mediante el Decreto 70, de enero de 2017, Mauricio Macri había incrementado los controles de ingreso, prohibiendo la entrada a extranjeros con antecedentes penales. Por esos días, la gestión anterior apeló a “la prerrogativa soberana de decidir los criterios de admisión y expulsión de los no nacionales”, creando también un “procedimiento migratorio especial sumarísimo” para negar el ingreso y también expulsar delincuentes de otros países de forma rápida y sencilla.

Una vez más, la actual gestión del Frente de Todos retrocede y rompe lo poco bueno que hizo el macrismo en el período anterior. La oposición reaccionó indignada y aseguró que la medida favorece, entre otras cosas, al narcotráfico.

“El presidente le manda un mensaje a los delincuentes y a los narcos. Al Gobierno no le alcanzó con liberar presos propios. Ahora, pretende que personas con antecedentes puedan entrar libremente a delinquir en nuestro país. Nosotros lo impedimos con un decreto. Ellos lo derogaron”, señaló hoy la exministra de Seguridad de Macri, Patricia Bullrich.

Otro que salió a manifestarse es el vicejefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Diego Santilli. El segundo de Horacio Rodríguez Larreta aseguró que “el que viene a hacer daño, matar o robar no puede quedarse” en Argentina. “Es incomprensible. En vez de pensar en la gente derogan el decreto que impedía el ingreso al país de extranjeros con antecedentes”, agregó Santilli.

 ¿Xenofobia? No, sentido común

Argentina tuvo siempre una tradición abierta a la inmigración. Es más, sin la llegada de millones de personas de otros países hace más de un siglo, nunca se hubiera podido construir el país que fue potencia. Incluso luego, en los años de decadencia, el país siguió acogiendo llegados de los países vecinos, que encontraban aquí mejores condiciones que en sus lugares de origen. Si de algo se tiene que enorgullecer Argentina es que jamás tuvo serios problemas sociales vinculados al racismo, xenofobia, homofobia o antisemitismo. Históricamente, el país fue abierto y tolerante como pocos otros en el mundo.

Restringir el ingreso de extranjeros con antecedentes y poder deportar de forma sencilla a los inmigrantes que delinquen no es xenofobia. Es sentido común. Es hacer lo mejor para los argentinos que viven aquí, pero también para los millones de inmigrantes pacíficos y trabajadores que eligieron nuestro país para echar raíces. Ojalá se pudiera utilizar el destierro para los delincuentes “propios”, tan indeseables como los “importados”.

Lamentablemente, eso no está dentro de las posibilidades. El sistema carcelario está colapsado y la justicia tiene sus tiempos. Quitar de la variable a los delincuentes de otros países es lógico y hasta económico. No porque sean peores que los nuestros, sino que, de los bandidos de aquí, lamentablemente, no tenemos otra que hacernos cargo.

Fuente: panampost.com

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