Por Marcelo Duclos

Gildo Insfrán es gobernador de la provincia de Formosa desde 1995. Si, leyó bien…1995. Desde su trono feudal vio pasar a Menem, a de la Rúa, los interinatos de la crisis de 2001/2002, Duhalde, Kirchner, Cristina, Macri y ahora Alberto. Varios mandatarios de la lista incluso ya fallecieron. Pero él se mantiene firme. No es un secreto que su provincia es pobre y que el poder se maneja con total y absoluta discreción. Sin embargo, sigue ganando elecciones y, hasta ahora, pasando desapercibido en el plano nacional.

La pandemia del coronavirus dejó expuestas todas las falencias de infraestructura en Formosa, por lo que Insfrán acudió a la violación de los Derechos Humanos más básicos y a la represión más brutal para tapar lo inocultable.

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Claro que podríamos quedarnos en la superficie de lo que ocurre, como hacen los medios en general. La coyuntura es lo suficientemente horrorosa como para indignarse y protestar enfáticamente, como lo hace hoy casi todo un país. Salvo el kirchnerismo, que sigue justificando lo indefendible, claro.

En Formosa se encerró en centros de detención a personas con COVID-19, como también a varios casos de sospechosos positivos. Un médico denunció que no lo dejaban ir hasta no obtener cinco (sí, leyó bien, cinco) hisopados negativos. Trascendieron en los medios nacionales varias grabaciones de familias, que fueron abandonadas a su suerte dentro de esos sitios infames. Estas imágenes fueron las que le mostraron al país lo que ocurría, ya que en Formosa no dejaban entrar a los periodistas nacionales de los medios privados. Tuvo que interceder la Justicia, para que los cronistas puedan ingresar al feudo.

Ahora, el Gobierno provincial decretó la vuelta a la “fase 1”, por lo que el pequeño sector privado salió a la calle a protestar. No están en condiciones de volver a la cuarentena absoluta, porque sencillamente están al borde de la quiebra. La respuesta oficial vino en forma de palos, gases lacrimógenos y balas de goma.

Mientras la mayoría de los periodistas se limita a criticar lo evidente, si queremos comprender un poco mejor lo que pasa en Formosa tenemos que hilar un poquito más fino e ir más lejos. Con los centros de detención, el retorno a la cuarentena total, acompañados de la bruta y burda represión, lo que queda en evidencia es que Insfrán prefirió acudir a la violación de los Derechos Humanos en Formosa antes de lidiar con un mínimo rebrote de la epidemia.

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Y es que, en tantos años de gestión, nunca consolidó ni la más mínima estructura como para lidiar con una eventualidad semejante. En lugar de enfrentar las críticas por la falta de hospitales en condiciones, camas y respiradores, el gobernador vitalicio prefirió lidiar con las justas críticas de “dictador” y “represor”.

Ahora, ¿cómo un mal gobernador logra perpetuarse mientras genera violencia contra sus opositores e ignora al sector privado, al que pretende terminar de liquidar con el retorno de la cuarentena? Para responder esa pregunta hay que ir a la cuestión del federalismo, mejor dicho, a la falta del mismo. Su provincia, en lugar de depender de la productividad de la economía local, se nutre de los fondos nacionales que llegan desde el Poder Ejecutivo.

La “Coparticipación Federal”, que de federal no tiene nada, permite un socialismo macro en lo que respecta a provincias, donde los distritos más productivos terminan subsidiando a los que no lo son. Y estos, lejos de buscar generar recursos propios, se limitan a parasitar al resto del país. No importa si esos fondos no son suficientes para que todos los habitantes de una provincia vivan dignamente. Lo importante es la casta y el aparato político. Eso es suficiente para hostigar y desarticular eventuales opositores y como para consolidar un sistema clientelar, que les otorga los votos de personas absolutamente dependientes, que sin los planes no podrían comer. Para los que están afuera de este ecosistema, encierro y represión.

¿Qué pide el poder central? Apoyo político y llevar a los candidatos en sus listas, por eso es que estos personajes pasan de ser menemistas a kirchneristas sin ponerse colorados.

Insfrán ya es un muerto político en Formosa y en general. Tuvo que pasar algo catastrófico para que el país tome conciencia que su tiempo terminó. Sin embargo, el problema no es Gildo. Es el sistema que fabrica y consolida a estos caudillos de poca monta. Si queremos dejar para siempre estas imágenes en el pasado, hay que hacer algo más que insultar a un gobernador impresentable.

Hoy por hoy es necesario hablar de federalismo fiscal, eliminación de reelecciones indefinidas y reducción al máximo de la coparticipación federal, cuya figura ya no se puede eliminar porque tiene rango constitucional, lamentablemente.

Cuando Formosa no tenga reelección eterna y su gobernador necesite generar recursos fiscales propios, en lugar de reprimir a los dueños de los bares y restaurantes, va a buscar por todos los medios que les vaya bien. Lamentablemente, estas cuestiones de fondo todavía no están en el debate nacional.

Fuente: panampost.com

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