Por Emmanuel Alejandro Rondón
No hay síntoma más claro del deterioro de la democracia que una prensa dócil. Cuando los medios, de alguna u otra forma, dejan de ser críticos del poder, el establishment y las propias élites es momento de preocuparse, porque significa que los poderosos pueden, sin mayores problemas, dominar la narrativa a placer.
Eso está sucediendo en USA. Y es notorio. Un conglomerado de medios de prensa, mayormente de ideales progresistas, llevan una agenda ridículamente servil para con el Partido Demócrata y excesivamente hostil contra los republicanos, en especial contra la nueva derecha o, como le dicen algunos, la derecha “populista”.
Existen contrapesos, ciertamente. El New York Post, Fox News, The Wall Street Journal; siendo mayormente conservadores, pueden plantarle cara a la hegemonía de la mayor parte de los grandes medios que dominan, casi a placer, el relato de los acontecimientos. También están las plataformas alternativas, donde se posicionan los medios emergentes, como este espacio contracultural bilingüe para latinos en USA llamado El American. Pero son, todavía, minorías.
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Y existe un problema gigante con la prensa, uno de fondo, y es que cada uno lleva adelante su agenda, fingiendo descaradamente objetividad e imparcialidad. Por eso es que, los hechos, aparecen cada vez más distorsionados y se ven noticias transmitidas y enfocadas de forma diametralmente opuesta dependiendo del dueño del medio, su línea editorial y sus propios intereses.
Esa diversidad de posturas fuera positiva si, cada uno en su espacio, se atreviera a apuntar contra el político, el partido o la figura pública de su preferencia. Pero no se hace.
Si Joe Biden o Kamala Harris mienten, los principales fact-checkers de la mainstream media desaparecen. Se meten en sus cuevas como si les fuera prohibido corregir a sus mandatarios. Todo lo contrario ocurría con Trump, que le corregían hasta las opiniones.
Este actuar mezquino y poco ético de la mainstream media generó que la confianza en los medios se desplomara a su mínimo histórico del 27 %. En un artículo anterior escribí: «El 56 % de los americanos está de acuerdo con la afirmación de que ‘los periodistas y reporteros intentan engañar a la gente a propósito diciendo cosas que saben que son falsas’», este dato no me lo inventé, proviene del barómetro anual de confianza de Edelman, compartido por Axios.
La prensa americana, al menos en gran parte, ya no es vanguardia de la democracia, la libertad, la institucionalidad o la república. Y esto es grave porque una prensa miedosa, domada y poco o nada libre, termina siendo servil a cualquier interés poderoso por más oscuro que sea.
La democracia y la pérdida de sus aliados
Otro síntoma de que la democracia se pierde va relacionado a la constante pérdida de libertades. El otro día se oficializó la noticia de que YouTube, propiedad de Google, eliminó el discurso íntegro del expresidente Donald Trump en la CPAC 2021 y, además, suspendió por dos semanas el canal de Right Side Broadcasting Network por, supuestamente, violar las reglas de la plataforma. Bullshit.
Lo que pasó en realidad es el enésimo acto de censura contra Trump y plataformas conservadoras o de derecha. Es cada vez más notoria esta persecución, dramática, contra las voces disidentes, contra el poder de turno, las Big Tech y la mainstream media. Si vas en contra del relato puedes ser perseguido, si no te sometes a la narrativa woke serás cancelado.
Ejemplo: «YouTube, propiedad de Google, ha eliminado totalmente LifeSiteNews, sin ofrecer ninguna advertencia o explicación, según ha declarado el miércoles el grupo provida», informó el medio The Federalist. «Antes de que el canal del sitio web fuera retirado de la mayor plataforma de intercambio de videos de Internet, LifeSiteNews había conseguido más de 314,000 suscriptores».
El otro día escribí un artículo relacionado a las «matemáticas racistas» que la fundación Gates está apoyando. Sí, tal y como lo lee. La fundación Bill y Melinda Gates patrocinaron una suerte de plan o programa académico para combatir el racismo en las clases de matemáticas.
Dicha cuestión fue reseñada en un espacio periodístico de la escritora Bari Weiss llamado «Common Sense With Bari Weiss», en dicha pieza hay un valioso testimonio de un profesor de matemáticas que vivió y sobrevivió al régimen comunista rumano.
El texto del profesor Sergiu Klainerman es contundente porque explica que, si bien en los antiguos regímenes soviéticos la violencia y la persecución física era feroz y nada comparable con cualquier situación en USA, la ideología woke tiene otra forma de actuar y no por eso es menos totalitaria: se rompe el espíritu y la moral del enemigo.
«A diferencia del totalitarismo tradicional practicado por los antiguos países comunistas, como la Rumanía en la que crecí, esta versión es blanda. No impone su ideología encarcelando a los disidentes o eliminándolos físicamente, sino mediante la vergüenza social, el castigo de la multitud, la culpabilidad por asociación y la coacción de la palabra», esbozó Kainerman lanzando, a posteriori, un gancho al mentón a la cultura woke: «En lo que respecta a la educación, creo que la ideología woke es incluso más dañina que el comunismo antiguo».
«¡Qué dramático eres!», seguro estará pensando alguno. Pues no, no lo soy. Esta persecución, directa o indirecta, está destrozando las libertades del otrora país más libre del mundo.
A Parler el monopolio de las Big Tech casi lo hunden, a GAB el sistema financiero le puso la cruz, a Trump las principales redes sociales lo tienen vetado; a un estudiante de educación de la Universidad Estatal de Nueva York (SUNY) Geneseo lo suspendieron por decir «un hombre es un hombre, una mujer es una mujer. Un hombre no es una mujer y una mujer no es un hombre», en un video en Instagram donde explicaba sus posturas conservadoras sociales basadas en la ciencia y la biología.
Se está llevando adelante un proyecto de ley de terrorismo doméstico destinada a perseguir a conservadores, o así lo explica la demócrata Tulsi Gabbard.
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Así se van perdiendo las libertades religiosa, económica y de expresión.
¿Y las instituciones que sostienen a la república? Allí están, resistiendo. Aguantando. Todavía no caen, pero la gente cada vez confía menos. Sin irnos lejos, una gran parte de los americanos, sobre todo seguidores de Trump, no creen en el proceso electoral. Y eso no es causa o consecuencia única y exclusiva de la retórica utilizada por el exmandatario para intentar cambiar los resultados. No.
Los demócratas no acompañaron las denuncias para generar confianza, pocos quieren hurgar en la peligrosa campaña legal llevada adelante para cambiar las reglas del juego electorales y el sujeto que grita «fraude» es silenciado sistemáticamente.
Y mira que Trump cometió errores de todo tipo en su último mes que lo condenaron, desde esa vergonzosa llamada a Georgia hasta su discurso antes del ataque al Capitolio, pero achacarle la responsabilidad de que es culpable directo de la desconfianza en el sistema y las instituciones es un descaro.
Si hoy gran parte del país no cree en los medios, el sistema electoral y algunas instituciones es porque se lo ganaron a pulso en los últimos años. No fue Trump, al contrario, la presencia del republicano en la Casa Blanca fue una bocanada de aire fresco. El ascenso de Trump al poder fue, además de necesario, un resultado de lo que viene pasando en América y en todo el planeta.
Que se dispare contra Trump a diestra y siniestra, durante 4 años, convirtiéndole en el enemigo global, no sorprende y es la prueba más grande de que le mainstream media no tiene escrúpulos.
Democracia vacía
Con las libertades cada vez más golpeadas y la república debilitada, la democracia queda, de a poco, desnuda, perdiéndose en un sinsentido porque sola es un cascarón vacío. La democracia es un sistema frágil, que necesita de una serie de complementos importantes que la sostengan.
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Hoy esos elementos que sirven de cimientos están corrompidos y completamente disociados de la realidad. Puede existir un espejismo de democracia, pero con la ingeniería demográfica que quieren implementar los demócratas, sumada a la persecución de la disidencia; lo único que se puede esperar de la democracia americana es una tiranía de la mayoría o, lo que es peor, un autoritarismo perfecto de la corrección política. Aún no se he llegado a eso, hay tiempo para revertirlo. O eso espero.
Fuente: elamerican.com