Por Carlos Esteban
No sé si lo habré dicho alguna vez, pero nunca es qué, siempre es quién. A medida que la política se tribaliza, cada bando podrá hacer lo mismo que el otro que sus fans dirán que “no es lo mismo, nada que ver” y justificarán alegremente lo que consideraron indignante en el otro.
Lo veíamos en estas mismas páginas con ese Guadiana político que es el movimiento del ‘No a la Guerra’, que debería rebautizarse como “¿La Guerra? Depende”. Con Bush, las intervenciones bélicas de Washington llenaban sus calles de pancartas y sentadas donde se le comparaba con Hitler. Pero a Biden le faltó tiempo para bombardear Siria y, oye, qué bien todo, menos mal que se ha ido el ‘aislacionista’ Trump y que los bombardeos ahora son inclusivos y con perspectiva de género.
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Y ahora le toca al tema estrella del trumpismo: la inmigración ilegal procedente de la frontera sur. Con Trump era el horror y Biden ganó prometiendo la Gran Dispensación. Pero ahora las cosas son de verdad, se está en el gobierno y el problema es muy real. Leo en el ABC: “El ‘efecto llamada’ de Biden desborda la frontera Sur de EE.UU. El mes pasado, las detenciones de inmigrantes llegaron a casi 100.000 y las últimas cifras se acercan al récord de arrestos en un solo día”.
¿’Efecto llamada’? Vaya, creí que habíamos acordado que eso no existía, que es una expresión que solo usan los fachas, basada en la ridícula idea de que los incentivos funcionan.
Biden ha tardado apenas un mes en darse cuenta de que el buenismo electoral produce monstruos, como el sueño de la razón, y a poco de su investidura se encontró con un número récord de ‘niños en jaulas’, como se decía en tiempos de Aquel Cuyo Nombre No Pronunciamos. Nada más llegar a la Casa Blanca, Biden ordenó una moratoria de 100 días en ciertas deportaciones, aunque un juez federal bloqueó esta medida tras una demanda de las autoridades de Texas. El pasado lunes se informó de más de 3.200 menores no acompañados en las instalaciones de la policía fronteriza (antes, “jaulas”), y casi la mitad habían superado la estancia máxima legal de tres días de encierro, según una fuente tan poco sospechosa como la cadena CBS.
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Al final, Biden ha tenido que pedir a los inmigrantes que no vengan, que no es “el momento”. Pero la frontera es ya una zona de desastre. Según Breitbart, la Administración ha pedido al Departamento de Seguridad Nacional (DHS) que no hable abiertamente de la creciente crisis fronteriza con la prensa.
Intento inútil en el siglo XXI, con millones de particulares con cámaras en sus móviles y acceso a redes sociales que nos han permitido ver las columnas de inmigrantes internándose en el país y diciendo a quien les pregunta que “Biden les ha invitado”, en una reproducción exacta a lo que vivió Europa cuando Angela Merkel anunció que abría las fronteras alemanas a todos los ‘refugiados’ que quisieran entrar. Y como Merkel pero mucho más deprisa que Merkel, Biden está ya recogiendo velas ante el desastre.
También el presidente del país de donde salen todos estos inmigrantes, el mexicano Andrés Manuel López Obrador, tiene mucho que decir sobre la demagógica política inicial de Biden, acusándole de fomentar la migración ilegal y haciendo el agosto de los cárteles de la droga, que son también los que se encargan de ‘gestionar’ estas caravanas. “Le ven como el presidente de la inmigración, así que muchos están convencidos de que se van a instalar en Estados Unidos”, dijo López Obrador en declaraciones a Reuters.
Naturalmente, Donald Trump aprovechó la crisis para atizar a su triunfante rival. La frontera sur “está totalmente fuera de control gracias al desastroso liderazgo” de Joe Biden, ha dicho en un comunicado. “Nunca ha habido un momento en nuestra frontera sur como el que está sucediendo ahora, pero lo que es más importante es lo que está a punto de suceder: los inmigrantes ilegales de todos los rincones de la Tierra descenderán a nuestra frontera y nunca serán devueltos”.
Fuente: gaceta.es