Por Gabriela Moreno

Donald Trump fue firme contra China pero Joe Biden va en dirección contraria. A tan sólo dos meses de arribar a la presidencia de Estados Unidos, sus altos funcionarios están sentados en la fría ciudad de Anchorage en Alaska con la cúpula diplomática de China con un objetivo en común que enciende las alarmas: cooperación.

Este es el primer encuentro entre ambas administraciones. Por parte de Estados Unidos está presente el secretario de Estado, Antony Blinken, y el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan; y por el lado chino, el responsable del Partido Comunista de China para Asuntos Exteriores, Yang Jiechi, y el jefe de la diplomacia, Wang Yi.

Es una cita “pactada para tantearse mutuamente, y empezar a dibujar los planteamientos de los lazos bilaterales en los próximos cuatro años, pero nadie espera progresos de calado en esta primera reunión de la era Biden entre los dos gigantes mundiales” proyecta El País.

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Sin embargo, este encuentro entre ambas capitales se concreta por insistencia de Washington y se produce después de Blinken y Sullivan completaran su gira por Asia que incluyó paradas en Tokio y Seúl ―su primera salida al exterior desde sus nombramientos― y el reciente encuentro virtual presidido por Biden del llamado QUAD (la alianza defensiva informal entre EE. UU., Japón, Australia y la India) que les permitió a los demócratas diseñar una estrategia común con sus aliados asiáticos. Un gesto con el que Washington quiere comunicar a China la atención que va a dedicar a Asia —y a la rivalidad con Pekín— en los próximos cuatro años.

Por tanto, Blinken deja claro que para su gobierno existe una intención bastante suspicaz y se trata de “poner menos énfasis en tratar de frenar a China”, algo que podría traducirse en una contribución de EE. UU. a la hegemonía mundial que proyecta el Dragón Rojo.

Sin mayores tensiones

Respetar las formas y gestionar las tensiones para favorecer la economía sería una de las primeras metas de este cara a cara considerando que ambas potencias seguirán entrelazadas en el futuro previsible.

Antony Blinken tomó la palabra al inicio invitando a “discutir profundas preocupaciones con las acciones de China, incluso en Xinjiang, Hong Kong, Taiwán, los ataques cibernéticos contra Estados Unidos y la coerción económica de nuestros aliados”.

Por su parte, Sullivan dijo que Estados Unidos no busca un conflicto con China, pero que defenderá sus principios y amigos. El asesor de seguridad nacional estadounidense se fue por la tangente para hablar del «martizaje» del rover de la NASA en Marte y dijo que el éxito del país ha sido su capacidad para reinventarse constantemente.

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Así China insiste en que es un “diálogo estratégico”, que se remonta a los mecanismos bilaterales de años anteriores. Sin embargo, deja claro que «China se opone firmemente a la injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos de China” y amenaza con una “fuerte oposición a tal injerencia con medidas más firmes en respuesta», dijo Yang Jiechi.

La invitación del funcionario del gobierno de Xi Jinping  es a “abandonar la mentalidad de la Guerra Fría».

¿Cómo finalizará esta cumbre? Habrá que esperar considerando que se revocó el acceso a la sala a los periodistas a pesar de que inicialmente se prometió la cobertura.

En paralelo

Algunos círculos de Washington sostienen que cuando China habla de «cooperación win-win (ventajosa para todos)” significa que Pekín gana el doble, afirma BBC. Lo que ocurre en paralelo a esta reunión en Alaska lo confirma.

China está comprando un millón de barriles diarios a Irán en una acción que desafía la política exterior de la administración Biden en contra de Teherán para lograr el cese de su programa nuclear de 2015 divulga The Wall Street Journal. 

El comprador más asiduo es la estatal China Petroleum & Chemical Corp.  o Sinopec, la refinería más grande del país asiático que después de recortar personal y gastos en los últimos dos años ahora publica nuevas ofertas de trabajo en línea y proyecta con el gobierno comunista duplicar su producción.

Los funcionarios y comerciantes iraníes aprovechan la circunstancia. Teherán  está cada vez más expertos en evadir sanciones con transferencias encubiertas en el Golfo Pérsico y en el sur de Asia para ocultar el origen de su carga y encontrar nuevas formas de cobrar mediante el uso de plataformas no bancarias como las criptomonedas.

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De hecho, el primer vicepresidente iraní, Eshaq Jahangiri, lo admite. En recientes declaraciones presume el aumento de las exportaciones de petróleo de Irán en los últimos meses.

Y en ese panorama también emerge Venezuela, país al que Teherán le vende diésel y otras necesidades energéticas críticas a cambio de petróleo y oro. Ese petróleo luego se vende en los mercados globales, lo que genera ingresos para Irán y refuerza políticamente a Maduro. ¿Acaso Biden no lo ve?

Fuente: panampost.com

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