Traducido de wearethene.ws por TierraPura.org 

Muchos países de todo el mundo utilizaron mascarillas médicas y no médicas como intervención no farmacéutica para reducir la transmisión e infección del COVID-19 o virus PCCh (Partido Comunista chino). 

Aunque se carece de pruebas científicas que respalden la eficacia de las mascarillas, se han establecido efectos fisiológicos, psicológicos y sanitarios adversos. Se ha planteado la hipótesis de que las mascarillas tienen un perfil de seguridad y eficacia comprometido y debería evitarse su uso. 

El presente artículo resume de forma exhaustiva las evidencias científicas con respecto al uso de mascarillas en la era COVID-19, proporcionando información próspera para la salud pública y la toma de decisiones.

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Las evidencias científicas existentes cuestionan la seguridad y eficacia del uso de mascarillas como intervención preventiva para el COVID-19. Los datos sugieren que tanto las mascarillas médicas como las no médicas son ineficaces para bloquear la transmisión de persona a persona de enfermedades víricas e infecciosas como el SARS-CoV-2 y el COVID-19, lo que desaconseja el uso de mascarillas. 

Se ha demostrado que el uso de mascarillas tiene importantes efectos fisiológicos y psicológicos adversos. Entre ellos se encuentran la hipoxia, la hipercapnia, la falta de aire, el aumento de la acidez y la toxicidad, la activación de la respuesta al miedo y al estrés, el aumento de las hormonas del estrés, la inmunosupresión, la fatiga, los dolores de cabeza, la disminución del rendimiento cognitivo, la predisposición a las enfermedades víricas e infecciosas, el estrés crónico, la ansiedad y la depresión. 

Las consecuencias a largo plazo del uso de mascarillas pueden provocar el deterioro de la salud, el desarrollo y la progresión de enfermedades crónicas y la muerte prematura. 

Los gobiernos, los responsables políticos y las organizaciones sanitarias deberían utilizar un enfoque próspero y basado en pruebas científicas con respecto al uso de mascarillas, cuando éste se considera una intervención preventiva para la salud pública.

Consecuencias a largo plazo del uso de mascarillas para la salud

La práctica a largo plazo del uso de mascarillas tiene un fuerte potencial de consecuencias devastadoras para la salud.

Un estado hipóxico-hipercápnico prolongado compromete el equilibrio fisiológico y psicológico normal, deteriorando la salud y favoreciendo el desarrollo y la progresión de enfermedades crónicas existentes. Por ejemplo, la cardiopatía isquémica causada por el daño hipóxico en el miocardio es la forma más común de enfermedad cardiovascular y es la primera causa de muerte en todo el mundo (44% de todas las enfermedades no transmisibles), con 17,9 millones de muertes en 2016. La hipoxia también desempeña un papel importante en la carga del cáncer. 

La hipoxia celular tiene una fuerte característica mecánica en la promoción de la iniciación del cáncer, la progresión, la metástasis, la predicción de los resultados clínicos y por lo general presenta una peor supervivencia en pacientes con cáncer. 

La mayoría de los tumores sólidos presentan algún grado de hipoxia, que es un predictor independiente de una enfermedad más agresiva, resistencia a las terapias contra el cáncer y peores resultados clínicos. 

Cabe destacar que el cáncer es una de las principales causas de muerte en todo el mundo, con una estimación de más de 18 millones de nuevos casos diagnosticados y 9,6 millones de muertes relacionadas con el cáncer ocurridas en 2018.

Con respecto a la salud mental, las estimaciones mundiales muestran que el COVID-19 causará una catástrofe debido a los daños psicológicos colaterales como la cuarentena, los cierres, el desempleo, el colapso económico, el aislamiento social, la violencia y los suicidios. 

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El estrés crónico, junto con las condiciones de hipoxia e hipercapnia, desequilibra el cuerpo y puede provocar dolores de cabeza, fatiga, problemas estomacales, tensión muscular, alteraciones del estado de ánimo, insomnio y envejecimiento acelerado. 

Este estado suprime el sistema inmunitario para proteger el cuerpo de virus y bacterias, disminuye la función cognitiva, favorece el desarrollo y agrava los principales problemas de salud, como la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, el cáncer, la enfermedad de Alzheimer, aumenta los estados de ansiedad y depresión, provoca aislamiento social y soledad y aumenta el riesgo de mortalidad prematura.

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