Por Carlos Esteban
Para el común, esta pandemia y, sobre todo, la reacción de la mayor parte de los gobiernos para combatirla, está siendo una plaga interminable que ha cambiado -normalmente, a peor- nuestras vidas cotidianas tanto como nuestras garantías y libertades y la economía de nuestras naciones. Pero para nuestros líderes, para qué engañarse, ha sido una bendición caída del cielo, la perfecta excusa para meternos en vereda y avanzar a nuestras espaldas el proyecto globalista de dilución de las naciones.
Así, veinticuatro líderes mundiales, entre los que figura el presidente español, Pedro Sánchez, además del director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, han firmado una carta en la que piden un refuerzo de las instancias globales para combatir futuras pandemias y aprovechar la que supuestamente aún nos azota para acabar de una vez por todas con el soberanismo. También figuran entre los firmantes el premier británico Boris Johnson, la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés, Emmanuel Macron.
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Naturalmente, lo que piden abiertamente es un Tratado Mundial contra las Epidemias, pero igual podría haber sido contra el Cambio Climático o la Eventualidad de una Invasión Alienígena, que cualquier cosa vale para avanzar en una senda en la que llevan ya varias décadas.
La carta recorre todos los mantras que se han repetido hasta la saciedad desde que se iniciara el Estado de Alarma, como que “nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo”, una frase tan evidentemente estúpida que solo repitiéndola incesantemente se puede hacer pasar por cierta. Es evidente que, en una peste, no es verdad que “nadie esté a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo”, basta con la inmunidad de grupo, la inmunidad personal… O cierto control inteligente de las fronteras. Eso, naturalmente, porque nunca antes ni hasta que el cielo se una con la tierra se dará el caso en que “todo el mundo esté a salvo”, y esa es la parte buena: al ser una meta inalcanzable, siempre se puede hacer más.
Y ese más solo puede lograrse, dicen, imponiendo una “comunidad global” para combatir las pandemias futuras. “Habrá otras pandemias y otras emergencias sanitarias importantes. Ningún gobierno u organismo multilateral puede abordar esta amenaza por sí solo”. Nadie diría, ¿verdad?, que el país origen de esta plaga, China, es la única economía de peso que creció en 2020 y que en el epicentro de la infección, la ciudad de Wuhan, se haya celebrado con aglomeraciones multitudinarias el fin de la peste.
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De hecho, uno pensaría que una emergencia para la que se receta aislamiento, distanciamiento y barreras físicas como las mascarilla no es exactamente el fenómeno ideal para abogar por el fin de las fronteras, pero, como hemos visto en otras ocasiones, cualquier crisis es buena para llevar el agua a su molino, así que hay que “aprovechar esta oportunidad para unirnos como comunidad global en una colaboración pacífica que se extienda más allá de esta crisis”.
“Construir nuestras capacidades y sistemas para lograr este objetivo llevará tiempo y exigirá un compromiso político, financiero y social sostenido a lo largo de muchos años”, reza la carta, que compara la situación actual con la inmediata posguerra mundial y urge a poner fin al “aislacionismo y al nacionalismo”.
¿No se queda más tranquilo pensando que en las futuras epidemias estaremos aún más a merced de organismos supranacionales como la Organización Mundial de la Salud, para la que los firmantes pidieron más herramientas, poder y medios? Ya saben, ese sabio conciliábulo controlado por China y Bill Gates, uno de cuyos primeros comunicados sobre el virus nos tranquilizaba asegurando que “no puede transmitirse de humano a humano”.
Fuente: gaceta.es