Por Gerardo Garibay Camarena
Los caminos al infierno están pavimentados de buenas intenciones y ciertamente la fallida estrategia de la administración Biden en materia migratoria ha convertido la travesía y la esperanza de miles de personas en una auténtica y directa ruta hacia el Hades, demostrando, una vez más, que la irresponsabilidad demagógica que caracteriza al movimiento woke y a sus aliados políticos tiene consecuencias y daños reales en personas reales.
Vamos por partes:
La crisis humanitaria en la frontera con México ha alcanzado dimensiones históricas. Miles de personas, principalmente menores de edad, están hacinadas en centros de detención como el de Donna (en Texas) que, según explicó el senador Ted Cruz, tiene capacidad para 250 personas, pero están reteniendo cerca de 4,000.
La saturación implica evidentes riesgos humanos y sanitarios, que se multiplican en medio de la pandemia de Covid-19, en especial considerando que, como señaló Cruz, un 10 % de las personas ahí retenidas resultan positivas en los exámenes para detectar dicha enfermedad, lo que convierte a estos espacios en uno de los mayores focos de posibles contagios en toda América.
La situación se vuelve todavía más indignante cuando recordamos que en los 4 años del Gobierno de Donald Trump, el Partido Demócrata y sus voceros de la prensa industrializada se la pasaron repitiendo una y otra y otra vez la acusación de que Trump tenía “a los niños en jaulas”. Hoy las cosas están indiscutiblemente peor y la culpa es directa, clara y absolutamente de Biden y su ecosistema político.
¿Por qué?
Porque durante años vendieron mediáticamente la idea de que, si Trump perdía las elecciones presidenciales, los demócratas abrirían las fronteras y permitirían el libre acceso de los migrantes al territorio americano.
Sí, entiendo que no fue eso exactamente lo que dijeron, pero igualmente tengo muy claro que así fue cómo se entendió en México y Centroamérica: “Trump, el malo, cerró las puertas y puso el muro, pero los demócratas buenos abrirán la puerta y derribarán el muro”. Así iba la cantaleta, repetida una y mil veces en la televisión, los periódicos y las redes sociales, con tal insistencia que se convirtió en la gran (y fallida) esperanza de millones de personas en Latinoamérica.
No nos engañemos, es evidente que los demócratas sabían que sus mensajes serían interpretados de esta forma y que los construyeron así con el explícito deseo de manipular el voto hispano y consolidar su posicionamiento como los “buenos de la película” dando a entender un ofrecimiento que simple y sencillamente no podían cumplir.
El resultado es que miles de personas que escucharon y absorbieron durante años ese mensaje, están en un muy peligroso camino enfrentando los peligros del viaje, la voracidad de los cárteles y la avaricia de los policías, solo para que si logran llegar con vida a la frontera, terminen por tiempo indefinido en un campo de concentración saturado a más del 1,000 % de su capacidad, con todos los riesgos que ello implica.
Pero es que Biden les dijo que no vengan
Ante este caos, la respuesta de los demócratas consiste en poner como pretexto que los funcionarios de la administración Trump no cooperaron con ellos, afectando su capacidad de tener una idea realista del potencial del flujo migratorio. Además de que el propio Biden les había dicho a los migrantes que “no vengan”.
Ambos pretextos no se sostienen:
Respecto a que los funcionarios salientes no cooperaron es simplemente absurdo. De entrada, porque los propios funcionarios de la administración Trump han desmentido ese infundio y han aclarado que advirtieron a sus colegas entrantes el problema que se venía en la frontera; más aún, ya que no se requiere acceso a información privilegiada para saber que, tras el tsunami verborrágico pro-migración lanzado por los demócratas, la llegada de Biden implicaría un drástico aumento en el número de personas que intentaran ingresar a Estados Unidos. Era obvio, pues.
Segundo, es cierto que el 16 de marzo, en una entrevista con ABC, Biden dijo a los migrantes que “no vengan” y que, desde hace semanas, muy altos funcionarios de su administración han dicho lo mismo. Sin embargo, es igualmente cierto que fuera de Estados Unidos, la gran mayoría de las personas ni siquiera se enteraron de esa entrevista, e incluso, quienes sí se enteraron, no la tomaron de forma literal.
¿A qué me refiero?
A los ojos de los migrantes dichas declaraciones fueron interpretadas al estilo del clásico “guiño, guiño” del jefe Gorgory, cuando acudió a Homero Simpson en busca de “Don Soborno”. En México y América Latina las personas están muy acostumbradas a que sus gobiernos declaren una cosa de dientes para afuera, cuando, en realidad, pretenden comunicar otra. En el caso de la migración, el “no vengan” de Biden fue interpretado como un “sí vengan”, pero ante la prensa tengo que decirles que no, para quedar bien.
El resultado está a la vista: miles de personas, a las que se sumarán miles más, abruman la frontera con la esperanza de beneficiarse de lo que creen será el inminente apoyo del Gobierno demócrata en forma de amnistía (o, al menos, de una política omisa), que les permita quedarse en territorio americano.
Los caminos al infierno, pavimentados de buenas intenciones
Este carnaval de errores y absurdos tiene toda la pinta de ser uno más de los casos donde políticos sin escrúpulos se aprovechan de la desesperación y la esperanza de las personas para impulsar agendas partidistas. Sin embargo, incluso si le damos por buenas las buenas intenciones de la administración Biden, la crisis sigue siendo su responsabilidad.
El hecho es que, tanto en la migración como en la economía, el medio ambiente o la seguridad nacional, el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones y el discurso demagógico termina siendo un daño para quienes supuestamente pretende ayudar.
En este sentido, con Trump descendieron los flujos migratorios porque Donald, con su muy peculiar estilo, dejó en claro que la migración ilegal no era bienvenida. Por el contrario, los demócratas llevan años enviando mensajes contradictorios y jugando con las esperanzas de millones de personas, miles de seres humanos que están hacinados en saturadas jaulas de procesamiento, o sufriendo en los violentos caminos que llevan a la frontera, a merced de cárteles y corruptos.
Mientras tanto, los demócratas artífices del engaño, disfrutan tranquilos su capuchino en algún Starbucks de Washington, Nueva York o Beverly Hills. Ojalá el café les queme los labios y la conciencia les queme el remordimiento de su eventual infierno personal. Se lo merecen.
Fuente: elamerican.com