Por Marcelo Duclos – panampost.com
Lo de este miércoles pudo haber sido, hasta el momento, la noche más negra de Alberto Fernández desde que asumió la presidencia de Argentina. El jefe de Estado informó sobre las nuevas restricciones que entrarán en vigencia a partir de mañana y hubo furia. El mandatario y socio de Cristina Kirchner, indicó que hasta fin de mes en la zona del AMBA se restringen:
-Todas las actividades comerciales desde las 7 de la tarde. Los bares y restaurantes solamente podrán trabajar con delivery y take away en la noche.
-Las clases presenciales en las escuelas. Se vuelve a la virtualidad. El personal docente y no docente no deberá asistir a su lugar de trabajo.
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-Se suspenden todas las actividades culturales, deportivas y religiosas, sin importar el número de asistentes, si se realizan en lugares cerrados.
-Se prohíbe la circulación en la calle a partir de las ocho de la noche, hasta las seis de la mañana.
La comunicación fue muy poco feliz. Alberto Fernández casi que culpó a la gente por el incremento de los contagios y hasta se dio el lujo de arremeter contra los médicos y el sistema de salud, al asegurar que se “relajaron” atendiendo otras patologías y ocupando camas que podrían ser destinadas a pacientes con coronavirus. Muchos especialistas del ámbito de la medicina fueron los primeros en quejarse en los medios y las redes sociales, ironizando al respecto. Pidieron “disculpas” por tener que atender otras cirugías urgentes e infartos.
El enojo fue automático y no solamente las redes ardieron con hashtags como “¡Desobediencia civil ya!”. Ni bien terminó de hablar el presidente argentino, comenzaron a sonar con fuerza las cacerolas en toda la zona metropolitana, donde regirán a partir de mañana estas restricciones. A diferencia de otras oportunidades, donde también hubo cacerolas y manifestaciones en las redes, nadie se animó a salir a defender al Gobierno. Durante el año pasado la cosa estaba repartida. Parece que por estos días es más complicado salir a defender las posiciones del Frente de Todos.
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Fernández tuvo que movilizar un fuerte operativo alrededor de la Quinta de Olivos, donde se encontraba, ya que una manifestación instantánea se hizo presente para sonar el portón y las cacerolas. Dirigentes opositores como Patricia Bullrich y José Luis Espert fueron de la partida, junto a los ciudadanos indignados. Las críticas que más se oyeron fueron las de los gastronómicos, principales perjudicados por estas restricciones, así como las de muchas madres que deben ir a trabajar y no tienen posibilidades de quedarse con los chicos mientras cursan virtualmente.
Los ánimos están muy caldeados, la situación económica es grave, el enojo es notorio y el Gobierno comienza a transitar la segunda ola de contagios con duros cuestionamientos, de cara a las elecciones legislativas de este año.