Entre las muchas mentiras que nos han colado los gobiernos a lo largo de toda esta “pandemia” esta la mentira de las autopsias. Resulta que se han prohibido en todas partes con la excusa de que los forenses podrían contagiarse al realizarlas y que era mejor sellar los ataúdes y que las familias enterraran a su ser querido sin poder verle. Esto ya ha provocado casos tan surrealistas como el de aquella familia que creía haber enterrado a su madre en Galicia y poco después apareció viva.

Pero lo más grave de todo esto es que entre los convencidos del relato oficial, una decisión tan sumamente extraña como esta no levanta ningún tipo de sospechas. A nosotros se nos ocurren muchos motivos para tomar este tipo de decisiones pero, de momento, preferimos reservarnos nuestra opinión.

Pero el problema para el relato oficial es cuando un juez tiene la valentía de ordenar una autopsia como ha ocurrido en Argentina. Un hombre mayor se vacunó con AstraZeneca y a las pocas horas falleció. Su hijo decidió no quedarse de brazos cruzados y tuvo la suerte de dar con un fiscal y un juez valiente que atendieron la petición realizada por este hombre cuando decidió llevar el asunto a los tribunales.

¿Se imaginan el resultado? Efectivamente, la autopsia ha determinado que la causa del fallecimiento de su padre han sido los efectos secundarios provocados por la vacuna de AstraZeneca. Lógico, son ya demasiados casos en los que los hechos que se producen, la causa y el efecto son claros.

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