Por Emmanuel Alejandro Rondón – El American
Uno de los primeros medios que dejó entrever la posibilidad que el COVID-19 pudo salir de un laboratorio de Wuhan, específicamente del Instituto de Virología de Wuhan (WIV), fue The Washington Post (WaPo). Aquel artículo, publicado en abril de 2020 por el columnista Josh Rogin, reveló que funcionarios americanos en Beijing enviaron cables diplomáticos en 2018 alertando a Washington sobre peligrosos experimentos con coronavirus en murciélagos llevados adelante en el WIV sin los estándares de bioseguridad necesarios.
La historia del periodista del Post no fue suficiente, los medios ya tenían su postura editorial definida: llamar «conspiración» a la plausible teoría del laboratorio de Wuhan.
El lunes, 24 de mayo, Aaron Blake, también periodista del Post, escribió un análisis donde criticó solapadamente a los medios por descartar la historia de la fuga del laboratorio. Sin embargo, también justificó a los periodistas responsabilizando al «escepticismo» que generó Donald Trump.
«Se ha dicho muchas veces que la presidencia de Donald Trump fue una prueba de esfuerzo para la democracia. Y eso es cierto (es una realidad que persiste mucho hasta la fecha)», esbozó Blake.
«También fue una prueba de estrés para los encargados de cubrirla ¿Qué hacer cuando alguien arrasa con tantas normas políticas y reglas no escritas del discurso político? ¿Cómo se cubren las acusaciones infundadas y engañosas presentadas no por un comentarista aleatorio de Internet, sino por el hombre más poderoso del mundo? Puedes comprobar los hechos, pero ¿les das credibilidad sin querer?», se preguntó el periodista del Post.
Desde su trinchera, Blake explica que la prensa decidió descalificar la historia o la teoría del accidente de laboratorio por el simple hecho de que Trump la tomó como argumento para presionar al régimen chino.
«Se ha hecho evidente [la deficiente reacción de la prensa negando la teoría del laboratorio] que algunos rincones de los principales medios de comunicación se extralimitaron cuando se trató de una teoría particular de Trump y sus aliados: que el coronavirus emanó de un laboratorio en Wuhan, China, en lugar de hacerlo de forma natural», reconoció el periodista del Post.
«También es cierto que muchas críticas a la cobertura son exageradas y que las afirmaciones de Trump y sus aliados invitaban y merecían el escepticismo», justificó Blake.
La teoría del laboratorio de Wuhan debió cubrirse
Lo que arguye en su análisis es que los periodistas tenían razones para creer que la teoría del laboratorio de Wuhan impulsada por el Gobierno Trump era una estrategia política en año electoral y en medio de la pandemia. Los medios progresistas, casi al unísono, decidieron apegarse a la estricta «opinión» de los expertos que durante gran parte del 2020 calificaron la teoría del laboratorio como algo improbable. Hoy, exhibiendo su mal trabajo, muchos se retractan.
Otro argumento esbozado por el periodista para explicar por qué la prensa descartó la historia es que la administración Trump no presentó pruebas, y que las acusaciones del expresidente y el exsecretario de Estado, Mike Pompeo merecían ser dejadas de lado.
Blake dice «que las palabras “conspiración” y “sin fundamento” parecían aplicarse, dado que tal filtración implicaría necesariamente algún tipo de encubrimiento por parte del Gobierno chino o la falta de pruebas reales y públicas para demostrar la teoría».
Esto es hipócrita. Lo que dice Blake, básicamente, es que los mismos medios que impulsaron la infundada trama rusa por años, que no cubrieron el caso de Hunter Biden y la censura al New York Post, los mismos que se prestaron para una conspiración entre la izquierda moderada, la extrema izquierda y elementos conservadores para ir contra Trump en las elecciones, decidieron llamar «conspiración» a la plausible teoría del laboratorio solo por el hecho de que Trump inspiró desconfianza al momento de hacer las denuncias.
Entonces lo que hacen no es periodismo, es partidismo. El trabajo de la prensa no es evaluar una denuncia por el lado que la pronuncia y refutarla con la simple respuesta del bando contrario. Si el Gobierno Trump denunciaba una fuga del laboratorio de Wuhan que pudo desencadenar la peor crisis sanitaria de la historia del mundo moderno, el periodismo libre debió indagar, pese a la opinión de los supuestos expertos que nos llenaron de malas indicaciones durante todo el 2020.
Pueden justificarse todo lo que quieran, pero la prensa americana, una vez más, decidió ponerse del lado equivocado de la historia al decidir llamar «conspiración» al posible accidente de laboratorio. No porque haya ocurrido, eso todavía no se puede saber, sino por el hecho de irresponsablemente descartarla por un año entero.
En lugar de presionar al régimen chino para llevar adelante una investigación seria y objetiva en el WIV, decidieron inyectar titulares venenosos a Estados Unidos y al mundo entero favorables a China y contrarios a Trump. Todo basado en sus dañinos prejuiciosos antiéticos. En definitiva, la hipocresía de los grandes medios quedó expuesta.