Por Daniel Chang – elamerican.com

El Instituto Nacional de Salud (NIH) se encuentra en una posición incómoda después de que se revelara que financió un extraño estudio realizado por la Universidad de Pittsburgh en el que se utilizó tejido humano de bebés abortados y ratas de laboratorio. Según el artículo científico, los investigadores de la Universidad de Pittsburgh utilizaron tejido del cuero cabelludo de bebés abortados y lo injertaron en ratones con el fin de construir “modelos de rata humanizados” que pudieran utilizarse como “plataforma para estudiar las infecciones de la piel humana”.

El estudio del NIH ya ha sido criticado por los activistas provida, y el Consejo de la Familia de Pensilvania y el Instituto de la Familia de Pensilvania han recogido firmas para una carta abierta dirigida al rector de la Universidad de Pittsburgh y a la Asamblea General de Pensilvania en la que se pide que la U-Pit ponga fin inmediatamente a cualquier experimento con bebés abortados y se condena la práctica de insertar piel de fetos en roedores como algo “inhumano”.

El tema también fue llevado a una edición del programa de televisión de Tucker Carlson en el primetime de Fox News, donde el activista provida David Daleiden condenó el estudio y explicó cómo los investigadores injertaron el cuero cabelludo de bebés abortados en las ratas de laboratorio para observar cuánto pelo podían crecer y aclaró que el estudio fue financiado por el NIAID, el departamento que dirige el Dr. Fauci.

También afirmó que mientras estaba encubierto en Planned Parenthood, gente de la organización le dijo que “eran ellos los que suministraban las partes de bebés abortados para los experimentos en la Universidad de Pittsburgh”, una afirmación que la Universidad de Pittsburgh niega. La Universidad también afirma, en una comparecencia ante el Comité de Salud de la Cámara de Representantes de Pensilvania, que están siguiendo “todas las leyes y directrices” del NIH para sus experimentos.

Daleiden también dijo que el estudio utilizó el cuero cabelludo de bebés abortados de 5 meses de edad, lo que significaría que los investigadores habrían tenido que estar “intactos” para obtener el tejido necesario para el experimento, lo que, según él, sólo podría ocurrir en el caso de los abortos de nacimiento parcial.

Según el propio informe del experimento, que contiene imágenes del pelo humano injertado en los ratones de laboratorio, el uso de “tejidos y células derivadas de fetos humanos proporciona un medio factible para desarrollar un modelo de ratón humanizado con piel y sistema inmunitario humanos autólogos”, razón por la que deciden trasplantar “piel fetal humana de grosor completo” a ratas de laboratorio adolescentes.

El propio informe aclara que el estudio fue financiado por el Instituto Nacional de Salud (NIH), concretamente por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID) y el Instituto Nacional de Salud-Centro Internacional Fogarty.

Fauci, el director del NIAID que financió en parte el proyecto, también ha sido cuestionado por su participación en la financiación por parte de los NIH al Instituto de Virología de Wuhan, el laboratorio en el que Estados Unidos ha centrado sus esfuerzos en la investigación de los orígenes de la actual pandemia de COVID-19. El hecho de que el NIAID también haya financiado un estudio en el que se injertó en ratas de laboratorio tejido humano recogido de un feto abortado, seguramente no sentará bien a los conservadores, que ya se muestran cada vez más escépticos sobre el desempeño del trabajo de Fauci.

La discusión sobre las implicaciones morales del estudio y el papel del Gobierno de Estados Unidos en la financiación de un experimento de este tipo con el dinero de los contribuyentes llega en un momento en el que la cuestión del aborto estará en el centro de la escena política estadounidense, con el Tribunal Supremo de Estados Unidos dispuesto a decidir sobre la constitucionalidad del proyecto de ley de restricción del aborto de Misisipi aprobado en 2018.

La controversia sobre el estudio también se produce meses después de que el Instituto Nacional de Salud revocara las restricciones de la era Trump a la financiación de estudios de investigación que utilizan tejido fetal. La decisión de revertir las regulaciones de las administraciones anteriores también subraya las cuestiones éticas inherentes y las dinámicas políticas a las que el NIH y otras agencias gubernamentales tienen que enfrentarse a la hora de decidir qué directrices seguir al momento de aprobar subvenciones a proyectos de investigación.

El tema del aborto sigue siendo uno de los más divisivos y apasionados de la política americana, sin embargo, es fácil entender por qué los activistas provida están indignados respecto a que el dinero de los contribuyentes se utilice en estudios de investigación tan extraños y grotescos como el desarrollado por la Universidad de Pittsburgh.

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