Por Gabriela Moreno – Panampost.com

Con nombre y apellido, número de cédula, dirección, teléfono y correo electrónico registrará el candidato presidencial del Partido Comunista de Chile, Daniel Jadue, a sus simpatizantes para armar con sus datos comandos de base fieles a su propuesta. Un método similar al instaurado por el chavismo en Venezuela.

A través de su cuenta en Twitter, el arquitecto y sociólogo de 56 años —descendiente de palestinos— que aspira arrebatarle La Moneda a la derecha, cuela su reclutamiento social. Táctica que urde bajo la promesa de que se trata de un “proyecto transformador”.

Esa invitación en apariencia entusiasta incluye la obtención de las identidades de los electores, mediante su página web, para incorporarlos en comandos que ya tienen definidas las áreas de trabajo que van desde barrios, unidades vecinales, cuadrantes, sectores sociales, centros laborales, grupos de interés hasta territorios virtuales.

Una copia de tácticas chavistas

Es la estrategia de Hugo Chávez en Venezuela, pero en tierra austral. Chávez —con las mismas intenciones de Jadue— creó fieles estructuras de poder con sus simpatizantes y los convirtió en consejos comunales, círculos bolivarianos y colectivos sociales.

Su Partido Socialista Unido de Venezuela operó como centro de recepción de la militancia. Por medio de esta estrategia se convertirían desde operadores electorales hasta células armadas de intimidación, amedrentamiento, ideologización y control ciudadano. Muestra  de ello son los grupos  como “Tupamaros”, “Carapaica” o “Alexis Vive”, entes que derivaron de la “base social”.

Con todos ellos movilizados a su favor, unos más radicales que otros, Chávez enquistó su peligroso discurso revolucionario de supuesta «transformación social». Proclamas impregnadas de resentimiento y plagadas de promesas de reivindicaciones constitucionales y legales para las clases populares.

En aquellas alocuciones de Chávez, el militar solía hablar por horas sobre el empoderamiento político, la inclusión, la participación política, la movilización social y el consenso sobre la necesidad del combate a la pobreza y la exclusión como piezas clave para gestar cualquier proyecto de desarrollo a nivel nacional. Todo patrañas, como se ha demostrado con el tiempo.

En Chile será igual. Al menos así pinta con el aspirante que pretende constituir su propia maquinaria para los comicios de noviembre, cuando se elegirá al próximo mandatario nacional.

A Chávez le funcionó y Maduro hoy se sostiene de esa herencia. Y es que estas células de microgobierno comunitario aglutinan un tercio de la población venezolana —sobre ocho millones de ciudadanos— con la esperanza de una bolsa de comida, un pernil navideño o un bono extraordinario de bolívares. Así son las pequeñas dádivas del régimen que no alcanzan ni para un cartón de huevos.

Sin embargo, ahí están. Son 40000 frentes distribuidos en cada rincón del país que comparten el mensaje socialista que emana de Miraflores. Ahora, en Chile, Jadue tiene con qué armarlos. En este momento es el alcalde de Recoleta, comuna que administra desde 2012 y ahora le sirve de puente para captar apoyo.

Frenesí con espinas

Más allá de los deseos de Jadue está la realidad y hay que mirarla con foco. El frenesí del Partido Comunista luego de las elecciones regionales y constituyentitas del 15 y 16 de mayo no representa una victorial electoral, sino política.

Es así. Los números de la jornada hablan por sí solos. Los 28 escaños logrados por la izquierda de los 155 que se eligieron representan solo el 18 % de las curules y estos fueron posibles por la alianza entre los comunistas y el Frente Amplio, un conglomerado de partidos de izquierda nacidos del estallido social de octubre. De ellos, el PC por si solo obtuvo 4,99 % equivalentes a siete puestos.

Si se ahonda en el resultado de la elección de concejales del mismo fin de semana, en la que los partidos se miden con el resto y se estudia el poder territorial de cada organización, se observa una distribución semejante a la que había en Chile: la derecha alcanza un 33,14 % en votos, la centroizquierda un 34,15 % y la izquierda un 23,77 %. El PC obtiene un 9,23 %. Esto denota un crecimiento respecto al 6 % obtenido en los comicios de 2016.

Tres puntos más. Solo eso. Quizás esta lectura impulsa a Jadue a conformar sus comandos. Quiere la presidencia, pero necesita más que alianzas. Para El País  “Chile no se corrió a la izquierda, sino que enfrenta una dispersión de mil minorías”. Faltan cinco meses para constatar.

Un partido cuestionado

El desafío de captar simpatizantes no es el único para Jadue. Torear las contradicciones de su partido también le toca cuando China, Vietnam, Venezuela, Cuba, Laos y Corea del Norte —los seis países sometidos a un régimen comunista— son reconocidos por su tolda, porque “respetar a sus modelos no significa adhesión”.

Detrás de esta elocuencia yace que los comunistas chilenos son cómplices entusiastas y apologistas fervientes de todos los crímenes cometidos bajo la dictadura comunista soviética. Esto se remonta desde la toma del poder por Lenin en 1917 hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991.

La lista de confabulaciones es larga e incluye el apoyo del Partido Comunista de Chile al pacto de la vergüenza entre la Unión Soviética y la Alemania nazi, a las invasiones “fraternales” de Hungría y Checoslovaquia por las tropas soviéticas, así como la solidaridad con el golpe militar del general Jaruzelski en Polonia y con las dictaduras prosoviéticas del este de Europa. Esta política de complicidad con las “dictaduras amigas” se ha mantenido incluso después de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, como en los casos de Cuba y Venezuela.

Esa es la verdad. Y este historial contradice, por ejemplo, las declaraciones del actual secretario general del partido, Lautaro Carmona, quien afirma que “la política del Partido Comunista se consagra en la lucha por las causas democráticas más nobles y libertarias”. Nada podría estar más lejos de la verdad.

Pero “la cuestión decisiva no es lo que el partido hizo o dejó de hacer mientras no detentaba el poder,sino lo que hubiese hecho de haberlo conquistado y haber tenido la posibilidad de realizar plenamente sus ideales”, le increpa a Jadue en una carta pública, el historiador, académico y autor del Libro negro del comunismo chileno, Mauricio Rojas.

Garras al dinero

¿Cuál de todos los comunismos querrá implementar Jadue? En su discurso que evoca al de Evo Morales, el expresidente socialista de Bolivia. Sobre esto hay indicios. Se nota especialmente cuando afirma que su meta es un “Chile plurinacional e intercultural, igualitario, con enfoque de derecho que asegure una vida digna, para vivir con tranquilidad hasta morir sin que tenga que sufrir ni endeudarse, ni recibir dádivas vergonzosas para sobrevivir”.

En esa misma línea promete “un país que asegure la vida digna, más allá de la cuna, tener un Estado que asegure precio justo en las cosas esenciales, combinar salario justo con justa retribución”.

Para lograrlo, tiene sus pasos en materia económica definidos: “reforma tributaria, lograr el reconocimiento constitucional del trabajo doméstico y una reforma de pensiones”.  Aquí también se miran rastros de sus pares de Caracas.

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