Por Carlos Esteban – Panampost.com

La Revolución Cultural que, siguiendo el modelo de la maoísta en los años sesenta del pasado siglo, arrasa en instituciones oficiales, universidades, colegios y multinacionales, ha llegado ya al ejército más poderoso del mundo, a cuyas tropas blancas se conmina al autoodio, se alimentan los enfrentamientos entre razas, sexos y orientaciones sexuales y se persigue sin descanso esa amenaza que Biden ha definido como peor que la de los japoneses en Pearl Harbour: el ‘supremacismo blanco’.

El senador republicano Tom Cotton ha hecho públicas cientos de denuncias anónimas de miembros de las Fuerzas Armadas estadounidenses relativas al adoctrinamiento con la llamada ‘teoría racial crítica’ (básicamente, razones para odiar todo lo blanco), la segregación por razas y sexos e, incluso, ‘paseos por el privilegio’ (privilege walks).

Estos ‘privilege walks’ consisten en un ejercicio en el que se ponen todos los sujetos en fila coral y se van recitando ‘privilegios’, ante los que cada cual debe dar un paso adelante, si los tiene, o hacia atrás, si carece de ellos. Es algo parecido a las sesiones de autocrítica de los disidentes en los países comunistas.

Los denunciantes también se quejan de que les obligan a leer una serie de libros de teoría racial crítica como parte de la nueva estrategia de lucha contra el ‘extremismo’ y por la diversidad del Pentágono.

Cotton, que leyó estas denuncias ante el Comité de las Fuerzas Armadas del Senado, comentó que “este es un tipo específico de adoctrinamiento antiamericano que se está infiltrando en las filas de nuestras Fuerzas Armadas.

A cualquiera se le ocurre lo grave que puede llegar a ser la situación cuando hablamos del primer ejército del mundo, y recordamos la devastación que está sembrando la doctrina ‘woke’ impuesta a todos los niveles, desde la guarderías a las grandes empresas.

En la Facultad de Derecho de Yale, probablemente la más prestigiosa del mundo, dos de los profesores más populares están al borde de la ‘depuración’, acosados y sometidos al ostracismo, Amy Chua y Jeb Rubenfeld.

Lo curioso es que Chua y Rubenfeld son abiertamente progresistas; es solo que, comparado con la línea impuesta hoy en las universidad de prestigio norteamericano, sus posiciones rozan el fascismo. Por ejemplo, recientemente tuvieron ocasión de defender una de las posturas más escandalosas para la izquierda universitaria: la libertad de expresión.

La periodista Bari Weiss se ha hecho eco de una conferencia de la psicoanalista Aruna Khilanani en la Universidad de Yale bajo el título ‘El Problema Psicopático de la Mente Blanca’. Fue el pasado abril, y nadie entre los asistentes juzgó nada raro en la conferencia y, de hecho, hubiera pasado como una más si Weiss no hubiera publicado extractos de la misma.

Por ejemplo: “Ese es el coste de hablar con blancos en absoluto. El coste de tu propia vida, porque te la succionan hasta dejarte seco. No hay entre ellos ovejas blancas. Los blancos me hacen hervir la sangre”.

Más: “Tenía fantasías de vaciar un revolver en la cabeza de cualquier blanco que se me cruzara, enterrar el cadáver y limpiarme las manos ensangrentada antes de alejarme sin remordimiento con la cabeza alta. Como si le hubiera hecho al mundo un jodido favor”.

La irresponsabilidad de sembrar este odio contra una población que sigue siendo la mayoritaria y la original (del país, no de la tierra) es inconmensurable; esa como si todas las instituciones de peso en Estados Unidos se hubieran convertido en la Radio de las Mil Colinas incitando el odio de los hutu contra los tutsi en vísperas del genocidio ruandés.

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