Por Julio M. Shiling – elamerican.com
El Día de la Independencia de Estados Unidos, que se celebra el 4 de julio, marca la adopción unánime por parte del Segundo Congreso Continental de la Declaración de Independencia (Declaración), que separó formalmente a las Trece Colonias de Gran Bretaña. Este acontecimiento fundamental, que tuvo lugar hace doscientos cuarenta y cinco años, en 1776, requiere un análisis más amplio para apreciar plenamente su esencia. He aquí algunos datos que conviene conocer.
La Revolución Americana envuelve la firma de la Declaración y presenta una comprensión más panorámica del nacimiento de los Estados Unidos. Este proceso histórico se desarrolló entre 1765 y 1783 y encierra un periodo de gestación de la nación americana. Comenzó con la Ley del Sello del Parlamento Británico (1765), que imponía un impuesto a las entonces colonias británicas. A pesar de que fue derogada un año más tarde, el principio americano de “no taxation without representation” (no hay impuestos sin representación), se afirmó y desencadenó una resistencia popular a la legislación parlamentaria británica por parte de los colonos, que empezaron a verse más como americanos que como súbditos británicos. La guerra se estaba gestando.
Las tensiones crecen. Acontecimientos como la masacre de Boston (1770), la quema del cúter de Gaspee (1772) y el Motín del Té de Boston (1773), todos ellos reacciones a los abusos percibidos de actos legislativos de Gran Bretaña, desencadenaron la formación del Primer Congreso Continental (1774). Este órgano legislativo unicameral, tras deliberar entre los leales (colonos partidarios de permanecer leales a la monarquía británica) y los patriotas (colonos partidarios de la independencia), decidió boicotear los productos británicos y solicitar al rey Jorge III la derogación de las leyes punitivas aprobadas contra las Trece Colonias (Intolerable Acts 1774).
El llamamiento fue ignorado y el 19 de abril de 1775, con la batalla de Lexington y Concord, comenzó la Guerra Revolucionaria Americana (también llamada Guerra Americana de la Independencia). El Segundo Congreso Continental fue convocado poco después y actuó como gobierno de armas durante seis de los ocho años que duró la guerra. Diseñó la estrategia, organizó el ejército, recaudó dinero para la guerra, nombró diplomáticos, buscó el reconocimiento y la ayuda extranjera y redactó las declaraciones oficiales. Tres importantes proclamaciones que esta destacada institución de la nueva nación emitió y que son anteriores a la Declaración fueron la Petición de la Rama de Olivo (5 de julio de 1775), la Declaración de las Causas y la Necesidad de Tomar las Armas (6 de julio de 1775) y la Resolución de Lee (2 de julio de 1776) (llamada así por William Henry Lee).
El primero fue un intento de evitar la guerra con Gran Bretaña. La segunda sirvió para racionalizar la necesidad de ir a la guerra. La tercera, también conocida como la Resolución para la Independencia, era esencialmente un llamamiento a la separación. Decía que “estas Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, Estados libres e independientes, que están absueltos de toda lealtad a la Corona Británica”. El Segundo Congreso Continental fue sustituido, en 1781, por el Congreso de la Confederación, también conocido como Estados Unidos en Congreso Reunido. Este órgano de gobierno unicameral que supervisó los dos últimos años de la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, incorporando funciones legislativas y ejecutivas, redactó la primera constitución de Estados Unidos, los Artículos de la Confederación (1781).
La Guerra de la Independencia de Estados Unidos, que se libró durante ocho de los dieciocho años de la Revolución Americana, fue una campaña militar titánica en la que se produjeron más de 1,547 enfrentamientos bélicos. Sin embargo, ha sido la Declaración y su adopción por el Congreso lo que históricamente destaca. ¿Por qué ha sido así? Teniendo en cuenta que documentos anteriores como la Resolución de Lee, y la Declaración de Derechos de Virginia, redactada por George Mason y ratificada el 12 de junio de 1776 por la Convención Constitucional de Virginia casi un mes antes que la Declaración, la intriga se amplía, ya que ambos textos eran afirmaciones separatistas.
La clave para apreciar la magnitud de la Declaración es la noción de continuidad en el contexto del excepcionalismo americano. A Thomas Jefferson, el principal redactor del emblemático documento, no se le asignó esta tarea tan relevante a efectos de originalidad. La nueva nación confió en el futuro tercer presidente la responsabilidad de recoger la sabiduría de los mejores pensadores de la Ilustración, al tiempo que era fiel a la cosmovisión cristiana que formó epistemológica y moralmente a esta nación desde 1620, con el desembarco de los peregrinos en el Mayflower. Jefferson lo entendió bien.
La primera sección de la Declaración de Derechos de Virginia de Mason se abre con: “Que todos los hombres son, por naturaleza, igualmente libres e independientes y tienen ciertos derechos inherentes, de los cuales, cuando entran en un estado de sociedad, no pueden, por ningún pacto, privar o despojar a su posteridad; a saber, el disfrute de la vida y la libertad, con los medios para adquirir y poseer propiedades, y perseguir y obtener la felicidad y la seguridad”. Esta afirmación encuentra ciertamente un eco en la Declaración. El propio Jefferson, un virginiano, conocía el texto. Sin embargo, el encargo que le hizo el Congreso le instó a una pronunciación más potente y prístina de los valores americanos y de su llamada a la nación.
Las capacidades literarias brillantes de Jefferson le capacitaron para la tarea. La Declaración lo contenía todo. Unificó a las colonias, ganó la guerra, articuló los agravios de la separación y enmarcó concretamente el Credo Americano. Esto iría a servir para preservar para la posteridad lo que es Estados Unidos.
Abraham Lincoln elevó públicamente la Declaración a texto filosófico al recordarle al país que su autoridad para liderar una guerra civil para acabar con la esclavitud se basaba en este documento sacrosanto. Lincoln comprendió que la Declaración era el recipiente moral y el emblema de otros once pactos y/o proclamaciones anteriores, empezando por el Mayflower Compact (1620), que afirmaba una creencia firme en un orden trascendental, la Ley Natural, el principio de autogobierno, la laboriosidad y la prudencia para elaborar el sistema sociopolítico que mejor se ajuste a la naturaleza humana. Por eso, el 4 de julio es el día que mejor representa la existencia de Estados Unidos