Por Mitzy Capriles de Ledezma – Panampost.com
“Nos estamos comiendo el miedo para alimentar el coraje”, es para mí, la frase más contundente que se ha podido pronunciar con ocasión de esta insurrección popular que tiene lugar, ahora mismo, en la tierra cubana. La gente está en la calle y todo parece indicar que será sin retorno.
Sé que esas últimas palabras darán lugar a comentarios que tratarán de banalizar el optimismo que le pongo a la descripción de esas manifestaciones callejeras que tienen como protagonista a mujeres y hombres, de todos los sectores y de todas las edades de Cuba, que han estado castrados de su derecho a vivir con libertad por más de 60 años.
La verdad que cuenta es que son protestas que claman por hacer posible el derecho a pensar libremente y a que ese pueblo se pueda dar su propio destino, conforme a los dictados de su soberana conciencia ciudadana.
Estamos viendo esos movimientos sociales que explotan con la fuerza volcánica que ha estado aprisionada por un largo periodo, pero que llega el momento buscado y pacientemente esperado, en que la leva de la pasión por causas irrenunciables brota y cubre a todo un país secuestrado por una camarilla que tiene como jefes a una familia que secuestró a esa isla por mas de seis largas décadas. Eso es lo que se siente en toda Cuba. La que se quedó resistiendo adentro y la que se vio forzada a escapar asumiendo el riesgo de morir devorada por los fauces de los tiburones.
Ante ese levantamiento cívico y moral, es necesario que toda la comunidad internacional se haga sentir para mostrar su solidaridad con esos seres humanos que están siendo amenazados de muerte por el dictador de turno, Miguel Díaz-Canel, quien con el mayor desparpajo ordenó a las huestes castristas salir a las vías públicas a reducir a los miles de manifestantes.
No conforme con haber torturado y matado a miles de ciudadanos cubanos, en esta tenebrosa y prolongada era dictatorial, ahora pretenden acometer una masacre ante los ojos del mundo, porque a diferencia de los ciclos de protestas pasadas, como la del “maleconazo” de 1994, hoy existen las poderosas redes sociales que vencen las limitaciones impuestas por la tiranía castrista para ocultar la verdad de todo cuanto sucede ahora mismo.
Para esos sátrapas sigue vigente su cartilla de excusas para apañar sus fechorías. Así tenemos que repiten, hasta el cansancio, que “todo lo que pasa es culpa del imperio”, o sea, el típico enemigo externo. De allí sacan las cínicas argumentaciones para descargar la ruina económica y social de la isla, la falta de alimentos, de medicinas, de servicios básicos como la electricidad, agua potable o de transporte público. Además, todas las protestas adentro, según la propaganda oficialista “son manipuladas por agentes infiltrados de la CIA”, acusando a los manifestantes de promover actos vandálicos. ¡Las grandes mentiras de siempre!
Sin embargo, la realidad salta el cerco y no pueden contener la verdad que permite saber que hasta renuncias de altos funcionarios se han producido. Que el mundo ha posado sus ojos en la crisis cubana, que millones de voces acompañamos a ese pueblo tan martirizado como el pueblo venezolano y nicaragüense.