Hace mucho tiempo en China había en un pueblo dos tiendas que vendían arroz: la tienda de Hong Chang y la tienda de Yong Yu.

Yong Yu era muy astuto. Sabía que no era fácil vivir de la venta de arroz, así que trató de encontrar maneras inteligentes de obtener beneficios adicionales.

Un día, invitó a un calibrador de balanzas a la tienda y le dijo: “Por favor, ajuste la escala a 0,48 gramos por Jin (medida de peso que normalmente debe ser de 0,50 gramos). Le pagaré el doble por su trabajo”.

Tentado por el dinero extra, el calibrador olvidó su ética profesional y aceptó el trabajo. Luego de dar las instrucciones, el propietario volvió a sus quehaceres.

El propietario tenía cuatro hijos, y todos ellos ayudaban en la tienda. El hijo menor era recién casado, y su nueva esposa, quien no pudo evitar escuchar la conversación desde la habitación de al lado, era la hija de un abogado. Después de reflexionar sobre la situación, decidió conversar con el calibrador.

“Mi suegro estaba un poco confundido, y lo que dijo no era lo que quería decir: por favor, vuelva a ajustar la balanza a 0,51 gramos por Jin. Le voy a pagar el doble de lo que normalmente cobra. Pero le pido que no le diga nada a él”.

El calibrador estaba feliz y accedió de inmediato a ajustar la balanza de acuerdo con la petición de la joven, sin que esto le llevase mucho tiempo. Como el calibrador había trabajado durante muchos años para el dueño, nadie cuestionó su trabajo.

Después de un tiempo, el negocio empezó a crecer e incluso los clientes de la otra tienda de arroz iban a la tienda de Yong Yu a comprar.

Unos meses más tarde, la gente de todo el pueblo iba a la tienda a comprar arroz. Finalmente, la otra tienda tuvo que dejar el negocio y se lo vendió a Yong Yu.

En la víspera del Año Nuevo chino, toda la familia se reunió y comieron baozi (empanadas chinas). Muy contento, el propietario preguntó a toda la familia: “¿Saben cuál es el secreto del éxito de la tienda?” Todos intentaron adivinar, y la conversación se animó. Las respuestas iban desde “La bendición de los Dioses”, “La habilidad del padre,” su “Buen fengshui”, “Buena cooperación”, etc.

El padre se rió y dijo: “Ninguno de las anteriores. ¡Es la balanza de la tienda! Nuestra balanza pesa 0,48 gramos por Jin y, de esta manera, se obtienen beneficios de dos gramos más por cada Jin que vendemos”.

Muchos familiares elogiaron al anciano por su inteligencia. El viejo, feliz, se acariciaba la barba.

En ese momento, la esposa del hijo menor se puso de pie lentamente y le dijo al anciano: “Tengo algo muy importante que decirle, pero antes quisiera pedirle perdón”.

El viejo asintió con su cabeza. La joven dijo: “Sí, nuestra balanza nos dio una fortuna, pero eso es porque da 0,51 gramos por Jin, no 0,48″. Entonces les contó a todos cómo pagó dinero extra al calibrador para reajustar la balanzaAl final, dijo: “Lo hicimos con total honestidad. Sí, hemos obtenido menos beneficio por cada Jin, pero vendimos más arroz”.

Todos estaban anonadados. El viejo fue a revisar la balanza para comprobar lo que dijo su nuera. En efecto, la balanza daba 0,51 gramos por cada Jin. El anciano caminó en silencio a su habitación.

Al día siguiente, en el Año Nuevo chino, el anciano se reunió con toda la familia después del desayuno. Tomó de su cintura las llaves de la tienda y dijo: “Me estoy volviendo viejo e inútil. Estuve reflexionando toda la noche y decidí dejarle la administración del almacén a mi nuera. A partir de ahora, todo el mundo la escuchará”.

La cultura antigua china habla de la virtud como un tipo de materia –el ‘de’– que se obtiene con el sufrimiento y por hacer obras buenas, y este ‘de’ se intercambia luego en partes iguales por los beneficios que se obtienen en la vida.

Bajo el complemento eterno del yin y yang, las leyes del universo establecen que en algo positivo subyace algo negativo y viceversa, y de allí la norma de que para ganar, hay que perder.

El gramo que Yong Yu perdió por cada Jin de ventas le sirvió para ganar más clientes, y el riesgo y la honestidad de su nuera le sirvió a ella para ganar virtud y obtener luego el puesto de administradora.

Artículo publicado originalmente en la revista 2013 y más allá

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