Por Carlos Esteban – gaceta.es

¡Oh, Francia, la cuna de los Derechos del Hombre, la patria de la Revolución, la tierra de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, el país donde el presidente aprovechó la Fiesta Nacional para anunciar que quien entre en un bar o restaurante sin un ‘pase covid’ se enfrenta a seis meses de cárcel y que el dueño del local que lo permita podría pasarse un año entre rejas y pagar una multa de 45.000 euros!

Son las paradojas de la globalización, cuyo niño bonito, Emmanuel Macron, ha decidido que, en vez de igualdad, mejor crear dos castas de ciudadanos, vacunados y no vacunados; y que en vez de libertad, conviene forzar a los franceses a someterse a un tratamiento experimental contra una enfermedad en declive con una bajísima tasa de mortalidad. En cuanto a la fraternidad, es perceptible en la respuesta multitudinaria de los franceses, hechos históricamente a hacer política en las calles.

Desde el 1 de agosto, ha decretado Macron, habrá que enseñar un «pase covid» -un certificado de que el portador ha sido inoculado o ha pasado un reciente test de detección del virus con resultado negativo, pagado con su dinero- para hacer prácticamente cualquier cosa: usar el transporte público, ir al cine, a un bar, a una cafetería, a un restaurante, a un mercado y otros locales públicos. De no hacerlo, puede enfrentarse a una pena de seis meses de cárcel y una multa de 10.000 euros. Ninguna dictadura en Francia se había atrevido a tanto.

Pero Francia es Francia, el país donde los ‘chalecos amarillos’ se han pasado más de un año de protesta callejera por una subida del combustible. Así que la revuelta ha estallado casi inmediatamente.

De hecho, el gobierno ya trató de aplicar un régimen similar en diciembre y la reacción popular le obligó a retirar las medidas, más suaves que las actuales.

Miles de personas se han lanzado en la calle en todas las ciudades importantes de Francia para protestar contra las tiránicas medidas, y muchos propietarios de locales han advertido públicamente que no son policías y no van a pedir pase alguno a sus estimados clientes. Aunque el gobierno ha respondido con la brutalidad policial que empieza a ser moneda corriente en Francia, en algunas localidades la policía -que también tiene reivindicaciones inatendidas- se ha unido a los manifestantes.

Del resultado de estas protestas depende mucho más que el destino inmediato de los derechos en Francia, porque el avance hacia una vacunación obligatoria, prohibida por las leyes nacionales e internacionales, y, en general, un recorte brutal de derechos con la excusa de una pandemia en retroceso, parece imparable en todo Occidente, desde Estados Unidos hasta Australia.

La causa inmediata de la reacción autoritaria de Macron son las cifras de vacunación en el país, por debajo de lo previsto. Según datos de la Sanidad francesa, menos de la mitad del personal sanitario francés en hospitales públicos ha recibido la pauta completa de inoculación, frente al 75% de las clínicas privadas.

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