Por Paz Zelasco – Alt Media
El aborto en Nueva Zelanda se despenalizó el año pasado. Además de la despenalización, se aprobó que las mujeres puedan abortar hasta la semana 20 sin que tengan que dar ningún tipo de explicación. Pasado este plazo, es posible que un médico practique un aborto si considera que “es apropiado en las circunstancias”, teniendo en cuenta las condiciones físicas y mentales de la madre, para poner fin a la vida su hijo por el “bienestar” de ella.
De esta manera, un feto de más de 20 semanas e incluso hasta el parto, puede ser asesinado sin que esto se considere un delito. Durante el 2020, por lo menos 120 bebés de más de 20 semanas de gestación fueron abortados en Nueva Zelanda. Dentro de este número incluso se realizó un aborto a un feto de 35 semanas de gestación, que recordemos que se trata de un bebé que está a muy pocas semanas de un parto a término, que ya está completamente formado.
Como en Nueva Zelanda no hay ninguna legislación para intentar salvar a los bebés que son abortados y sobreviven, a estos se los deja morir. Este es el caso de un bebé que nació vivo luego de un aborto tardío, al cual dejaron agonizar sin atención médica por dos horas, hasta que finalmente murió.
El hecho fue denunciado por una estudiante de medicina que tuvo que presenciar el terrible suceso. “Normalmente un aborto tardío se realiza en bebés que tienen problemas de salud, pero este bebé estaba completamente sano, así que en lugar de utilizar una inyección infanticida para detener el latido del corazón antes de expulsar al bebé del útero, simplemente se indujo a la madre”, explica Nicola, nombre ficticio que se le dio para preservar su identidad.
“Nunca le haríamos eso a los animales. Fue horrible”, continúa, haciendo eco de esta realidad tan cruda. Pensemos que, por ejemplo, en Alemania está prohibido matar a embriones de pollo después de seis días de incubación debido al dolor que dichos embriones parecen sufrir.
La portavoz de Right for Life UK Catherine Robinson, ha señalado: “Este caso es realmente trágico, pero totalmente predecible. La nueva ley del aborto de Nueva Zelanda es una barbaridad y los diputados que han votado en contra de la enmienda que exige tratamiento médico para los bebés nacidos vivos tras un aborto fallido –como Jacinda Ardern– son una vergüenza, y deberían avergonzarse”.