Fuente: El American
Para dominar sin resistencia a una nación, basta con suprimir libertades económicas, cosa que ocurre siempre que el Estado domina el dinero de los ciudadanos. Emmanuel Rincón, editor-at-large en El American, dedica la undécima entrega de Culture War a analizar el virus del socialismo y su arma económica preferida: redistribuir riquezas.
Sin ir muy lejos, Emmanuel simplifica en pocas palabras el significado contemporáneo del socialismo: «Es todo esfuerzo por parte del Estado para intervenir en la actividad privada con el propósito de manipular y manejar los recursos de una nación a su antojo» con el fin último de «redistribuir las riquezas». Agrega que, con el Estado interviniendo en las finanzas de los ciudadanos, «no hay resistencia que valga en el momento en que intenten aplastarlos».
El socialismo y sus mutaciones de virus mortal
La ideología marxista, a la que Emmanuel compara con un «virus mortal» que muta constantemente para perfeccionar sus métodos y asesinar al portador con mayor eficacia, ha ido evolucionando desde su concepción inicial para sobrevivir al avance del tiempo:
«A pesar de los anticuerpos generados contra las mentiras que emanan de sus promotores, el virus ha logrado recomponerse una y otra vez para mutar y ser cada vez más eficiente en su fin destructivo».
Nos dice que «Los históricos postulados de Marx, en los cuales el Estado debía apoderarse de los medios de producción para lograr la utópica sociedad perfecta e igualitaria, se han torcido», «puesto que los constantes fracasos le han exigido innovación para poder sostenerse en pie».
Impuestos elevados y fuertes regulaciones le dan la facultad a los Gobiernos de seguir controlando el poder económico de las naciones, las libertades individuales y la eficiencia de las empresas bajo su mando parcial. «Por todo eso es necesario explicar el nuevo socialismo y cuáles son sus fines», señala.
Buenos y malos ejemplos de socialismo
«En la actualidad, cuando se intenta conversar con un americano promedio, seguidor de Bernie Sanders —o incluso con cualquier demócrata desinformado sobre los intentos de los últimos actores para destruir las libertades en Estados Unidos— es común encontrarse con el típico argumento vacío y desinformado del supuesto socialismo nórdico», nos explica Emmanuel. «Ese con el que hoy babean millones de americanos».
Si bien es cierto que los países nórdicos han coqueteado durante años con modelos socialdemócratas, cada vez que la presencia del Estado y los impuestos aumentan, sus índices económicos caen en picada y vuelven a liberar la economía. «Tras recuperarse, realizan estúpidamente el mismo procedimiento».
A pesar de las altas tributaciones, las economías nórdicas son las más libres del mundo, y las que presentan mayores facilidades para hacer negocios. «Hay pocas regulaciones e intervención estatal», por lo que siguen teniendo un aparato productivo eficiente, pese a la gama de programas sociales.
El socialismo en el continente americano
Un buen ejemplo de esto que Emmanuel nos cuenta es la petrolera estatal venezolana PDVSA que debe su rotundo fracaso a las regulaciones que impusieron los chavistas al sector privado, al igual que la catástrofe económica en Venezuela, más allá de los famosos gritos de “¡exprópiese!” del difunto tirano Hugo Chávez. Cosa que poco se habla dentro y fuera del país.
En la actualidad, países como Argentina e incluso Estados Unidos, han puesto en marcha impuestos y regulaciones que imposibilitan el crecimiento económico y promueven la dependencia absoluta de los ciudadanos respecto del Estado: «de cada $100 que gana un empresario argentino, debe pagarle $106 al Estado».
El caso de la nueva administración demócrata de Estados Unidos, liderada por Joe Biden y Kamala Harris, desea incrementar los impuestos drásticamente y se encuentra imprimiendo toneladas de dinero «como si se tratara de billetes de monopolio», cosa que ha generado un proceso inflacionario que no se veía desde la crisis económica del 2008.