Por Juan Felipe Vélez – elamerican.com

Jim Henderson hubiera quedado muy confundido al ver lo que Disney ha hecho con sus preciados Muppets, o al menos con el entretenido alienígena Gonzo, un personaje del show de los Muppets Babies a quien Disney forzó (no en el sentido literal, pues es una caricatura) a usar un vestido y llamarse a sí mismo “Gonzorella” para asistir a un vals que daba Peggy, la cerdita del programa.

Gonzo siempre ha sido hombre, salvo que hayamos interpretado mal (ya que los alienígenas, a diferencia de los humanos, no tienen sexo). O, tal vez, sí lo tienen, y el amor platónico que siente Gonzo por Peggy (que siempre prefirió al fantoche de Kermit), es, en verdad, un sueño un poco “extraño” e imposible, y Disney viene a revelarnos la sórdida realidad 31 años después de la muerte de Henderson.

Lo cierto es que Gonzo siempre ha sido un alien masculino y Disney una vez más prostituyó un icónico personaje del mundo infantil para volverlo un abanderado de una de las causas políticas de sus amiguitos demócratas: la transexualidad en la niñez.

Por años, los progresistas han querido vender la idea de que el género es meramente una construcción social, y no está bien permear a los niños por esas construcciones tan arcaicas donde se ven “obligados” definirse como hombres o mujeres, es decir de acuerdo a su sexo.

Los padres progresistas, como buenos padres que son, prefieren que sus hijos se definan por sí mismos y que ellos decidan qué son sin importar lo que les digan sus genitales, al final ¿qué de malo puede haber en un niño con disforia de género?

Y es ahí donde entra nuestro amigo Gonzo, a quien una rata madrina en el capítulo lo convence de que él puede ser lo que quiera ser, y si decide ser una princesa, pues está en su derecho de serlo si así lo desea, y luego de agitar una varita, Gonzo se convierte en una bella “princesa” con zapatos de cristal llamada “Gonzorella”.

Naturalmente, Gonzo tenía miedo de que descubrieran su charada, y solo es en el final del capítulo que el (o la) alien —Dios sabrá cuál es el género de Gonzo a este punto— se revela como la enigmática Gonzorella que asistió al vals de Peggy. Luego el muppet se convierte en una “princesa” mientras los demás personajes claman extasiados.

El problema detrás del vestido de Gonzo

A pesar de que no tenemos claro el género de Gonzo, el mensaje sí lo es: “padres, sus hijos pueden vestirse o pretender ser lo que les de la gana y ustedes no tienen la autoridad para decirles lo contrario”.

No sé en qué momento los roles de género se volvieron algo malo, a pesar de que no existe cultura alguna donde estos roles no existan, la prensa woke y Disney parecen estar empedernidos en insistir que sí lo son.

La gran mayoría de los niños y niñas, no tienen ningún problema con el sexo con el que nacen, y les gusta vestirse e identificarse como tal. Menos del 0.005 % de los menores de edad en Estados Unidos padecen de disforia de género, como para que venga a ser presentado como un problema “universal” de la niñez.

Disney insiste nuevamente en prostituir otra icónica serie infantil para enseñar “valores” y no se cuestiona en lo más mínimo el mensaje que le pueda estar dando a los niños. A cambio, sus amiguitos demócratas protegen su cuantioso portafolio de propiedad intelectual en las Cortes. Portafolio que Disney ha acaparado desangrando creadores, autores y empresas; y con el que amenaza con demandar a cualquier artista que se atreva a hacer alguna caricatura que se asemeje a uno de los mamarrachos patentados por Disney.

Decirle a un niño que su sexo no lo define como hombre o mujer, no solo puede llevar a confundirlo en una edad donde el cerebro aun está en desarrollo, sino que puede conllevar a traumas psicológicos perjudiciales en el largo plazo. La disforia de género está asociada con otros problemas de salud mental, y quienes la padecen por lo general sufren también de poca autoestima, se convierten en personas aisladas, pueden llegar a sufrir de ansiedad y depresión, y en muchas ocasiones incurren en conductas peligrosas como autolesionarse e incluso el suicidio.

Esto no se trata de hacerle la vida más dura a las personas que padecen disforia de género, ni se trata de discriminarlas. Se trata de no inculcar por cultura a nuestros niños lo que por natura no viene. Si nuestro niño no padece de disforia de género ¿Qué necesidad hay de inculcársela? ¿Qué necesidad hay de decirle que se sienta inconforme con su sexo?

Si lo que quiere hacer Disney es “visibilizar” un fenómeno o los problemas de la niñez, entonces que lo comience hacer con el Déficit de Atención e Hiperactividad, el Síndrome de Down, problemas sociales como el bullying, el maltrato o abandono durante la primera infancia, o la orfandad. Todos estos son problemas que también afectan de forma severa a la primera infancia y, de hecho, en mayor proporción.

Sin embargo, Disney no lo hace y probablemente no lo hará porque estos problemas —y muchas veces sus soluciones— no dan pie a una historia de empoderamiento barata como lo han sido casi todas sus producciones después de “Buscando a Nemo”.

Un niño, y más en sus primeros años de vida, es una mente todavía en formación y sumamente vulnerable a la influencia de los dibujos animados, y en consecuencia trata de replicar las cosas que ve en la televisión ¿Qué fue de los tiempos en que los Muppets eran un show apolítico y se trataba de enseñarle detalles interesante del mundo y valores universales como el respeto y la amistad?

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