Fuente: La Tribuna del País Vasco

Un informe publicado en noviembre de 2020 por el Foro Económico Mundial (WEF, en sus siglas en inglés) y la Iniciativa de Política Cibernética WEF-Carnegie pedía la fusión de los bancos de Wall Street y sus reguladores con las agencias de inteligencia, según esto fuera necesario para enfrentar un ataque cibernético supuestamente inminente que colapsaría el actual sistema financiero.

Tim Maurer y Arthur Nelson, los autores del estudio, que se rodearon de asesores que incluían a representantes de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra, el FMI o nombres destacados de Wall Street y Silicon Valley, publicaron su investigación apenas pocos meses después de que el WEF
hubiera realizado una simulación de esa misma contingencia, un ciberataque que pone de rodillas al sistema financiero mundial.

Recientemente, la organización de intercambio de información más grande de la industria financiera, cuyos miembros conocidos incluyen al Bank of America, Wells Fargo y CitiGroup, entre otros muchos, advertía nuevamente de que piratas informáticos y ciberdelincuentes especializados estaban preparados para trabajar juntos para atacar el sistema financiero global a corto plazo. El CEO de esta organización, conocida como Centro de Análisis e Intercambio de Información de Servicios Financieros (FS-ISAC),
también había participado ofreciendo información para la investigación de WEF-Carnegie.

Este tipo de simulaciones coordinadas y advertencias de quienes controlan el debilitado sistema financiero actual son un motivo obvio de preocupación para algunos analistas, particularmente especialmente después de que el Foro Económico Mundial también fuera el responsable de organizar el Evento 201, un congreso de varios días de duración en el que se
analizó cómo combatir una pandemia similar a la del coronavirus y que tuvo lugar apenas apenas unas semanas antes de que se anunciara en
China el primer caso de Covid-19.

Desde entonces, la pandemia se ha citado como la principal justificación para acelerar la “transformación digital” o el “Gran Reinicio”, de los sectores financiero y de otro tipo que el Foro Económico y sus socios han
promovido durante años. Su última predicción de un evento apocalíptico, un ciberataque que detiene el sistema financiero actual y provoca su colapso sistémico, ofrecería el salto final a un resultado muy buscado por el WEF: impulsar un cambio generalizado hacia una moneda digital común
y hacia una mayor gobernanza global de la economía internacional.

En este sentido, hay que tener en cuenta que dado que los expertos han estado advirtiendo desde la última crisis financiera mundial de que el colapso de todo el sistema era inevitable debido a la mala gestión de los bancos centrales y la corrupción desenfrenada de Wall Street, un ataque cibernético también proporcionaría el escenario perfecto para desmantelar el actual y fallido sistema. Absolvería a los bancos centrales y a las
instituciones financieras corruptas de cualquier responsabilidad y proporcionaría una justificación para políticas increíblemente preocupantes promovidas por el informe WEF-Carnegie, como una mayor fusión de agencias de inteligencia y bancos para “proteger” mejor las infraestructuras financieras críticas.

El informe citado se titula oficialmente Estrategia internacional para proteger mejor el sistema financiero. Comienza señalando que el sistema financiero global, como muchos otros sistemas, está “atravesando una transformación digital sin precedentes, que está siendo acelerada por la pandemia de coronavirus”. Y luego advierte de lo siguiente:

Que los actores maliciosos se están aprovechando de esta transformación digital y representan una amenaza creciente para el sistema financiero global, la estabilidad financiera y la confianza en la integridad del sistema financiero.

Que los ciberdelincuentes están utilizando sus capacidades cibernéticas para robar, perturbar o amenazar de alguna otra manera a las instituciones financieras, los inversores y el público. Estos actores incluyen no solo criminales cada vez más atrevidos, sino también Estados “enemigos” y atacantes patrocinados por otros Estados.

Seguido de esta advertencia de “actores malignos”, el informe señala que “voces clave cada vez más preocupadas están haciendo sonar la alarma” y recuerda que Christine Lagarde del Banco Central Europeo y ex del FMI advirtió en febrero de 2020 de que “un ciberataque podría desencadenar una grave crisis financiera”.

Un año antes, en la reunión anual del WEF, el director del Banco Central de Japón predijo que “la ciberseguridad podría convertirse en el riesgo más grave del sistema financiero en un futuro próximo”. En 2019, Jamie Dimon, de JP Morgan Chase, calificó de manera similar los ataques cibernéticos como posiblemente “la mayor amenaza para el sistema financiero de EEUU”.

Poco después de la advertencia de Lagarde, en abril de 2020, la Junta de Estabilidad Financiera afirmó que “los incidentes cibernéticos representan una amenaza para la estabilidad del sistema financiero mundial” y explicó que “un incidente cibernético importante, si no se contiene adecuadamente, podría perturbar gravemente los sistemas financieros, incluida la infraestructura financiera crítica, lo que genera implicaciones más amplias para la estabilidad financiera”.

Apenas hace unos días, el presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, advertía también de que el mayor riesgo para la economía estadounidense es la amenaza de ciberataques, que podrían detener a las instituciones financieras al quitarles la capacidad de rastrear los pagos. En este marco, y si bien hay una serie de ataques cibernéticos potenciales que podrían paralizar la economía de un país desarrollado como EEUU, el presidente de la Fed dijo que el escenario de pesadilla sería un ataque que eliminara la capacidad de las instituciones para rastrear los pagos que se
realizan y reciben, lo que haría que parte o la totalidad del sistema se detenga.

Los autores del informe WEF-Carnegie añaden a estas preocupaciones que “la explotación de vulnerabilidades cibernéticas podría causar pérdidas a los inversores y al público en general” y provocar un daño significativo a la confianza pública en el sistema financiero actual. También señala que, además de afectar al público en general de manera significativa, esta amenaza afectaría tanto a los países de ingresos altos como a los países de
ingresos bajos y medianos, lo que significaría que su impacto en las
masas tendría un alcance global.

El informe concluye con una admonición muy inquietante: “Una cosa está clara: no se trata de si ocurrirá o no un incidente importante de estas características, sino de cuándo ocurrirá”.

Dada la “inevitabilidad” de este evento destructivo, tal y como lo predicen el Foro Económico Mundial y Carnegie, hay que buscar soluciones al caos. En este sentido, algunas de las soluciones propuestas deben lógicamente esperarse de un documento de política vinculado al WEF, como los continuos llamamientos para aumentar las asociaciones público-privadas y para mejorar la coordinación entre las organizaciones regionales e internacionales, así como apelar a una mayor coordinación entre los gobiernos nacionales. Sin embargo, la principal “solución” que se ofrece por
parte del Fondo Económico Mundial es un llamamiento a fusionar los bancos corporativos, las autoridades financieras que los supervisan, las empresas de tecnología y la seguridad nacional.

Los autores del informe primero argumentan que la principal vulnerabilidad del sistema financiero global en la actualidad es “la actual fragmentación entre las partes interesadas e iniciativas” y que mitigar esta amenaza al sistema global radica en reducir esa “fragmentación”. El estudio sostiene que la forma de resolver el problema requiere una reorganización masiva de todos los “interesados” a través de una mayor coordinación global. También señala que la “desconexión entre las finanzas, la seguridad nacional y las comunidades diplomáticas es particularmente pronunciada” y pide una interacción mucho más estrecha entre los tres.

Para ello, se requiere “que los países no solo se organicen mejor a
nivel nacional, sino que también fortalezcan la cooperación internacional para defenderse, investigar, procesar e idealmente prevenir futuros ataques. Esto implica que el sector y las autoridades financieras deben interactuar regularmente con las fuerzas del orden y otras agencias de seguridad nacional de formas sin precedentes, tanto a nivel nacional como internacional”.

Sobre ese último punto, y de una forma muy preocupante, hay indicios de que esto ya ha comenzado a realizarse. Por ejemplo, se ha informado de que Bank of America, el segundo banco más grande de EEUU y parte de la Iniciativa WEF-Carnegie y FS-ISAC, se había “comprometido de forma activa pero secreta” con las fuerzas del orden de EEUU en la búsqueda de “extremistas políticos” después de los eventos del 6 de enero en el Capitolio. Al hacerlo, Bank of America compartió información privada con el Gobierno federal sin el conocimiento o consentimiento de sus clientes, lo que llevó a los críticos a acusar al banco de “actuar efectivamente como
una agencia de inteligencia”.

Sin embargo, podría decirse que la parte más preocupante del informe es su llamamiento para unir primero el aparato de seguridad nacional y la industria financiera, y luego usar eso como modelo para hacer lo mismo con otros sectores de la economía. Si todos los sectores de la economía también se fusionaran con la seguridad nacional, inevitablemente se crearía una realidad en la que no hay parte de la vida humana diaria que no estuviera finalmente controlada por estas dos entidades que ya son muy
poderosas. Esta es una receta clara para el tecnofascismo o el tecnocomunismo a escala global. Como deja en claro este informe del WEF-Carnegie, la hoja de ruta sobre cómo cocinar tal pesadilla ya se ha trazado en coordinación con las mismas instituciones, bancos y Gobiernos que actualmente controlan el sistema financiero global.

No solo eso, sino que, como se señala en el artículo de Unlimited Hangout sobre Cyber Polygon, el Foro Económico Mundial y muchos de sus socios podrían tener un gran interés en el colapso sistémico del sistema financiero actual. Además, muchos bancos centrales han respaldado recientemente nuevos sistemas de moneda digital que solo pueden lograr una adopción masiva y rápida si el sistema existente colapsa.

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