Por Nahem Reyes – El American

Tal vez la crisis reciente que más cobertura mediática ha tenido, sin duda, me atrevo a señalar que se trata de la crisis de Venezuela. No es para menos, primero por la longevidad de la misma —casi a la par del inicio del primer Gobierno de Hugo Chávez en 1999— y; segundo por la enorme magnitud de la misma, es decir, casi 6 millones de desplazados, algo totalmente inédito no solo en América sino a escala mundial, llegando a superar la ola de migración siria.

Vale acotar, que la supuesta oposición venezolana ha estado dialogando con el régimen narco-pretoriano-neocomunista incluso en las vísperas del fatídico, sangriento e histórico 11 de abril de 2002, conocido como la “matanza de Puente Llaguno”, donde pistoleros afectos al Gobierno dispararon contra manifestantes desarmados que se dirigían al Palacio de Miraflores. Después de ello se realizó un rosario de diálogos y todos con el mismo resultado: ninguno.

Los más recientes ensayos ya bajo el Gobierno del delfín de Chávez, nos referimos al mórbido e ilegítimo presidente Nicolás Maduro Moros, han tenido lugar en República Dominicana bajo los auspicios de dos buenos camaradas socialistas: el anfitrión el entonces presidente Danilo Medina y el Rasputín del expresidente de España José Luís Rodríguez Zapatero y, luego el diálogo en Barbados, ésta última ya con la mediación de los “pazológolos”, los progresistas noruegos.

Pese a la larga lista de interminables y fracasos diálogos, nuevamente los socialistas-opositores venezolanas encabezados por el fiasco de Juan Guaidó se sentarán a negociar con los narco-usurpadores, iniciando el viernes 13 de agosto en México, bajo la mediación nuevamente de los noruegos, además del izquierdista Gobierno mexicano y un muy neutral actor, con notable tradición democrática y defensor de los derechos humanos, la Rusia de Vladimir Putin.

Realmente, surgen muchísimas interrogantes, pero aquí para facilitar el análisis proponemos las siguientes: ¿cuál es el contexto nacional e internacional sobre el cual se establece esta nueva iniciativa?, ¿cuáles son los factores diferenciadores de éste —si es que los hay— con respecto a las versiones fracasadas del pasado? y finalmente ¿en el fondo hacia donde apuntan las partes con este nuevo diálogo?

En cuanto al contexto, aguas afuera la Comunidad Internacional no posee un consenso sobre la situación y gestión de la estructural crisis de Venezuela, es decir, la OEA tiene una visión; la Casa Blanca y el Departamento de Estado tiene otra visión y finalmente, el canciller de la Unión Europea el socialista Josep Borrell también tiene su propia visión, en crudo internacionalmente está muy fragmentada la posición internacional. Aguas adentro, Venezuela hoy es un país desestructurado y profundamente fragmentado, por una parte el sector sur-occidental está controlado por las FARC y el ELN; el extremos sur-oriental —especialmente el arco minero donde se encuentran los yacimientos de oro y petróleo— están controlados por potencias extranjeras como China, Rusia e Irán y luego tenemos el área centro-norte (cordón litoral caribeño) que se subdivide a su vez entre varios grupos criminales locales.

Tal vez, los dos únicos factores que diferencia este reciente intento de diálogo, es que las sanciones unilaterales impuestas por el Gobierno de Donald Trump realmente ha afectado al narco-régimen y la vez ésta está ávido de reconocimiento internacional para poder reactivar operaciones en el mercado financiero y comercial mundial. Por la otra, la eternamente fallida y débil oposición venezolana se presentan técnicamente con las manos vacías sobre la mesa dado su significativa desconexión con la población, amén que carece de factores tangibles de presión que obliguen a los criminales a por lo menos ceder cuotas del poder central.

Finalmente, sin bien es cierto que la Fiscalía de la Corte Penal Internacional halló lugar a los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Gobierno de Nicolás Maduro, no son suficientes obligar a la horda de criminales que usurpan el Gobierno de Venezuela ni tan siquiera iniciar una transición hacia la democracia de manera pacífica. Con lo cual, este diálogo solo apuntará a dos resultados posibles: uno que una vez más Maduro decida levantarse de la mesa sin resultado alguno o; que la coalición opositora (la llamada Mesa de Unidad Democrática) logre un mínimo y mediocre acuerdo para hacerse con algunas Gobernaciones de cara a las elecciones regionales previstas para este año.

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