Por Gabriela Moreno – Panampost.com

En Cuba no hay antibióticos, analgésicos ni antihistamínicos. Tampoco hay medicamentos contra la artritis o la diabetes. Ni siquiera hay insumos para calmar la picazón que provoca la sarna. Es la escasez de siempre. Sin embargo, la llegada de la pandemia le ha impedido al régimen castrista mantener disfrazada esta gran falencia, por medio de su retórica comunista.

La narrativa “mitológica” que busca confundir, cuando no es capaz de convencer, resulta inútil frente al colapso de los hospitales, el aumento de los contagios de coronavirus -incluso entre quienes recibieron las vacunas creadas en la isla- y la ola de muertos, no solo por esta enfermedad, sino por otras afecciones crónicas y agudas, como consecuencia del cierre de distintos servicios médicos, bajo la excusa del envío de personal a “misiones en el extranjero” que le reportan ganancias a la cúpula de poder.

Esas irregularidades, desatenciones y atropellos en el sistema de salud cubano exhiben un “caos casi a perpetuidad que ha costado más muertos, traumas y tragedias familiares que los miles dejados en estos meses por el coronavirus”, aseguró CubaNet.   

El país enfrenta una catástrofe que no es imprevista, ni mucho menos responde a un agotamiento “coyuntural” de los recursos, sino es la evidencia de un “persistente y endémico fenómeno del colapso de un sistema político que no da más”, sostuvo el medio, porque  el constante llamado a “resistir” por el “socialismo” y el “liderazgo” del Partido Comunista con la promesa de tener en cualquier circunstancia salud pública con atención médica gratuita y de calidad se desvanece cuando no hay nada para negociar, ni siquiera oxígeno.

Condiciones para el estallido

Venderse como “diferentes” cuando en circunstancias difíciles —por ejemplo frente a la crisis de salud en Cuba— no se responde de modo “diferente”, sino se opta por esconder las calamidades alegando que todos los sistemas sanitarios en el mundo están igual de afectados fue el principal factor que detonó las protestas en la isla.

El régimen de Miguel Díaz-Canel y sus secuaces no puede ocultarlo. Las protestas, reprimidas por sus fuerzas de seguridad castristas, coincidieron con un alza en el número de contagiados por COVID-19 con cifras récord: 6923 nuevos casos y 47 fallecidos reportados para el 11 de julio.

Era el tercer día consecutivo que el país caribeño sobrepasaba los 6000 diagnósticos y el Ministerio de Salud Pública (Minsap) contabilizaba con ellos 44546 nuevos casos, así como 235 decesos en las dos primeras semanas del mes.

Había molestia y condiciones. El escenario persiste. El último reporte arroja 9169 nuevos casos y 65 fallecidos.  Con este registro, Cuba llega a 1190 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 15 días y se posiciona como el país con mayor incidencia del coronavirus en las Américas y uno de los cinco primeros del mundo.

Los números son “escandalosos y paradójicos” porque detrás de ellos hay una “irrefutable, palpable e inmoral dictadura cubana que invierte más en la compra de autos patrulleros y equipos antimotines que en ambulancias y respiradores; que gasta más dinero en levantar hoteles “con recursos propios” que en hospitales y en medicamentos básicos”, reveló Cubanet.

Sin interés

No hay interés para revertir el tétrico panorama que se vive en Cuba, al menos no en lo relacionado con la salud, mucho menos cuando el régimen cuenta con un sistema de clínicas exclusivas para el tratamiento especializado a extranjeros y altos dirigentes, tras convertir el confort de hoteles de lujo en hospitales con tecnología de punta, incluso asociados a paquetes de turismo de sol y playa. 

Son hoteles-hospitales con acceso solo para una la élite del poder o asociada a este.  Allí está prohibida la entrada a los cubanos “de a pie”. Hoteles que, sin ser hospitales, cuentan hasta con equipos de resonancia magnética y de rayos X mientras la población es abandonada a su suerte, a la espera de algo más que la arenga televisiva que no esconde la tragedia que visibilizan las redes sociales en establecimientos de salud como el de Holguín.

En esta provincia, los propietarios de taxis privados transportan los casos de urgencia de forma voluntaria ante la escasez de ambulancias. La provincia apenas cuenta con 57 carros y demanda unos 200 para cumplir con las necesidades de traslado. En Guantánamo, el transporte fúnebre colapsó y la única morgue de la localidad también por tener solo un crematorio.

Evadiendo responsabilidades

El castrismo insiste en apuntar al personal médico, así como a las autoridades provinciales y municipales como responsables de la situación de los hospitales. Asimismo, evita señalar que la grave carencia de medicamentos básicos y de medios de higiene obliga a los sanitarios a hacer malabares ante la exigencia de ahorrar recursos. En redes, los profesionales se defienden.

Su testimonio se une al desabastecimiento en las farmacias que obliga a los cubanos buscar la donación e intercambio, comercialización en el mercado ilegal y encargos al extranjero.

Los esfuerzos son infructuosos cuando Tania Urquiza, vicepresidente de BioCubaFarma, la empresa biotecnológica estatal, admite que «en 2021 se han ido acabando los suministros y materias primas y el promedio de faltas mensuales ha sido de 120 medicamentos”. Ella lo endosa a las sanciones financieras y comerciales impuestas por Estados Unidos pero la Organización Panamericana de la Salud, lo relaciona con la pandemia.

El Cuadro Básico de Medicamentos en Cuba lo integran 619 productos: 351 para hospitales y 268 para farmacias. De ellos, 263 (42 %) son importados y 356 (58 %) son nacionales: 350 producidos por BioCubaFarma, 5 por la industria alimentaria y 1 por el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria. De los fabricados por BioCubaFarma, un promedio de 85 estuvo «en falta» durante 2020.

A estos se suman los de importación, que tampoco han entrado al país en los últimos meses y que se usan, fundamentalmente, en la atención secundaria de salud. El ministro de Salud Pública, José Ángel Portal, reconoce que la situación con los medicamentos está «tensa» y ofrece como alternativa la producción, al igual que el uso de la medicina natural y tradicional. Una opción que pone al límite la paciencia de seis décadas de los cubanos.

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