Fuente: chinawatchinstitute.org

La primera conferencia de prensa de los talibanes tras el terremoto geopolítico en el momento de Saigón de este fin de semana, llevada a cabo por el portavoz Zabihullah Mujahid, fue en sí misma un cambio de juego.

El contraste no podría ser más marcado con aquellas incoherentes ruedas de prensa en la embajada talibán en Islamabad después del 11 de septiembre (11-S) y antes del comienzo de los bombardeos estadounidenses, lo que demuestra que se trata de un animal político totalmente nuevo.

Sin embargo, algunas cosas nunca cambian. Las traducciones al inglés siguen siendo atroces.

Aquí hay un buen resumen de las principales declaraciones de los talibanes, y aquí (en ruso) hay un resumen muy detallado.

Estos son los puntos clave

  • No hay problema para que las mujeres reciban educación hasta la universidad y sigan trabajando. Sólo tienen que llevar el hijab (como en Qatar o Irán). No es necesario que lleven burka. Los talibanes insisten en que “todos los derechos de las mujeres estarán garantizados dentro de los límites de la ley islámica”.
  • El Emirato Islámico “no amenaza a nadie” y no tratará a nadie como enemigo. Fundamentalmente, la venganza, un elemento esencial del código pashtunwali, será abandonada, y eso no tiene precedentes. Habrá una amnistía general, incluidas las personas que trabajaron para el antiguo sistema alineado con la OTAN. Los traductores, por ejemplo, no serán acosados ​​y no necesitan salir del país.
  • La seguridad de las embajadas extranjeras y las organizaciones internacionales “es una prioridad”. Las fuerzas especiales de seguridad de los talibanes protegerán tanto a los que abandonan Afganistán como a los que se quedan.
  • Se formará un gobierno islámico inclusivo fuerte. “Inclusivo” es un código para la participación de mujeres y chiítas.
  • Los medios extranjeros seguirán trabajando sin ser molestados. El gobierno talibán permitirá la crítica y el debate públicos. Pero “la libertad de expresión en Afganistán debe estar en consonancia con los valores islámicos”.
  • El Emirato Islámico de los talibanes quiere el reconocimiento de la “comunidad internacional”, código de la OTAN. La inmensa mayoría de Eurasia y el Sur Global lo reconocerá de todos modos. Es esencial señalar, por ejemplo, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en expansión (Irán está a punto de convertirse en miembro de pleno derecho, Afganistán es un observador) con la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN por sus siglas en inglés), la mayoría absoluta de Asia no evitará a los talibanes.

Para que conste, también afirmaron que los talibanes tomaron todo Afganistán en solo 11 días: eso es bastante exacto. Destacaron “muy buenas relaciones con Pakistán, Rusia y China”. Sin embargo, los talibanes no tienen aliados formales y no forman parte de ningún bloque político-militar. Definitivamente “no permitirán que Afganistán se convierta en un refugio seguro para los terroristas internacionales”. Ese es el código para el Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés), también denominado con el acrónimo Daesh (al-Dawla al-Islamiya al-Iraq al-Sham) [Estado Islámico de Irak y Levante].

Sobre la cuestión clave del opio/heroína: los talibanes prohibirán su producción. Así que, a efectos prácticos, la línea de ratas de heroína de la CIA está muerta.

Por muy llamativas que sean estas declaraciones, los talibanes ni siquiera entraron en detalles sobre los acuerdos de desarrollo económico / de infraestructuras, ya que necesitarán muchas industrias nuevas, nuevos puestos de trabajo y mejores relaciones comerciales en toda Eurasia. Eso se anunciará más adelante.

El chico ruso al que acudir

Agudos observadores estadounidenses comentaron, medio en broma, que los talibanes respondieron en una sola sesión a más preguntas reales de los medios de comunicación estadounidenses que el propio presidente desde enero.

Lo que revela esta primera conferencia de prensa es cómo los talibanes absorbieron rápidamente las lecciones esenciales de relaciones públicas y medios de Moscú y Pekín, enfatizando la armonía étnica, el papel de la mujer, el papel de la diplomacia y desactivando hábilmente en un solo movimiento toda la histeria que asola la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN por sus siglas en inglés).

El siguiente paso explosivo en las guerras de relaciones públicas será cortar la conexión letal y libre de pruebas entre los talibanes y el 11-S; después, la etiqueta de “organización terrorista” desaparecerá y los talibanes como movimiento político quedarán plenamente legitimados.

Moscú y Pekín están gestionando meticulosamente la reinserción de los talibanes en la geopolítica regional y mundial. Esto significa que, en última instancia, la OCS está escenificando por etapas todo el proceso, aplicando un consenso alcanzado tras una serie de reuniones ministeriales y de líderes, lo que llevará a una cumbre muy importante el próximo mes en Dushanbe [capital de Tayikistán].

El principal interlocutor de los talibanes es Zamir Kabulov, enviado presidencial especial de Rusia para Afganistán. En otro desmentido de la narrativa de la OTAN, Kabulov confirmó, por ejemplo, que “no vemos ninguna amenaza directa para nuestros aliados en Asia Central. No hay hechos que demuestren lo contrario”.

The Beltway se sorprenderá al saber que Zabulov también reveló, “llevamos mucho tiempo en conversaciones con los talibanes sobre las perspectivas de desarrollo después de su toma del poder y confirmaron repetidamente que no tienen ambición extraterritorial, aprendieron las lecciones de 2000″. Estos contactos se establecieron “durante los últimos 7 años”.

Zabulov reveló muchas pepitas de oro en lo que respecta a la diplomacia talibán: “Si comparamos la negociabilidad de colegas y socios, los talibanes me parecieron desde hace tiempo, mucho más negociables que el gobierno títere de Kabul. Partimos de la premisa de que los acuerdos deben aplicarse. Hasta ahora, en lo que respecta a la seguridad de la embajada y la seguridad de nuestros aliados en Asia Central, los talibanes respetaron los acuerdos”.

Fiel a su adhesión al derecho internacional, y no al “orden internacional basado en reglas”, Moscú siempre quiso hacer hincapié en la responsabilidad del Consejo de Seguridad de la ONU: “Debemos asegurarnos de que el nuevo gobierno está dispuesto a comportarse de forma condicionada, como decimos, de manera civilizada. Cuando este punto de vista sea común a todos, entonces se iniciará el procedimiento [de eliminar la calificación de los talibanes como organización terrorista]”.

Así, mientras Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN huyen de Kabul en espasmos de pánico auto-infligido, Moscú practica, la diplomacia. Zabulov indicó: “Que hayamos preparado de antemano el terreno para una conversación con el nuevo gobierno de Afganistán es una ventaja de la política exterior rusa”.

Dmitry Zhirnov, embajador de Rusia en Afganistán, está haciendo horas extras con los talibanes. Ayer se reunió con un alto funcionario de seguridad talibán y manifestó que la reunión fue “positiva y constructiva; el movimiento talibán tiene una amistosa y mejor política hacia Rusia; llegó solo en un vehículo, sin guardias”, añadió.

Tanto Moscú como Pekín no se hacen ilusiones de que Occidente ya esté desplegando tácticas de Guerra Híbrida para desacreditar y desestabilizar a un gobierno que ni siquiera se formó y que ni siquiera comenzó a funcionar. No es de extrañar que los medios de comunicación chinos describan a Washington como un “pícaro estratégico”.

Lo que importa es que Rusia y China están muy por delante, cultivando vías internas paralelas de diálogo diplomático con los talibanes. Siempre es crucial recordar que Rusia alberga 20 millones de musulmanes, y China al menos 35 millones. Éstos serán llamados a apoyar el inmenso proyecto de reconstrucción afgana, y la plena reintegración de Eurasia.

os chinos lo vieron venir

El ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, lo vio venir hace semanas. Y eso explica la reunión en Tianjin a finales de julio, en la que recibió a una delegación talibán de alto nivel, encabezada por Mullah Baradar, que les confirió de facto una legitimidad política total. Pekín ya sabía que el momento de Saigón era inevitable. De ahí la declaración en la que subraya que China espera “desempeñar un papel importante en el proceso de reconciliación pacífica y reconstrucción de Afganistán”.

Lo que esto significa en la práctica es que China será un socio de Afganistán en materia de inversión en infraestructuras, a través de Pakistán, incorporándolo a un Corredor Económico China-Pakistán (CPEC por sus siglas en inglés) ampliado y destinado a diversificar los canales de conectividad con Asia Central. El corredor de la Nueva Ruta de la Seda desde Xinjiang hasta el puerto de Gwadar en el Mar Arábigo se ramificará: la primera ilustración gráfica es la construcción china de la ultra-estratégica autopista Peshawar-Kabul.

Los chinos también están construyendo una carretera importante a través del espectacular y geológico corredor desértico de Wakhan desde el oeste de Xinjiang hasta la provincia de Badakhshan, que por cierto, ahora está bajo el control total de los talibanes.

La compensación es bastante sencilla: los talibanes no deberían permitir ningún refugio seguro para el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (ETIM por sus siglas en inglés) ni ninguna interferencia en Xinjiang.

La combinación global de comercio y seguridad parece un triunfo certificado. Y ni siquiera estamos hablando de futuros acuerdos que permitan a China explotar la inmensa riqueza mineral de Afganistán.

Una vez más, el panorama general se lee como la doble hélice Rusia-China, conectada a todos los “stans” así como a Pakistán, dibujando un plan de juego/hoja de ruta integral para Afganistán. En sus múltiples contactos con rusos y chinos, los talibanes parece que entendieron totalmente cómo sacar provecho de su papel en el Nuevo Gran Juego.

Los chinos lo vieron venir

El ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, lo vio venir hace semanas. Y eso explica la reunión en Tianjin a finales de julio, en la que recibió a una delegación talibán de alto nivel, encabezada por Mullah Baradar, que les confirió de facto una legitimidad política total. Pekín ya sabía que el momento de Saigón era inevitable. De ahí la declaración en la que subraya que China espera “desempeñar un papel importante en el proceso de reconciliación pacífica y reconstrucción de Afganistán”.

Lo que esto significa en la práctica es que China será un socio de Afganistán en materia de inversión en infraestructuras, a través de Pakistán, incorporándolo a un Corredor Económico China-Pakistán (CPEC por sus siglas en inglés) ampliado y destinado a diversificar los canales de conectividad con Asia Central. El corredor de la Nueva Ruta de la Seda desde Xinjiang hasta el puerto de Gwadar en el Mar Arábigo se ramificará: la primera ilustración gráfica es la construcción china de la ultra-estratégica autopista Peshawar-Kabul.

Los chinos también están construyendo una carretera importante a través del espectacular y geológico corredor desértico de Wakhan desde el oeste de Xinjiang hasta la provincia de Badakhshan, que por cierto, ahora está bajo el control total de los talibanes.

La compensación es bastante sencilla: los talibanes no deberían permitir ningún refugio seguro para el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (ETIM por sus siglas en inglés) ni ninguna interferencia en Xinjiang.

La combinación global de comercio y seguridad parece un triunfo certificado. Y ni siquiera estamos hablando de futuros acuerdos que permitan a China explotar la inmensa riqueza mineral de Afganistán.

Una vez más, el panorama general se lee como la doble hélice Rusia-China, conectada a todos los “stans” así como a Pakistán, dibujando un plan de juego/hoja de ruta integral para Afganistán. En sus múltiples contactos con rusos y chinos, los talibanes parece que entendieron totalmente cómo sacar provecho de su papel en el Nuevo Gran Juego.

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