Por Carlos Esteban – gaceta.es
Es un secreto a voces que Joe Biden no fue elegido para durar. Los comentaristas estaban divididos sobre los plazos, si abandonaría la Casa Blanca a mitad de mandato o quizá algo antes o un poco después, dejando el poder en manos de su vicepresidente, la inelegible Kamala Harris. Pero los acontecimientos se precipitan y cada vez parece más probable que el presunto presidente deje el cargo mucho antes de lo pensado.
A la prensa adicta -a la prensa, en fin- le resulta cada vez más difícil fingir que los erráticos balbuceos de Joe son perfectamente inteligibles, y se entendía que todo ese teatrillo era una carrera contra el tiempo, hasta que toda la farmacopea y todos los pinganillos fuera incapaces de disimular la inevitable decadencia neurológica.
Pero el absoluto desastre afgano parece haber acelerado los tiempos, y Joe debe ir preparando las maletas. Curioso, los rivales de Trump hicieron todo lo imaginable para que el neoyorquino no terminara su único mandato, y ahora parece que será su sucesor quien no complete el suyo.
Se ha hecho todo lo que se ha podido. En contraste con el peleón Trump, Biden apenas hizo campaña y, ya en la presidencia, ha limitado su contacto con los periodistas más allá de lo que se considera el mínimo exigible en un presidente democrático, evitando preguntas y reduciendo el tiempo de sus comparecencias. Y eso, desde el primer momento. Recién elegido, Biden batió el récord de incomparecencia ante la prensa por primera vez tras la investidura. Incluso su secretaria de Prensa, Jen Psaki, le ha pedido que no acepte preguntas de los periodistas, algo que hubiera provocado una revuelta entre los periodistas con cualquier otro presidente.
Y entonces llegó la caótica retirada de Afganistán, y por primer vez en estos siete meses los comentaristas se han mostrado prácticamente unánimes sobre la incompetencia presidencial en la gestión de la retirada militar. Hasta la CNN se vio obligada a admitir que “la debacle de la derrota de Estados Unidos y la caótica retirada en Afganistán es un desastre político para Joe Biden, cuya incapacidad para orquestar una salida urgente y ordenada conmocionará una presidencia ya plagada por crisis y manchará su legado”.
Más importante, el público norteamericano no cree que Biden esté capacitado para el cargo, según una reciente encuesta de la demoscópica Rasmussen. Una mayoría de votantes no cree que el presidente esté mental y físicamente capacitado para cumplir su misión y sospecha que la Casa Blanca está en realidad controlada por otros.
La encuesta de Rasmussen revela que solo el 39% de votantes cree que Biden sea el responsable de la política que se le atribuye, frente al 47% que pensaba eso mismo en mazo. Una mayoría, el 51%, afirma ahora que otros están tomando las decisiones por él tras las bambalinas, mientras que hay un 10% que no está seguro.