Por Emmanuel Alejandro Rondón – elamerican.com
No tenemos ninguna indicación de que no hayan podido entrar en Kabul por el aeropuerto. Hasta ahora hemos llegado a un acuerdo con los talibanes, que les han permitido pasar», dijo el presidente Joe Biden el pasado viernes, 20 de agosto, haciendo referencia a que los americanos podían llegar de forma más o menos tranquila al aeropuerto internacional de Kabul. Probablemente, Susannah George, reportera del Washington Post, no está muy de acuerdo con el presidente.
George escribió una crónica de cómo logró escapar de Kabul. La historia tiene muchos detalles: autos blindados, valientes tropas británicas que la ayudaron a salir, seguridad privada y, por supuesto un poco de suerte. El resumen es claro: es muy difícil salir de Afganistán, incluso siendo americano.
Susannah George, reportera del Washington Post: «Llegar al aeropuerto sería lo más difícil»
Dos días después de la caída de Kabul, Susannah George y su grupo —conformado por varios colegas periodistas y sus familias— tenían una oportunidad para salir de Afganistán: un avión desde Kabul hacia Qatar que tenía previsto salir en unas cuantas horas. El problema era pasar esa entrada del aeropuerto controlado por los talibanes.
«La seguridad en torno al aeropuerto se desmoronaba y el futuro de mis colegas afganos era cada vez más incierto. Habían recibido amenazas de los talibanes en el pasado, y ambos tienen familias jóvenes por las que temen más», señaló George. «Llegar al aeropuerto sería lo más difícil, y fue algo que decidimos que teníamos que hacer juntos».
Según el relato, el grupo tenía ya 48 horas sin verse y se encontraron en las afueras del aeropuerto. Allí les tocó «correr hacia el lado militar del aeropuerto, una parte de la ciudad que se está convirtiendo rápidamente en la más peligrosa».
«La noche anterior», es decir un día después de la toma de Kabul, «los combatientes talibanes habían asaltado a una multitud que esperaba fuera de la terminal, golpeando a hombres, mujeres y niños que intentaban huir del país. Por la mañana, los militantes habían establecido puestos de control y desplegado docenas de combatientes para bloquear las carreteras que llevan al aeropuerto. Uno de esos puestos de control se encontraba a unos pocos cientos de metros del complejo en el que me encontraba».
La situación era difícil porque no sabían cómo iban a pasar los puntos de control, además, uno de los hombres del grupo, el periodista del WaPo Aziz Tassal, vivió varias escenas violentas en una de las entradas principales del aeropuerto, Abbey gate. «¿Por qué quieren abandonar el país? ¿Qué son, traidores?», eran algunos de los gritos que los militantes talibanes hacían a una multitud que se posicionaba en dicha entrada, según el periodista. Las personas que intentaron acercarse a la barrera fueron golpeadas.
Tassal, de hecho, dijo a George que él y su hija fueron agredidos por los talibanes «mientras esperaban en el lado civil del aeropuerto un vuelo que nunca se materializó». Así que sabían a qué podían enfrentarse al intentar pasar la Abbey gate.
Según George, «Los editores del Washington Post habían reservado asientos para los empleados y sus familias en un vuelo chárter que saldría en unas horas, pero para llegar al vuelo había que entrar por esa misma puerta». Entonces, allí la cuestión: pues las «posibilidades de atravesar la puerta de embarque sin problemas y llegar al avión eran escasas. Pero las multitudes en el aeropuerto crecían día a día, y los talibanes eran cada vez más brutales. Decidimos que valía la pena intentarlo».
El grupo era más o menos numeroso, pues llevaban ocho niños, todos pequeños, y uno era un bebé que ni siquiera había cumplido su primer año. Eran, en total, 13 personas. Para evitar que les sucediera lo mismo que a Tassal y su hija, Georga explica que pensó que permanecía «con el grupo —el único empleado del Post que quedaba en el país con pasaporte americano— tendríamos más posibilidades de entrar en la base. Y si alquilábamos coches blindados, estaríamos parcialmente protegidos de un ataque si se abría una brecha en la carretera».
Aun teniendo la posibilidad de alquilar autos blindados y seguridad privada, no era nada sencillo entrar al aeropuerto ni mucho menos, pues en las afueras del aeropuerto llegó una «oleada de pasajeros esperanzados (…) provocada por las noticias de que el gobierno de Biden estaba intensificando los planes de evacuación después de que la seguridad en torno al aeropuerto comenzara a colapsar».
«No había ningún sistema para llevar a la gente de forma segura al interior del aeropuerto», explicó George, quien recalcó que «una de las últimas advertencias de la Embajada de Estados Unidos aconsejaba a los ciudadanos americanos que quisieran salir que se dirigieran al lado militar del aeropuerto, pero también decía: “EL GOBIERNO DE ESTADOS UNIDOS NO PUEDE GARANTIZAR UN PASO SEGURO AL AEROPUERTO INTERNACIONAL HAMID KARZAI”».
Justo en ese momento, al grupo de la periodista del Washington Post le vino un golpe de suerte: las tropas británicas debían escoltar una evacuación.
Las tropas británicas y la fortuna del grupo
Justo en el recinto donde estaban George y su grupo, que estaba a unos cientos de metros del aeropuerto, las tropas británicas habían llegado listas para llevar a otro grupo más numeroso dentro de las instalaciones.
«Fue una coincidencia, pero creó una pequeña ventana de oportunidad para que todos nosotros pudiéramos entrar juntos en los muros del aeropuerto», explicó la periodista. «Pregunté al oficial británico principal sobre la seguridad de la carretera, y me mostró lo que estaba bloqueado por los talibanes. Tassal me envió su ubicación en un mensaje de WhatsApp y comparamos mapas: estaba a pocos metros del perímetro que los soldados habían establecido».
Ese perímetro era la única oportunidad que el grupo tenía para pasar de forma segura al aeropuerto y solo tenían un par de horas para lograrlo, porque una vez terminara la evacuación, la zona estaría de nuevo dominada por los talibanes.
El grupo se reunió y se montó en «dos coches blindados alquilados conducidos por guardias de seguridad privados y comenzó el corto viaje hasta la puerta. Pasamos por un cementerio de vehículos semidestruidos y decenas de familias desesperadas retenidas por hileras de alambre de espino. Los conductores dijeron que los combatientes talibanes habían atacado un convoy que intentaba llegar a esta puerta la noche anterior. Uno de los coches parecía haber sido alcanzado por una granada propulsada por cohete, rompiendo una ventana de grueso cristal antibalas», relató George.
En una entrevista a MSNBC, George declaró que «La única razón por la que pude llegar al aeropuerto con mi equipo fue porque había una gran evacuación británica en marcha… y también porque estaba con mi equipo».
«El peligro de ir al aeropuerto es increíblemente alto en este momento», remarcó.
Finalmente, George y su equipo llegaron a un terminal improvisado, no sin antes negociar con los soldados americanos que se vieron sorprendidos de que un auto blindado llegara hasta una puerta cuando se suponía que el tráfico estaba restringido por los ingleses.
«Dentro de la base militar controlada por Estados Unidos, todos suspiramos de alivio con sonrisas nerviosas. Parecía que la parte más difícil del viaje había terminado, pero habíamos empezado a oír rumores de que ningún avión chárter aterrizaría ese día. Reprimí una oleada de ansiedad y miedo de que, después de haber conseguido llegar hasta aquí, simplemente se nos devolviera a una situación aún más peligrosa. El humo había empezado a ondear en el cielo sobre el puesto de control talibán que teníamos detrás», siguió relatando George en su artículo.
Afortunadamente para su grupo, un oficial americano que coordinaba los vuelos se apiadó de que no hubiera vuelos chárteres para salir de Afganistán, pero sí vuelos militares para llegar hasta Qatar. «¿Cuántos son? ¿Necesitan ir a Qatar? Puedo conseguirles un vuelo militar», le dijo el miliar a la reportera del Washington Post.
En una hora, los 13 estaban en un avión C-17 rumbo a Doha junto a unas 300 personas, en su mayoría afganos, explicó George.
La historia terminó con un final feliz, los dos empleados del Washington Post que acompañaban a George, junto a sus familias, llegarán a Estados Unidos.
«Los dos empleados del Washington Post y sus familias fueron embarcados en un avión y no se les comunicó su destino hasta que despegaron. No está claro cuál será el siguiente paso para ellos en Estados Unidos. Probablemente será otro periodo de tramitación y luego quizá la fase más difícil: empezar de nuevo sus vidas».
La historia de George es emblemática porque pone de manifiesto lo difícil que es salir de Kabul y deja en jaque a las declaraciones del presidente Biden. No importa si eres periodista o americano, si no tienes un poco de suerte, muy difícilmente pases sin problemas la entrada del aeropuerto. Y hay que poner las cosas en perspectiva: esa historia corresponde a apenas dos días de que los talibanes tomaran la ciudad, la situación hoy puede ser mucho peor, a tan solo una semana que venza el ultimátum dado por los talibanes a Estados Unidos para que haga todas las evacuaciones.
«Debido a las posibles amenazas a la seguridad fuera de las puertas del aeropuerto de Kabul, estamos aconsejando a los ciudadanos americanos que eviten viajar al aeropuerto y que eviten las puertas del aeropuerto en este momento, a menos que reciban instrucciones individuales de un representante del gobierno de Estados Unidos para hacerlo», reza un comunicado de la embajada de Estados Unidos en Kabul del pasado 21 de agosto.