Por Oriana Rivas – Panam Post
El mundo seguirá con la duda sobre el origen del coronavirus. Al menos en el corto plazo. Primero, por la negativa de China a permitir más investigaciones; y segundo, porque el informe que había pedido el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a agencias de inteligencia, resultó no ser concluyente. Por lo tanto, sigue sin conocerse de dónde salió el virus que ha cobrado más de 4 millones de vidas.
Poco sirvió la capacidad de las agencias de inteligencia o las posibles nuevas pistas para que EE. UU. se acercara «a una conclusión definitiva», tal como lo exigió el mandatario en mayo pasado. Según fuentes anónimas relacionadas con el tema que declararon a The Washington Post, no hubo consenso entre los expertos. El documento sigue teniendo carácter confidencial y pudiera hacerse público en los próximos días.
Era un resultado previsible si se toman como referencia las declaraciones ofrecidas en junio pasado por Avril Haines, directora de Inteligencia Nacional. «Es un desafío hacer eso», indicó en entrevista con Yahoo News. «Podría suceder, pero puede que no». A esta lamentable declaración se suma la denuncia de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que indica que las investigaciones «se están estacando».
“La ventana de oportunidad para llevar a cabo esta investigación crucial se está cerrando rápidamente: cualquier retraso hará que algunos de los estudios sean biológicamente imposibles”.
Entender el origen del COVID-19 ayudaría a la comunidad científica a contrarrestarlo de una manera más efectiva y evitar futuras pandemias. De ahí que exista tanto interés en descubrirlo. Sin embargo, el camino parece haberse complicado con los obstáculos puestos por China, al prohibir que los expertos viajen otras vez a ese país para seguir investigando.
La deficiente inteligencia de Washington
Puede que la comunidad de inteligencia estadounidense «no esté necesariamente mejor equipada para resolver este problema», declaró otro funcionario. Si bien puede existir capacidad para identificar enemigos extranjeros, aún queda mucho por hacer en materia de datos en salud global. Biden lo sabía. En julio pidió a la Oficina del Director de Inteligencia Nacional «aumentar las filas con personas con una capacidad científica significativa en relación con los patógenos».
Una carta firmada por renombrados científicos norteamericanos fue el punto de inflexión para que el mandatario pidiera la investigación. La teoría que había defendido por primera vez el expresidente Donald Trump cobraba fuerzas cuando estos reconocieron que era necesario investigar más a fondo. «Las teorías de la liberación accidental de un laboratorio y el derrame zoonótico siguen siendo viables», afirmaron.
Por lo tanto, ha habido mucha presión para hallar el origen del COVID-19. Congresistas, senadores y la opinión pública han exigido una posición firme de parte de EE. UU. y de la OMS. Más aún porque el primer informe, producto de la visita hecha a Wuhan en febrero, tampoco arrojó resultados. El propósito de esa investigación de campo no era «investigar a China» sino obtener lecciones para el futuro, dijo el director de Emergencias Sanitarias de la OMS, Mike Ryan.
No hay que olvidar la revelación de The Wall Street Journal sobre tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan que se enfermaron en noviembre de 2019 con síntomas similares al COVID-19. La incógnita sigue vigente, no se sabe si el virus saltó de una animal a un humano o si fue producto de una fuga de laboratorio.
Cero avances y muchas dudas
Gobiernos de todo el mundo se están manejando con cautela a la vez que levantan algunas restricciones a los ciudadanos. La variante Delta se está propagando con mayor velocidad mientras en paralelo avanzan las jornadas de vacunación. Los científicos que denuncian esta paralización de las investigaciones explicaron que los anticuerpos disminuyen, por lo que la recogida de más muestras y la realización de pruebas —a los animales o a los manipuladores de estos que podrían haber estado expuestos antes de diciembre de 2019— darán resultados decrecientes, indicó la agencia EFE.
China mantiene su posición de no hacerse responsable. El régimen comunista solo dijo que es una “pena” que la búsqueda del origen del COVID-19 se haya estancado y nuevamente acusó a EE. UU. de “exagerar la teoría de la fuga del laboratorio”. Esta actitud es típica de la nación asiática, que difundió teorías sin fundamento para lavarse las manos y hasta inventó a un científico suizo para manipular la narrativa sobre el origen del virus y culpar a EE. UU. Así que el tema está en un punto muerto. Sin avances, con las mismas dudas de hace año y medio y sin posibilidad de nuevas investigaciones.