Fuente: Trikooba.com

Resulta que el problema era más profundo de lo que pensaba. El líquido que había drenado de su fosa nasal derecha durante nueve meses seguidos no era moco. En realidad, era líquido cefalorraquídeo (LCR), el líquido que ayuda a amortiguar el cerebro y la médula espinal dentro del cráneo. El líquido estaba saliéndose debido una lesión causada por una prueba de frotis nasal para COVID-19.

El hombre se hizo la prueba con un hisopo nasal en marzo de 2020. Su prueba resultó negativa y simplemente asumió que tenía alergias graves cuando su fosa nasal derecha comenzó a gotear poco después. No fue hasta diciembre que decidió que un médico lo revisara, y después de escanear la cabeza del hombre, el médico descubrió que la prueba de COVID había dañado su placa cribiforme, un hueso que separa la nariz del cerebro.

Las fugas de LCR tras una PCR no son desconocidas, ya que hay otros casos en el mundo donde esto mismo le ha pasado a otras personas, e incluso en Arabia Saudita se supo en julio de 2020 sobre el trágico fallecimiento de un niño cuando una de estas pruebas se rompió en su nariz.

En Alemania se sabe que varios jueces se niegan a hacerse las pruebas reconociendo que es un proceso donde la persona que la realiza ha de estar preparada para hacerla adecuadamente y, en la actualidad, los hisopados los está realizando prácticamente cualquiera con un disfraz de COVID (mascarilla, epi, pantalla, guantes, …).

Como señala Live Science, y advirtió en marzo la Academia Nacional de Medicina francesa, las fugas de LCR hacen que las personas sean más susceptibles a infecciones cerebrales peligrosas como la meningitis, ya que el sistema nervioso central está más expuesto.

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