Por Andrés Vacca – BLes.com
La historia de María Cristina Cella Mocellin recorrió y conmovió al mundo. Durante los años noventa fue diagnosticada con cáncer al poco tiempo de enterarse que estaba embarazada. Pero sus valores y convicciones la llevaron a rechazar el aborto de su hijo y los tratamientos de cáncer, priorizando la salud del bebé por nacer a pesar que estaba poniendo en peligro su propia vida.
Mocellin, creció en una parroquia de Milán, Italia, dónde se nutrió de fuertes valores cristianos y se desempeñó como catequista y líder juvenil, según narra el diario italiano La Stampa.
Durante mucho tiempo consideró fuertemente entregarse a la vida religiosa y desarrollarse como monja. “Señor, muéstrame el camino: no importa si me quieres como madre o como monja, lo que realmente importa es que siempre hago tu voluntad”, escribió en su diario espiritual en 1985.
Pero a sus 16 años conoció a Carlo Moccellin con quién se casó en 1991 al terminar su educación secundaria. Luego los médicos descubrieron un sarcoma en su pierna izquierda, aunque fue tratada con éxito y no le impidió cumplir el sueño de formar una familia con Moccellin con quien tuvo dos hijos, Francesco y Lucía.
La jóven pareja esperaba un tercer hijo, Ricardo, cuando se enteraron de que su cáncer había regresado. Pero, según escribió en sus diarios, cuando se enteró lo primero que pensó fue en el hijo que llevaba en su vientre y no en su salud.
Tal fue la preocupación por Riccardo que rechazó de inmediato todos los tratamientos de quimioterapia destinados a eliminar el cáncer, y cualquier tipo de ofrecimiento para abortar a su bebé.
Así es que decidió esperar al nacimiento de Riccardo en 1994 para comenzar a tratarse nuevamente. Mientras tanto el cáncer continuó avanzando y llegó incluso a sus pulmones, generando un sufrimiento extremo en su cuerpo.
A pesar del padecimiento físico y emocional que tuvo que enfrentar María Cristina, nunca perdió su fe en Dios. “Creo que Dios no permitiría el dolor si no quisiera obtener un bien secreto y misterioso pero real”, escribió . “Creo que algún día entenderé el significado de mi sufrimiento y agradeceré a Dios por ello”.
El 22 de octubre de 1995 María Cristina falleció con apenas 26 años de edad. Pero su historia de valentía y fe permanece intacta gracias a su familia y muchas personas que se sintieron inspiradas por ella y crearon una organización llamada Associazione Amici di Cristina (Asociación Amigos de Cristina), que lleva a cabo diversas acciones promoviendo la dignidad de la vida humana.
Un mes antes de morir, María Cristina escribió una carta a su hijo Ricardo en la que además de expresar todo su amor de madre, destaca el aprecio por su propia vida y valor por la vida humana.
“Querido Riccardo, debes saber que no estás en el mundo por casualidad”, comienza diciendo la carta. “El Señor quería tu nacimiento a pesar de todos los problemas que había…cuando nos enteramos de ti, te amamos y te deseamos con todo nuestro corazón”.
“Fue esa noche, en el coche de regreso del hospital, cuando te mudaste por primera vez. Parecía como si estuvieras diciendo: ‘¡Gracias mamá por amarme!’ ¿Y cómo no podríamos amarte? ella añadió. “Eres precioso, y cuando te miro y te veo tan hermoso, vivaz, amigable, creo que no hay sufrimiento en el mundo que no valga la pena soportar”.
El año en que murió, escribió otra carta en la que se puede leer: “Aunque mi salud es precaria … ¡SOY FELIZ!” Concluyó: “Me da vergüenza pedirle al Señor cualquier otra cosa, para nosotros el milagro ya está ahí: si Él nos ama y nos amamos, nada más importa”.
Las parroquias de Carpané y Valstagna, donde aún vive la familia Mocellin, están bajo la jurisdicción de la diócesis de Padua, que inició la causa de beatificación de Cristina y está a punto de ser examinada por la Congregación para las Causas de los Santos en Roma.