Traducido de LifeSiteNews.com por TierraPura.org

El sistema de pasaporte de vacunas de Nueva York no reconoce la inmunidad natural de Jair Bolsonaro.

Un dignatario extranjero de visita en Estados Unidos tuvo un recibimiento poco hospitalario en la Gran Manzana esta semana, como muestra una foto del presidente brasileño Jair Bolsonaro comiendo una porción de pizza en una acera de Nueva York porque las normas de vacunación de la ciudad le prohibían la entrada.

Bolsonaro se encontraba en Estados Unidos para asistir a una reunión de la Asamblea General de la ONU, informa el Daily Mail. Una foto viral lo muestra a él y a su equipo disfrutando de una comida informal al aire libre debido a su falta de pasaporte de vacunas, tal y como exigen las normas del alcalde demócrata Bill de Blasio para los establecimientos cerrados, como los restaurantes.

Aunque su situación oficial es confidencial, Bolsonaro dice que no está vacunado contra el COVID-19. Contrajo el virus el año pasado, describiéndolo como una “pequeña gripe” y citando su experiencia por la suavidad de sus síntomas. Un conjunto de investigaciones indica que la inmunidad posterior a la infección es, en realidad, más protectora contra la reinfección que la inmunidad que brindaría la vacuna, lo que los defensores de la vacuna intentan compensar promoviendo las vacunas de refuerzo a intervalos más cortos.

Sin embargo, las políticas estadounidenses de “pasaporte de vacunación” tienden a no reconocer la inmunidad natural como una alternativa a la inoculación.

El lunes, Bolsonaro se rió y dijo “yo no” cuando el primer ministro británico, Boris Johnson, le animó a ponerse la vacuna COVID de AstraZeneca. Un miembro de la delegación de Bolsonaro, que llegó una semana antes que el presidente, dio positivo en la prueba de COVID-19 y fue puesto en cuarentena en un hotel de Nueva York.

La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, dijo el viernes que la administración de Biden estaba “preocupada por el hecho de que el evento de la ONU sea un evento de super difusión, y tenemos que tomar medidas de seguridad para los que participan”.

En todo el mundo, muchos siguen albergando la preocupación de que las vacunas COVID no se hayan estudiado lo suficiente para detectar efectos negativos, dados sus acelerados ensayos clínicos. Los defensores de la vacuna señalan que el periodo de desarrollo de un año no partía de cero, sino que se basaba en años de investigación previa sobre la tecnología del ARNm; y que una de las innovaciones de la “Operación Warp Speed” era llevar a cabo varios aspectos del proceso de desarrollo de forma concurrente en lugar de secuencial, eliminando los retrasos no relacionados con la seguridad. Sin embargo, estos factores no explican del todo la condensación de las fases de los ensayos clínicos, cada una de las cuales puede durar entre 1 y 3 años por sí sola, a solo tres meses cada una. 

Aunque los casos de daños graves notificados a VAERS tras recibir vacunas COVID representan menos del 1% del total de dosis administradas en Estados Unidos, un informe de 2010 presentado a la Agencia para la Investigación y la Calidad de la Atención Sanitaria (AHRQ) del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) de Estados Unidos advertía de que VAERS captaba “menos del 1% de los efectos adversos de las vacunas”. Sobre el problema de la declaración, el sitio web de VAERS dice simplemente que “es más probable que se notifiquen los acontecimientos médicos más graves e inesperados que los de menor importancia”.

En mayo, NBC News publicó un informe en el que se reconocía la preocupación de los expertos por las “lagunas” en la supervisión federal de las vacunas COVID. Aunque el gobierno se basa actualmente en una “mezcolanza” de fuentes para obtener datos de seguridad, explicaba el informe, los expertos citados piden un “sistema de vigilancia ‘activa’ más sólido que pueda buscar en grandes volúmenes de registros de atención al paciente para comparar las tasas de acontecimientos adversos en las personas que recibieron las vacunas con las que no las recibieron”.

Estas preocupaciones se intensificaron el lunes por un informe de Project Veritas que muestra a personas de dentro del Phoenix Indian Medical Center, una instalación federal, hablando con franqueza sobre las graves complicaciones médicas que han visto después de la vacunación COVID y que no están siendo reportadas. Reconocer los peligros potenciales de las vacunas COVID socavaría gravemente la fuerte inversión de la administración Biden en la idea de que las vacunas son la clave para acabar con la pandemia.

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