Por Álvaro Colombres Garmendia – BLes.com
El profesor Russell Strong médico de trasplantes de órganos reconocido a nivel internacional, advirtió a las instituciones médicas de Occidente que deben prohibir la entrada y entrenamiento de cirujanos chinos, quienes una vez que adquieren el conocimiento, vuelven a China para participar en la sustracción forzada de órganos a personas vivas la cual se lleva a cabo bajo la supervisión y con la participación del aparato estatal chino, reportó Daily Mail.
El Dr. Russell Strong fue uno de los pioneros en el área de los trasplantes y ya por 1980 estableció un programa de trasplantes de órganos en el hospital Princesa Alexandra de Brisbane, Australia, su país natal.
El médico realizó el primer trasplante exitoso de hígado en 1985 y dice que le llegaron cientos de solicitudes de médicos chinos que querían entrenarse con él.
Pero el Dr. Strong había escuchado rumores de que el Partido Comunista Chino utilizaba los prisioneros sentenciados a muerte y disidentes políticos como un banco de órganos para ‘practicar’ la sustracción y el posterior trasplante.
“Me negué a formarlos a menos que tuviera un documento firmado por su institución de que no volverían a utilizar a los presos ejecutados como donantes de órganos”, dijo el profesor Strong. “Nunca recibí una respuesta, así que me negué a aceptarlos”.
El Dr. Strong fue nombrado Compañero de la Orden de Australia, Compañero de la Orden de San Miguel y San Jorge y nombrado caballero en Malasia, en aquel entonces su coraje fue recibido con hostilidad por parte de otros profesionales de la medicina que lo acusaron de racista.
Pero el profesor niega que haya tenido algo que ver con la raza, y asegura que entrenó a muchos chinos australianos, de Singapur y de Hong Kong, como también de otras partes del mundo.
“Simplemente pensé que utilizar a los presos como donantes de órganos era totalmente inmoral”, expresó el médico.
Según informes estadísticos colectados por organizaciones independientes y abogados de derechos humanos, China realiza entre 60 y 100 mil trasplantes por año.
Al momento de que los informes y activistas alrededor del mundo comenzaron a denunciar que Beijing estaba ‘carneando’ a personas vivas para vender sus órganos, China no tenía un sistema de donación de órganos y por ende el régimen chino no tenía cómo justificar la fuente de sus trasplantes.
Más tarde, y en respuesta a la presión internacional, el PCCh dijo que los órganos provenían de los prisioneros sentenciados a muerte, pero con solo mil ejecuciones al año, los números no cerraban.
China luego creó un registro de donantes de órganos voluntarios en 2012, pero la cantidad de personas que se anotan siguen sin poder cubrir ni una pequeña parte de los trasplantes de todo el país.
Sumado a eso, avisos en los sitios web anunciaban un tiempo de espera de entre dos y cuatro semanas para conseguir un órgano ‘compatible’, un tiempo de espera que solo se podría explicar cuando se sabe por adelantado el tipo de sangre y tejido de miles de personas.
“Los hospitales y las universidades deberían dejar de recibir y formar a cualquier cirujano de China, no sólo para trasplantes, a cualquier cirujano porque los médicos chinos saben lo que está pasando y en cierto modo están encubriendo todo esto”, instó el Dr. Strong.
El PCCh ha negado reiteradamente que utilice a personas vivas para sustraer sus órganos pero los reportes y personas que sobrevivieron a la persecución del PCCh y que han sido albergadas en el exterior han dado sus testimonios.
Entre los grupos religiosos y minorías perseguidas en China y víctimas de esta atrocidad se encuentran los practicantes de Falun Dafa, los uigures musulmanes de la provincia de Xinjiang, tibetanos y cristianos de las casas.
A pesar de la escala y lo escalofriante de los crímenes cometidos por el régimen comunista chino, el tópico ha recibido poca cobertura en los medios principales, muchos de los cuales suelen recibir algún tipo de financiación del PCCh.
“Creo que los principales medios de comunicación no han informado de las atrocidades que están ocurriendo y no han conectado a la gente del mundo libre con las víctimas de la sustracción forzada de órganos en China”, reflexionó el profesor australiano.
La realidad supera a la ficción
El tópico de la sustracción de órganos fue noticia en los últimos días debido a que parte de la trama de una serie que se hizo famosa en poco tiempo, incluye la sustracción forzada de órganos.
Se trata del Juego del Calamar, una serie de Netflix donde personas pobres o endeudadas aceptan participar de un juego en el que los que fallan en seguir las reglas son asesinados en el lugar. A quienes ganan se les promete millones de dólares en premio.
Parte del esquema del juego es que cuando las personas que fallan en seguir las reglas o pierden, y son asesinadas, hay un grupo de personas que sustraen los órganos de aquellas personas para supuestamente vender para trasplantes.
En el caso de la sustracción forzada de órganos en China, según algunos cirujanos que se han arrepentido y revelado lo que hacían en China, las personas están plenamente vivas y conscientes a la hora de sustraerles los órganos y mueren en el proceso.
Estas personas no son criminales, tampoco deben dinero a nadie. La mayoría son inocentes y su único ‘crimen’ fue creer en Dios.