Por Carlos Esteban – gaceta.es

El presidente supuestamente más votado de la historia de Estados Unidos, Joe Biden, ha logrado otro paradójico reto: una abrumadora mayoría de sus conciudadanos, un 71%, cree que el país avanza en la dirección equivocada. Y aún le queda para acabar su primer año de mandato.

Debió de ser un mal trago para Chuck Todd, presentador de la NBC, iniciar una nueva sección de ‘Meet the Press’, en la NBC, con la noticia de que el 71% de los consultados en una nueva encuesta opina que el país avanza en una mala dirección. «Tenemos una nueva encuesta NBC esta mañana con algunas noticias espantosas para los demócratas», abría su parlamento Todd.

«El mensaje global es que los americanos han perdido confianza en el presidente Joe Biden y su optimismo por el futuro del país. Al menos, ahora mismo. Solo un 22% de los adultos dicen que avanzamos en la buena dirección. Un sorprendente 71% opina que vamos por el camino equivocado, y eso incluye una cuasi mayoría de demócratas que lo ve así».

Bueno, Todd, desde aquí no nos parece tan, tan sorprendente. Incluso si uno está dispuesto a creer que las elecciones que auparon a Biden (a partir de las 4 de la madrugada del recuento, después de una misteriosa pausa) fueron limpias como una patena, el estreno del presidente no ha podido ser más penoso.

Mientras se presentaba como el ‘candidato de la unidad’, abrió fuego declarando que su prioridad en seguridad era el ‘enemigo’ interior, el ‘supremacismo blanco’, que todo el mundo supo leer inmediatamente como ‘los votantes de Trump’, como se ha demostrado fehacientemente. La mitificación del ‘asalto’ al Capitolio, comparado con ventaja con Pearl Harbor y el 11-S, empieza a romperse por las costuras a medida que avanza el caso judicial, se filtran los vídeos y se conoce el elevado número de agentes del FBI que participaron en él animando a los manifestantes a la violencia.

Luego vino el desastre sin paliativos de la retirada de Afganistán, que dejó el país en manos del talibán tras 21 años de ocupación, una evacuación desastrosa, un atentado con decenas de muertos y miles de millones de dólares en armamento y equipo abandonados como ‘regalo’ para el nuevo gobierno fundamentalista.

Más tarde vino el fiscal general del Estado, Merrick Garland, declarando a los padres que protestan contra el hecho de que a sus hijos se les adoctrine en odio contra América (Teoría Racial Crítica) y Teoría de Género son ‘terroristas’ y dedicando agentes del FBI a acosarlos e investigarlos. Que su yerno se dedique a publicar y vender a los colegios manuales para esa misma teoría racial crítica no ha ayudado mucho a su prestigio.

Y, de guinda, la fascistada de la obligación vacunal. Un Biden que aseguraba «estar perdiendo la paciencia» (cuando lo aparente es que está perdiendo la razón) anunciaba que las empresas con más 100 empleados deberían despedir a los no inoculados con una terapia genética experimental. Que la mayoría haya pasado por el aro no significa que el ukase sanitario no haya causado una profunda conmoción en los servicios. Aquí hablamos del caso de Southwest y otras aerolíneas, con miles de vuelos cancelados en pleno Halloween. Pero podríamos referirnos a las 26 estaciones de bomberos que ha habido que cerrar solo en Nueva York, a los hospitales que se quedan sin enfermeras en plena crisis sanitaria, a los departamentos de policía en cuadro mientras se dispara el crimen violento y los problemas de suministro en distintos servicios.

Pasamos por alto la inflación disparada, el desabastecimiento, los puertos paralizados y otras menudencias.

Lo raro, Todd, sería que los estadounidenses opinaran que Biden ha traído días de gloria.

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