Por Gabriela Moreno – PanAm Post
El Palacio de la Revolución de Cuba está repleto. En sus instalaciones, de traje y corbata, intercambian abrazos la cabeza del régimen castrista, Miguel Díaz-Canel, con su par del chavista Nicolás Maduro, el socialista Luis Arce de Bolivia y el sandinista Daniel Ortega. El cuarteto celebra con una nueva cumbre de la Alianza para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) la sobrevivencia a marchas en su contra y su victoria en procesos electorales amañados.
Están de fiesta. Se sienten “como en casa”. Lo dicen en sus intervenciones sin disimulo. Sonríen junto a los mandatarios de Dominicana, Antigua y Barbuda, San Vicente y Las Granadinas, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves y Granada.
Es un reencuentro para hablar de unidad e integración ante la actual coyuntura sanitaria para la creación de estrategias conjuntas que les permita enfrentar las condiciones adversas de la etapa pospandemia a través de un “desarrollo compartido” alardea Maduro en Twitter.
Contra Estados Unidos
Si es como Maduro vocifera también harán un repaso fuera de los micrófonos sobre cómo les favoreció las restricciones de la libertad de movimiento, de expresión y seguridad e integridad personal de sus adversarios para lograr sus objetivos porque en los discursos públicos no hay novedades.
Daniel Ortega carga contra Estados Unidos. Acusa a la nación norteamericana de “predicar la paz y practicar el terrorismo».
Por la misma línea se manejó Arce. «Hoy no solo nos enfrentamos al imperialismo, sino al COVID-19 en condiciones desiguales. Solos no podemos caminar y necesitamos más que nunca el apoyo solidario».
Una tendencia
Las posturas de los mandatarios son muestra de que “el mundo se está volviendo más autoritario a medida que los regímenes no democráticos se vuelven aún más descarados en su represión y muchos gobiernos democráticos sufren retrocesos al adoptar sus tácticas de restringir la libertad de expresión y debilitar el estado de derecho, exacerbado por lo que amenaza con convertirse en una nueva normalidad”, se indica en el informe sobre el Estado de la Democracia en el mundo 2021, realizado por el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA, en sus siglas en inglés).
El estudio subraya que bajo la máscara de lucha contra el coronavirus se han tomado “medidas desproporcionadas, innecesarias o ilegales” como la politización de la justicia, la restricción de las libertades civiles y los derechos de las minorías.
Por eso, el número de países que se mueven en una dirección autoritaria supera a los que se van están en una senda democrática. De hecho, la cifra que habla sobre naciones que se encaminan hacia el autoritarismo es tres veces más alta en comparación con los territorios que van hacia la democracia.
En un marco conceptual que define a la democracia a partir de cinco atributos principales: gobierno representativo, derechos fundamentales, control del gobierno, administración imparcial y participación, Argentina, Barbados, Bolivia, Brasil Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú, República Dominicana, y Trinidad y Tobago están estancadas en un desempeño medio, mientras que otros cuatro -El Salvador, Guatemala, Jamaica y Paraguay- lo tienen bajo.
Para llenar el cuadro, las autocracias y los regímenes híbridos de América Latina y el Caribe se han afianzado con los regímenes híbridos de Haití y Honduras, las autocracias de Nicaragua y Venezuela y el sistema autoritario de Cuba. Solo Uruguay destaca como la única democracia de la región que exhibe un desempeño alto.
Un balance desalentador
La cumbre en La Habana no cambiará el escenario. Al contrario, lo formalizará considerando que para la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Nicaragua perdió la oportunidad de avanzar “hacia una solución pacífica y democrática de la crisis política, social y de derechos humanos que afecta al país desde 2018″ después del fraude comicial del pasado 7 de noviembre que enquistó a Ortega en el poder.
Además Maduro aboga por un “plan de acción conjunta”, porque “hay que ir más allá” con un “esfuerzo superior”. Las preguntas surgen de forma inmediata: ¿Hasta dónde? ¿Cómo? El secretario ejecutivo de la organización, Sacha Llorent, impulsa la creación de una unidad frente al “injerencismo”.
Con esto sobre la mesa, es probable que los dos tercios de la población mundial que vive en democracias en retroceso o en regímenes autoritarios se mantengan, porque a lo que ocurre en las naciones del bloque izquierdista se suma que en Asia prevalece la toma del poder de los talibanes en Afganistán; la asfixia de las libertades de Hong Kong por parte de Pekín y el golpe de los generales en Myanmar (antigua Birmania) sin dejar a un lado la situación en Filipinas, Sri Lanka o la India, países víctimas del militarismo y el nacionalismo étnico.
En África y Oriente Próximo – zonas menos castigadas por la pandemia- cuatro golpes militares -el de Chad, Guinea Conakry, Malí y Sudán— y la celebración de elecciones sin garantías democráticas en Argelia, Egipto y Siria engrosan el panorama.
Por lo pronto, el panorama se ve difuso. La prevalencia de los Estados no democráticos como Rusia, Turquía, Bielorrusia y Azerbaiyán con sus “prácticas represivas” empañan la entrada del 2022.